Foto: Robert Millard
La colorida producción escénica de Nicholas Haytener importada desde el festival de Glyndebourne y un grupo vocalmente homogéneo de reconocidos cantantes, fueron la llave para reintroducir de manera satisfactoria a este teatro, la comedia mozarteana que no era escenificada localmente desde 1996. El punto más débil de la función se lo atribuyó la estática e impasible dirección escénica de Ashley Dean, quien fue incapaz de extraer de manera convincente la comicidad natural contenida en la obra. El elenco fue encabezado por el bajo Ildebrando D’Arcangelo, un Gugliemo con voz de portentosa emisión y colorida musicalidad, divertido y carismático por naturaleza; y por la soprano Aleksandra Kurzak, que interpretó correctamente el papel de Fiordiligi y convenció, sobretodo por su ágil y nítida línea de canto. Saimir Pirgu, dotó de elegancia interpretativa al papel de Ferrando mientras que la mezzosoprano Ruxandre Donose, dio relieve al personaje de Dorabella gracias a su oscura coloración y a una emisión técnicamente impecable. Correcto en su interpretación vocal, pero carente de autoridad escénica y malicia se mostró Lorenzo Regazzo como Don Alfonso. Radiante, juvenil y astuta fue la Despina de Roxana Constantinescu, joven mezzosoprano de notables cualidades. Con entusiasmo y energía, James Conlon manejó los tiempos y las dinámicas de la partitura de la que extrajo lucidez musical y un sonido uniforme. RJ
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