Sunday, September 1, 2013

Nueva época de la ópera en México: Ramón Vargas, el símbolo

Por José Noé Mercado

Publicado por cortesía del periódico El Financiero, donde se publicó originalmente el 15 de mayo del 2013

“Un pueblo desprovisto de Estado  busca salvación en los símbolos”
El Imperio
Ryszard Kapuscinski

 
1: Buenas intenciones
En la historia operística reciente de nuestro país, el público lírico escucha cada cierto tiempo las nuevas ideas y planes de acción que los directivos de la Compañía Nacional de Ópera en turno se esmerarán en llevar al cabo a través de su gestión para así revitalizar un sistema casi siempre a punto de caer en coma y aprovechar no sólo la infraestructura cultural de México, sino también los valiosos talentos nacionales que surgen de manera feliz y constante.
En anuncios oficiales, declaraciones y entrevistas de prensa, esos directivos, con cierto mesianismo tropicalizado y no hay duda de que con buena fe, han enunciado en su momento pretensiones como priorizar la calidad por encima de la cantidad; dar el paso hacia producciones más contemporáneas; renovar el repertorio trillado; no olvidar los títulos clásicos; revivir el concepto de un Taller o Academia de la Ópera; “importar” mexicanos radicados en el extranjero para enriquecer las temporadas nacionales; intentar coproducir con otras compañías del mundo o traer sus puestas en escena por un precio asequible; acabar con los elencos repetitivos del pasado; impulsar a los jóvenes valores; utilizar la experiencia de los artistas ya maduros; programar una cuota de óperas mexicanas; recurrir únicamente a los cantantes con carrera consolidada; incluir una mayoría de extranjeros para dar brillo a nuestros escenarios; paliar la falta de funciones con puesta en escena con galas; presentar cada título con dos o tres elencos distintos, y otra serie de medidas que terminan como ocurrencias no porque en sí mismas sean desdeñables, sino porque están desarticuladas en el tiempo y, más en el fondo, de un plan integral de cultura de la nación. Por ello su vigencia es perentoria en un escenario cuando mucho sexenal y cada nuevo funcionario las desecha y aporta sus propios entendidos de política cultural.
No obstante, es este catálogo de buenas intenciones y, de nuevo, la riqueza de talento lírico y creativo mexicano del que puede echarse mano y que a veces logra concretar funciones de admirable calidad, lo que alimenta y mantiene caminando el cadáver en que durante los últimos sexenios se ha convertido la ópera oficial de México. La paradoja sobreviene porque estos esfuerzos no parecen dirigirse a puerto alguno y se mantiene una desesperante inercia. El zombie deambula sin encontrar la cura ni el descanso eterno.

