Foto: Ambrogio Maestri as Falstaff. (Photo by Catherine Ashmore)
Luis Gutierrez
New York, 06/12/2013. Metropolitan Opera House. Giuseppe Verdi: Falstaff, ópera cómica en tres actos (1893) con libreto de Arrigo Boito. Robert Carsen, puesta en escena. Paul Steinberg, escenografía. Brigitte Reiffenstuel, vestuario. Robert Carsen y Peter Van Praert, iluminación. Co – producción de la Metropolitan Opera; Royal Opera House, Covent Garden; Teatro alla Scala; Canadian Opera Company, Toronto y De Nederlandse Opera, Amsterdam. Elenco: Ambrogio Maestri (Sir John Falstaff), Franco Vasallo (Ford), Paolo Fanale (Fenton), Carlo Bosi (Dr. Caius), Keith Jameson (Bardolfo), Christian van Horn (Pistola), Angela Meade (Alice Ford), Lisette Oropesa (Nannetta), Stephanie Blythe (Mrs. Quickly), Jennifer Johnson Cano (Meg Page). Coro y Orquesta de la Metropolitan Opera. Director del Coro: Donald Palumbo. Director musical: James Levine.
El MET decidió culminar la celebración del bicentenario del nacimiento de Verdi con una nueva producción de Falstaff. La producción de Robert Carsen mueve la acción del Windsor de Enrique IV en el siglo XV, a un hotel en el Londres de los 1950’s, la cocina de la casa de los Ford y un área abierta que podría acercarse a una representación estilizada del parque de Windsor. He de decir que la actualización es irrelevante, sin que esto quiera decir que la producción atente contra lo indicado por la música de Verdi y el texto de Boito.
De hecho, la producción es muy atractiva, al menos durante los primeros dos actos. La primera parte del primer acto se desarrolla en la habitación de Falstaff, quien aparece en una enorme cama –adecuada al volumen nada despreciable de Ambrogio Maestri– en la habitación de Sir John. Hay que decir que Maestri entonó magistralmente el monólogo “L’onore! Ladri!”, cuando sus sirvientes se niegan a llevar cartas de amor a Alice Ford y Meg Page –“mie Golconde e le mie Coste d’Oro”– con objeto de seducirlas, esencialmente para lograr dinero que le permita pagar la inmensa suma que su estancia ha generado en el hotel. La segunda parte se desarrolla en el comedor del hotel en el que las “comadres” están en una mesa tomando el té, a otra mesa llegan Ford, Caius, Bardolfo y Pistola, en tanto que Fenton es un mesero –esto es un punto a favor de Carsen, porque pone en evidencia los sentimientos de Ford, miembro adinerado de la clase media, respecto al romance de un mesero y su hija. Esta escena es musicalmente maravillosa por su desarrollo simétrico: diálogo de las mujeres– diálogo de los hombres–escarceo de los enamorados–diálogo de las mujeres– escarceo de los enamorados–diálogo de los hombres–diálogo de las mujeres. Debo decir que la música con la que se cantan los versos de Bocaccio que entonan los jóvenes al final de sus coqueteos –“Bocca baciata non perde ventura. Anzi rinnova come fa la luna”– es de una belleza musical tal que nos hace olvidar su origen de erotismo nada inocente en el Decameron (Jornada 2, cuento 7). Si Fenton y Nannetta no logran ese aire de fresco enamoramiento no son dignos de participar en esta ópera. Habré de decir que Paolo Fanale y Lissette Oropesa lo hicieron estupendamente. La primera parte del segundo acto se desarrolla en la biblioteca del hotel en la que Falstaff se encuentra leyendo el periódico cuando llegan Bardolfo y Pistola a pedir que los recontrate después de haberlos despedido durante el monólogo del primer acto y a anunciarle la llegada de una dama que “solicita su audiencia”. Se trata de Mrs Quickly quien llega a informarle que Alice, y Meg también, está enamorada y lo invita a un rendez–vous –“dalle due alle tre” que es cuando se ausenta su marido. Stephanie Blythe estuvo magnífica, tanto que creo que la Blythe será la Quickly por excelencia por muchos años. En cuanto la mensajera abandona la biblioteca, Bardolfo y Pistola anuncian a Falstaff la llegada del Signor Fontana, que no es otro que Ford. Este fue uno de los momentos más hilarantes de toda la producción, pues el tal Fontana es un americano vestido ridículamente como un millonario petrolero de Texas. Por supuesto llega con un portafolio inmenso lleno de dólares y varias cajas de buen clarete, substituyendo a la bolsa con monedas y la damajuana de vino de Chipre. Desafortunadamente, Franco Vasallo no mostró una voz suficiente para traspasar la orquesta, por cierto bien contenida por Levine. Diría que desperdició su momento al no brillar durante “È sogno? o realtà?”