Foto: Robert Millard / LA Opera |
Estrenada en
Glyndebourne en 1947, Albert Herring, la única opera cómica de Benjamin
Britten y una de sus tres operas de cámara, se representó nuevamente en el
escenario de la Opera de Los Ángeles después de una ausencia de veinte años, y
como un homenaje por el centenario del nacimiento del compositor, que se
celebrará en el 2013. La trama es divertida, pero detrás de esa farsa se
encuentra una sutil y picaresca crítica de las costumbres y valores
conservadores de la Inglaterra victoriana, que aun prevalecían en tiempo que la
obra fue compuesta. Fue precisamente esta critica en lo que se basó el director
de escena escocés Paul Curran, para exaltar la moralidad e hipocresía de
algunos personajes y para construir una entretenida sátira que nunca estuvo estática
y tuvo la justa comicidad, con una actuación que en no fue forzada ni exagerada.
Sobresaliente fue el marco escénico y elegantes vestuarios, creados
originalmente para la Opera de Santa Fe, por el diseñador Kevin Knight, quien sitúo la obra en un pueblo ingles en los años
cuarenta. La escena se complementó con la radiante y solar iluminación de Rick Fischer. Muy bien logradas fueron las escenas dentro de la tienda de víveres de Albert, y las miniaturas de casas y castilos al fondo del escenario que representaban el extenso campo ingles. El elenco vocal, que fue una mezcla
de juventud y experiencia, fue en términos generales homogéneo. Notable es el
nivel adquirido en pocos años por el tenor estadounidense Alek Shrader, que en el papel principal, mostró un calido y
flexible timbre lírico. Buen desempeño vocal y escénico mostraron el tenor Robert McPherson como Mr. Upfold y la
mezzosoprano argentina Daniela Mack como
Nancy. La experiencia la aportaron el sólido
barítono Richard Bernstein como Bud,
Jane Bunnell como la Sra. Herring y
la soprano escocesa Janis Kelly como Lady Billows. Correctos estuvieron los demás cantantes. En el
foso y frente a una reducida orquesta, James
Conlon dirigió con brillantez, vitalidad y seguridad toda la función, y
elevó los momentos más armoniosos y amenos de la partitura. RJ
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