 
2: El anuncio
La Ópera de Bellas Artes (¿ya no Compañía Nacional de Ópera?) tendrá una “nueva época” encabezada por el tenor Ramón Vargas, quien a partir del 1 de mayo se convirtió en su director artístico. Así lo anunciaron conjuntamente en conferencia de prensa el pasado 23 de abril Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y María Cristina García Cepeda, directora del Instituto Nacional de Bellas Artes. Con este “ambicioso proyecto renovador”, expresó Tovar y de Teresa, “se dan condiciones únicas que no tendrán ningún otro beneficiario que la ópera en México”. Para ello, el Conaculta directamente duplicará el presupuesto asignado a la institución lírica para que en 2013 cuente con un total de 50 millones de pesos. Vargas expresó que “éste es un momento único e histórico” que buscará la excelencia en Bellas Artes.
El nuevo funcionario público y tenor en activo anunció la creación del Estudio de la Ópera de Bellas Artes, con sede en el Teatro Regina y con operaciones a partir de septiembre, en el que se desarrollará a unos 12 o 15 cantantes jóvenes profesionales (“no alumnos de canto”) y que será coordinado operativamente por José Octavio Sosa (hasta entonces director de la CNO) y artísticamente por el barítono Jesús Suaste. Tendrán a los mejores maestros, coaches e incluso a médicos que les enseñen a comer porque “los cantantes somos los atletas de la voz”, expresó Vargas, quien contará en su equipo con el también tenor Octavio Arévalo en el puesto de subdirector artístico y con Jaime Ruiz Lobera en la dirección ejecutiva.
Ramón Vargas también dijo que se hará más ópera y que se tendrá una estrecha vinculación con los estados de manera que la labor tenga una expresión realmente nacional en los 33 teatros de la república (con la preparación de los elencos para las coproducciones a cargo también de Suaste); habrá igualmente producciones adaptadas para el público infantil; traerá a una pianista repasadora de la Scala de Milán que enseñe a los pianistas que laboran en la Ópera de Bellas Artes, porque “no puede ser posible que sigan siendo ciegos guiando a otros ciegos”.
“Debe quedar claro que esto no será una agencia de colocación de empleos”, advirtió el tenor. “No se trata de que ahora todo mundo piense que encontrará trabajo en este proyecto, porque lo único que buscaremos será la excelencia”.
Luego vinieron preguntas de los periodistas presentes en el evento celebrado en la cafetería del Palacio de Bellas Artes. Los nuevos funcionarios contestaron cada una de ellas, pero no dejaron la impresión de ser respuestas concretas. Por ejemplo, no especificaron cuál es el diagnóstico o estudio del cual partieron para la puesta en marcha de este proyecto, más allá de subrayar que no son ocurrencias, que todos los que han cantado ahí por más de 30 años saben lo que se necesita y se ha reflexionado en ello a lo largo del tiempo en reuniones y charlas de café. Tampoco pudieron ofrecer más programación de temporadas o elencos que la hecha por Sosa para 2013 antes de dejar el puesto: El trovador de Giuseppe Verdi en junio con Ramón Vargas en el rol principal, El holandés errante de Richard Wagner en octubre en conjunto con el Festival Internacional Cervatino, quizás alguna gala por los 75 años del Coro del Teatro de Bellas Artes y tal vez Un baile de máscaras de Verdi para cerrar el año.
Sintomáticamente, nadie habló de la ópera mexicana ni de planes que contemplen a los compositores nacionales o a la creación como vertiente del género lírico. Tampoco de reformas fiscales, normativas, de logística y operación o del papel que podría tener la iniciativa privada en esta nueva época. Cuando le preguntaron a Ramón Vargas sobre la transparencia en la futura integración de elencos y en los seleccionados para el Estudio, respondió: “No queda otra más que tener fe en mí, como se tiene fe en el amor. Sin fe, sin creer, nada en el mundo puede lograrse y entonces no haríamos nada”.

 
3: Sí se puede
Las reacciones al anuncio de la nueva época de la Ópera de Bellas Artes y del equipo directivo que buscará concretarla han sido numerosas, de varios sectores y contrapuestas. Algunos medios impresos y digitales, así como las redes sociales han servido para esta discusión que involucra el estado y acaso el futuro lírico de nuestro país.  El nombramiento del tenor Ramón Vargas y en menor medida el de su equipo es uno de los factores que han detonado la lluvia de opiniones y pareceres. Desde hacía mucho tiempo no se tenía en ese puesto a una personalidad reconocida en el medio lírico internacional y eso deja en claro que los jerarcas de la cultura de México desean atender el rubro operístico. Eso es para celebrarse.
Porque, sin duda, Ramón Vargas es un admirable símbolo del canto operístico para la comunidad de nuestro país, ya que cuenta con una carrera prestigiada que rebasa las tres décadas, desarrollada en los escenarios más respetados del orbe y acreedora de incontables reconocimientos.  Es también no sólo el símbolo del cantante que emigra (porque su talento no tiene fronteras pero también porque las condiciones líricas de México no le dejaban otra opción a sus ambiciones), sino del migrante que triunfa, del paisano que logra su cometido y ascenso profesional. Es símbolo del sí se pudo, del otros podrían lograrlo. Del cangrejo que se salió de la cubeta y adquirió mundo. Del que se siente envidiado (y quizás lo sea) porque ya la hizo y como pocos. Es símbolo provocador del me siento su amigo porque me da prestigio, del hablo bien de él a ver qué saco, del en una de ésas me presenta con alguien y me ayuda a ser lo que creo que es él.
Pero ahora, aún gran cantante en activo, mentor generoso de algunos becarios, también puede ser símbolo de la esperanza o del que antes criticaba lo que hoy dirige.