. El acto lo cierran magníficamente los dos caballeros al abandonar la biblioteca obsequiándose cortesías mutuamente para finalmente chocar en la puerta al decidir salir juntos “Ebben…Passiamo insieme!” La segunda parte se desarrolla en la cocina de los Ford. El vestuario es típico de los 50’s –destacan los pantalones de pescador de Nannetta– los colores son muy vivos, y hay una multitud de pequeños cajones y estantes en los que se ven latas y paquetes de comida. Al fondo se ven una ventana y una canasta de ropa sucia. No hay biombo, pero los enamorados se esconderán en su momento bajo el mantel que cubre una mesa en la cocina. Además, un radio de transistores substituye muy adecuadamente al laúd con el que Alice recibirá a Falstaff. La escena inicia con Alice diciendo que habría que pedir al parlamento que los gordos pagasen un impuesto especial –esto fue una ironía involuntaria pues de lograrlo, Angela Meade sería una causante importante de tal impuesto. Toda la escena se desarrolla muy graciosamente, destacando la búsqueda del enorme caballero en cada cajón de la cocina, así como en cada una de las latas en los estantes – en este punto Carsen sigue al pie de la letra los deseos de Verdi– ridiculizando la ira y los celos de Ford al máximo. Finalmente observamos como arrojan a Falstaff al Támesis, salpicando a Ford quien imprudentemente se había asomado excesivamente en la ventana. La primera parte del tercer acto se desarrolla en el establo del hotel al lado del Támesis. Sir John aparece en un montón de heno y pide su vino caliente. Regresa Quickly quien vuelve a embaucarlo para que asista a una cita con Alice y Meg esa medianoche en el roble de Herne pero vestido del Cazador Negro que ha embrujado el árbol. El disfraz es simplemente una enorme cornamenta de venado. En este punto sentí que Angela Meade tiene una voz hermosa, pero demasiado pesada para Alice, lo que contraviene los deseos de Verdi quien dice a Ricordi, que prefiere a una Alice que tenga el “diablo en el cuerpo” más que a una que quiera sobresalir por su canto. La segunda parte del acto debe ser, en mi opinión, nocturnal y con brisa como la que mueve el velo de Nannetta muy apropiadamente; el soneto de Fenton tuvo una gran belleza con un gran remate en la repetición de “Bocca baciata…” La entrada de la reina de las hadas fue muy hermosa, pero no me gustó la introducción de las mesas que convertirán el parque en un salón de banquetes, aunque fue bien coreografiada; sólo en este momento el concepto de Carsen no me convenció, pues aunque inicia en un área que simula ser al aire libre, poco a poco se va convirtiendo en el salón de banquetes donde se celebrará la boda de Fenton y Nannetta, que es un motivo totalmente subsidiario de la comedia en la que lo principal son las travesuras de las comadres al bruto y engreído Sir, y que culmina en el coro final “Tutto nel mondo è burla”, interpretado por Sir John Falstaff y toda la compañía en el parque de Windsor, terminando así la carrera de uno de los más grandes compositores de ópera que han existido. Como he mencionado, el nivel vocal tuvo un altísimo nivel, especialmente el de Ambrogio Maestri, quien es en mi opinión el Falstaff de nuestra época. Stephanie Blythe fue una formidable Mrs Quickly, Angela Meade una Alice Ford con una voz pesada pero bella, Jennifer Johnson una Meg Page adecuada y Lissette Oropesa tiene una hermosa voz cristalina que nos regaló una bella Nannetta. Los debutantes Paolo Fanale, Carlo Bosi y Christian van Horn, así como Jameson dieron una muy buena función. El eslabón musicalmente débil del ensamble fue Franco Vasallo, aunque hay que mencionar que su actuación fue impecable. He de decir que le oído mejores Falstaffs a James Levine pues sentí momentos muy atropellados rítmicamente. Por otra parte, aunque sé que está reapareciendo después de una larga convalecencia, lo noté muy debilitado físicamente. Ojalá mejore, tanto en las funciones de Falstaff como en el resto de su carrera. El equipo creativo –esta vez sí fue creativo– tuvo un desempeño brillante en toda la línea, lo que aunado a una excelente interpretación musical y actoral, me hicieron terminar mi año Verdi con una gran sonrisa.
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