Carlos Rosas Torres
La Houston Grand Opera no podría olvidar el bicentenario
del nacimiento de Wagner como tampoco el de Verdi, y su actual temporada
2013-2014 fue inaugurada con la monumental Aida (y a partir del próximo mes de
abril dará inicio, a una ópera, por año el Anillo de Wagner con Das Rheingold en un montaje de La Fura
del Baus). Una exitosa Aida debe conjugar diversos aspectos como lo vocal, lo
musical y lo escénico. En esta ocasión, no todos esos elementos estuvieron
presentes. Comenzaremos por el elemento más interesante y solido de esta
producción lo aportaron indudablemente los cantantes, comenzando por la soprano
rusa Liudmyla
Monastyrska quien entendió la combinación
de fuerza, finura y alma que contiene el personaje de Aida demostrando
seguridad escénica, y su cálido y uniforme canto fue dotado de expresividad y
dulzura. Poco se puede agregar, que no se haya escrito ya, del desempeño de Dolora Zajick cuyo nombre es sinónimo con el del personaje de
Amneris, entre otros que le pertenecen como: Adalgisa, Azucena etc. La
legendaria mezzosoprano estadounidense mostró fuerza vocal y escénica para dar
vida brío e ímpetu a su personaje, aunque también supo imprimir sutileza cuando
le fue requerida. En su debut local como
Radames, el tenor italiano Riccardo
Massi, mostró presencia escénica y carisma como Radames, y una voz de grato
timbre no muy amplia en su proyección, que se sintió fría al inicio y que fue
creciendo de menos a más para concluir con una conmovedora escena final cargada
de lirismo. El barítono Scott Hendricks,
personificó un autoritario y vigoroso Amonasro con un cierto toque de innecesaria
agresividad en su canto y en su actuación.
El papel de Ramfis, pareció muy poco para las cualidades del bajo Ain Anger, quien cumplió
satisfactoriamente y que en su próxima aparición local merecería un papel de
mayor importancia. Correctos los
comprimarios y el coro, siempre importante en una obra de este calibre. La
parte orquestal tuvo momentos desiguales, ya que en su conducción Antonino Fogliani apostó por la fuerza
y una dinámica no siempre apta, de tiempos rápidos, que por momentos causó
notables desfases con los cantantes. Dejamos para el final la parte menos
atractiva de la función, la abstracta y colorida producción escénica de la
diseñadora inglesa Zandra Rhodes. Ya se había advertido en su estreno en el
2010 en San Francisco, que esta concepción no cumplía su cometido, ya que el
imaginario Egipto donde se sitúa la trama en una época indeterminada, más apta
quizás para la Flauta Mágica, no es la adecuada. Cargado de motivos y figuras
egipcias, exagerados vestuarios y constante movimiento en los cambios de escena
no solo distrajo la atención si no que resulta cansada e incómoda para la
visión del espectador. Ante tal marco, la dirección escénica de Jose Maria Condemi fue discreta.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.