 
4: Impresiones
Entre las percepciones más valoradas en el nombramiento de Ramón Vargas como director artístico de la OBA resalta justamente su prestigio internacional. La soprano mexicana más destacada en la actualidad internacional, María Alejandres, lo dice así: “Puedo expresar de manera totalmente objetiva que considero muy acertado que alguien de la talla del maestro Ramón Vargas esté a cargo de tan importante puesto en la Compañía Nacional de Ópera, ya que se necesita esa visión, experiencia y sensibilidad para formar elencos e impulsar y guiar a nuestros jóvenes cantantes mexicanos formando un estudio de ópera, el cual no se había considerado en los años anteriores. Yo aplaudo y apoyo esta nueva etapa de la CNO”.
Por otra parte, el tenor René Velázquez asegura que un escenario así siempre había sido buscado por los cantantes: “Celebro que ahora la ópera esté en manos de artistas y no sólo de diletantes o melómanos. Creo que es un buen proyecto con personas experimentadas y dando a cada quien un lugar en lo administrativo, ejecutivo y artístico; aunque pienso que no debe dejarse de lado el que no se puede ser juez y parte; no sería ético que los compañeros que forman parte de la dirección o el liderazgo del proyecto, o su grupo de amigos, sean los primeros o los únicos en cantar, porque eso sólo sería otra vez pan con lo mismo”.
En esa inquietud coincide el también tenor Rafael Álvarez Nava: “Veo aquí dos problemas. Uno: ¿los elencos y la formación de temporadas y del estudio se harán de forma imparcial y justa o seguirán las mafias para el control o manejo del poder? Dos: ¿se fomentará principalmente el apoyo al talento mexicano? En mi punto de vista alguien debería por fin juntar a todos aquellos mexicanos que tenemos éxito en el extranjero y no somos conocidos en México. A mí me han aplaudido más en Grecia o Alemania que en mi propio país, donde ni siquiera me ubican. Ojalá Ramón Vargas vea más allá de lo que una persona aparenta y no sólo se guíe por simpatía o preferencia. En mi caso, sé de antemano, por serle una persona non grata, que jamás pisaré Bellas artes para cantar ópera. Sin embargo, deseo que el arte lírico que es llevado por cientos de mexicanos por el mundo sea visto en México”.
Por otra parte, el crítico musical de la revista Proceso, Mauricio Rábago Palafox pone sobre la mesa de discusión el que Ramón Vargas sea un cantante en activo, que no radica en nuestro país y que no pondrá todo su tiempo y empeño en atender la compleja problemática de la ópera en México. Además, asegura, “los cambios anunciados son de nombres. Un enfermo grave no mejora porque le cambies la camisa, eso es estético; si no extirpas su mal y lo curas de fondo no habrá mejora. Acallar a los que hace poco criticaban no mejorará nada. Todo lo contrario. El que Vargas sea un gran cantante no lo convierte en automático en un buen director artístico. Son habilidades muy distintas. Claro que habrá quienes digan que hay que darle el beneficio de la duda, pero en todo caso habría que preguntar por qué el INBA no llama a gente de destreza probada en vez de pensar en alguien que tiene fama canora pero que no ha mostrado un perfil de administrativo artístico. Y lo mismo aplica a Suaste y Arévalo. ¿Al ser cantantes en activo, ¿se podrán autocontratar? ¿Quién fijará el monto de sus honorarios?”
Para Iván Martínez, editor de la revista musical L’Orfeo, “resulta sorprendente, viendo cuán atinada fue la administración de Tovar y de Teresa en la década de los noventa y cuán cuidadoso ha sido el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto en cada nombramiento y en cada acto mediático, que se recurra al menos cuidadoso de los personajes operísticos, Ramón Vargas, cuyo desdén a la ópera de México es abierto. Sus múltiples declaraciones contra el público, los grupos artísticos y la prensa mexicana, y ahora la súper frase de un ‘único e histórico momento para la ópera de México’ (¡por supuesto no podría ser de otra manera cuando él la encabezará!), demuestran el nivel de autocrítica que tendremos. No auguro una ‘nueva época’ de mucha brillantez, aunque espero que en alguien quepa la decencia y no se llenen las producciones con este tenor y con Octavio Arévalo, quien ha pasado más de una vergüenza en el Teatro de Bellas Artes, y que se transparenten (como nunca ha pasado) los ingresos de Vargas en México y que estos dos nuevos proyectos, el académico y el de vinculación con los estados, tengan el mayor de los éxitos”.
El crítico de ópera y coordinador de la sección internacional de diversas publicaciones especializadas, Ramón Jacques, suma su reflexión sobre el anuncio de la nueva época de la Ópera de Bellas Artes, sintetizada en tres puntos: “1) Fue vergonzoso que Ramón Vargas, que se precia de ser muy profesional en lo suyo, no se haya preocupado por enterarse o empaparse un poco, lo mínimo (una milésima) sobre la compañía que ahora va a dirigir y de la que seguramente cobrará muy bien como funcionario publico. 2) A partir de ahora será una compañía de ópera tan única en el mundo, como irreal; porque sus proyectos están sustentados en ánimo, entusiasmo, ganas, fe, amor y mucho trabajo. No habrá problemas de burocratismo, sindicalismo, o con los cuerpos estables. No se aportó ningún tipo de dato (estadístico, normativo, planes presupuestados) que haga pensar que las cosas se harán diferente de como se vienen haciendo hasta ahora. 3) La nueva época de la Ópera me parece que será discriminatoria para muchos mexicanos, porque Bellas Artes, que no es ni será más una agencia de colocación de empleos, cito a Vargas, sólo estará disponible para cantantes con carreras consolidadas. Yo me pregunto: ¿cuántos cantantes tenemos en México que en verdad cumplan esa condición?”

