Leonardo Monteverdi
Continua la exploración de las operas de Richard Strauss por parte de Zubin Mehta en el Maggio Musicale. Después de Die Frau ohne Schatte del año pasado el recorrido straussiano debía encontrar Der Rosenkavalier, una de las operas mas perfectas de la historia de la música, en la que las palabras y la música se funden con rara gracia y con múltiples niveles simultáneos de lectura, como si diferentes mundos de dimensiones cuánticas se encontraran para desaparecer y después reaparecer nuevamente en otra dimensión. Aquí la metáfora del paso del tiempo fue el hilo de la opera. Eike Gramss, director de de la producción, exasperó el concepto del tiempo y ambientó esta opera en una época que va de la Viena de una joven emperatriz Maria Teresa hasta el fin del imperio de los Habsburgo, no celebrando sino casi anunciando con señales premonitorias y evidentes, la decadencia trasladada en la sapiencia melancólica firme y digna de la Mariscala. Un siglo y medio de historia fue representada en la variedad de vestuarios de Catherine Voeffray. El trabajo de Gramms con los artistas fue evidente y absolutamente creíble y pertinente. El elenco coherente siguió al director en sus ideas, en una gran realización. Rodeados de espejos en la escena de Hans Schavernoch, todos tenían la posibilidad de observar el tiempo que transcurría. Optimo estuvo el bajo Kirstinn Sigmundsson, que delineó el egoísmo y la prepotencia del barón. La reina de esta edición fue Angela Denoke, personaje congenial para ella con el que se permitió los más pequeños acentos interpretativos. Su mariscala fue altamente aristocrática y carismática en cada mínimo gesto y su elegante canto inundó la sala de conmoción. Zubin Mehta dirigió los momentos mágicos con profesionalidad, pero quizás le faltó un poco mas de misterio, el de un sonido persistente que encuentra su pasaje en una dimensión y después en otra. Si a esto se le puede llamar defecto, no lo es, porque la orquesta sonó muy bien. Sylvia Schwartz fue una Sophie de voz ágil y enérgica, con una vibración un poco petulante cada tanto, pero totalmente inmersa en el personaje de una mujer joven con ideas claras y rigor interno. La mezzosoprano Caitlin Hulcup, fue un justo y aristocrático Octavian. Su trabajo fue de primer orden así como su equipamiento vocal. Sobresaliente y sonoro de voz fue el Faninal de Eike Wilm Schulte. Todos los demás papeles estuvieron bien: Marianne de Ingrid Keiserfeld, Valzacchi de Niklas Björling Rygert, el cantante italiano de Celso Albelo, y sobretodo la esplendida Annina de Anna Maria Chiuri cuya desenvoltura escénica y vocal fue de verdad encomiable. El coro de Piero Monti, creó un digno corolario para los protagonistas.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.