Wednesday, December 14, 2011

“FRANZ LISZT un músico para Europa” – Turín, octubre 2011/enero

Renzo Bellardone

Pianezza (To) 12-11-2011 Chiesa del Gesù – Iglesia de Jesús “FRANZ LISZT un músico para Europa” – Turín, octubre 2011/enero 2012. LISZT – EL ÚLTIMO ENCUENTRO - In Festo Trasfigurationis Domini nostri Jesu Christi 1880 - R.W. Venezia 1883 - La lugubre gondola n.2 1885 - Recueillement 1877 - Unstern! Sinistre, disastro 1881 - Sancta Dorotea 1877 - Trűbe Wolken (nouages gris) 1880 - Schalflos! Frage un Antwort 1883 - Feierlicher Marsh zum heiligen Graal aus “Parsifal” 1882 - Wiegenlied (chant du berceau) 1881 - En rêve. Nocturne 1885. MASSIMO VIAZZO – pianista. LICIA DI PILLO - narradora

“El ultimo encuentro”” Liszt y la muerte. Este era el tema de la cuarta entrega del ciclo “Liszt un músico para Europa”, el homenaje que Turín le hace a Franz Liszt en el centenario de su nacimiento, y que es coordinado por Massimiliano Génot. Precisamente la presencia de la muerte fatal, estuvo presente entre las notas y las palabras. El final, realizado en la oscuridad, con solo dos tenues luces; una sobre el piano y la otra sobre el atril de la narradora, y un Notturno (En rêve) que inundó el ambiente de un sentido de inquietud, de aquella imposibilidad de cambiar el último éxito; concluyó una velada de atmosfera sugestiva que llegó directo al corazón de la poética de Franz Liszt, que interpretado con una impecable técnica por un concentradísimo Massimo Viazzo y contado de la manera mas ineludible posible, utilizando el especio entero de la iglesia barroca, por la mas que equilibrada Licia Di Pillo. Las piezas interpretadas constituyeron una excelente rareza ya que no son incluidas habitualmente en los programas de Liszt. Ya en las notas finales de la primera pieza entró en escena la muerte, la protagonista, con los rasgos de Licia Di Pillo, quien recorrió la nave central de la iglesia y llegó hasta el altar mayor, desde donde dominaba el histórico Steingraeber, el “piano de Liszt”, transportado aquí y para la ocasión directamente desde Bayreuth. “He venido a llevarte”… y a partir de ahí una sucesión de emociones que metieron a los espectadores en la espera del desarrollo musical y literario de la presentación. Los textos extraídos de “Muerte en Venecia” de T. Mann, del “Séptimo sello” de Bergman y de las cartas del propio Liszt y de Richard Wagner, formaron parte de un espectáculo de fuerte ritualismo que estuvo muy bien, mas allá de los confines del concierto o del melologo. El intenso y luminoso timbre que de manera intima supo extraer Massimo Viazzo del instrumento de 1873, con coloridas y dinámicas características, poco habituales con relación a los instrumentos modernos; tuvo increíbles sonidos envolventes, ligeros, calidos y exasperadamente evocadores.  Las dudas, las incertidumbres y los miedos humanos fueron delineados con suma ligereza. Bastó solo el arranque de una tecla, el sabio uso del pedal de resonancia, la atónita prolongación de una pausa. Fue quizás la sugestión de la atmosfera de la iglesia, el lugar ideal para un concierto de elevación espiritual, lo que hizo parecer que la música surgiera no de la caja armónica del piano, si no que vagara de manera imparable por el aire hasta llegar a los corazones mas endurecidos. Tintineante como gotas de agua cayendo sobre mas agua (Sancta Dorothea) sonidos incontenibles y siniestros (Unstern!), ondas de agua y el toque de los remos en un viaje sin retorno (La lugubre gondola), poesía intima (Recueillement), dulces arpegios (In Festo Trasfigurationis), música que parecía salir de un precioso cáliz (Parsifal), hasta llegar el conclusivo Notturno coloreado de la sorprendente poesía de Rainer Maria Rilke ‘Experiencia de la muerte’ que fue repetida como bis frente a un tupido publico visiblemente conmovido.

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