 
5: Grupos Artísticos
Para el tenor Luis Alberto Sánchez, representante de los Grupos Artísticos del INBA (D-III-188, Sec. XI del SNTE), los planes anunciados por el nuevo director artístico de la Ópera de Bellas Artes son “un rosario de buenas intenciones, porque ni siquiera creo que existan las condiciones legales y administrativas dentro del Instituto o de la organización administrativa pública para que pueda plantearse de manera tan maravillosa, como lo hicieron, una nueva etapa de la Compañía Nacional de Ópera. Por ejemplo, si Ramón Vargas viene y gracias a su fama y trayectoria como cantante pudiera conseguir un mecenas para la Ópera no va a tener manera de meter esos recursos al Instituto”.  El representante de los grupos que, entre otros, incluyen a la Orquesta y al Coro del Teatro de Bellas Artes, asegura que ya están acostumbrados a este tipo de anuncios espectaculares que luego se diluyen. El problema de la Ópera desde el punto de vista administrativo, considera Sánchez, es que “no hay un plan de largo plazo. Cada quien llega y hace lo que puede, lo que cree que valdría la pena; y trae a personas que considera que le ayudarán a hacer funciones de calidad, aunque muchas veces no sea así, o han traído también a gente contratada por compromiso. Son muchas cuestiones a resolver, pero no se ha logrado porque siempre es a partir de cada nuevo directivo, que tiene o ha tenido sólo planes personales y no de largo plazo”.
El apoyo mostrado por parte de los titulares del Conaculta y del INBA para que Ramón Vargas encabece esta nueva etapa operística en el país es significativa, en apreciación de Luis Alberto Sánchez. Pero mientras no se resuelva a fondo su problemática, “el riesgo de siempre es que si por alguna razón política, ni siquiera de desempeño, esos funcionarios se van y se corta el apoyo, todos, incluido Ramón, nos vamos a quedar colgados de la brocha”. Sánchez recuerda que Ramón Vargas ha dicho públicamente que lo peor que hay en la ópera en México son los sindicatos, pero asegura que él y los Grupos Artísticos ni siquiera se sienten agraviados, porque saben que lo dicho fue a través del filtro de Alonso Escalante (otrora representante en México del tenor) quien como director de la Compañía Nacional de Ópera cometió muchos errores (como poner de segundo de abordo en su gestión a Daniel Elizondo Ferrigno) y ellos se los echaron puntualmente en cara.
Asimismo, el representante sindical estima que Vargas no conoce a fondo la situación de la Ópera de Bellas Artes ni sus propias atribuciones en el cargo: “Por ejemplo, dijo que en el Palacio se hacen hasta primeras comuniones, pero que ya no va a permitirlo. Y uno puede preguntarse: ¿será director de la Ópera o Gerente del Palacio o Subdirector del Instituto?, porque todo eso no depende de él ni del director de la Compañía. Creo que en ese sentido ha visto la película pero tendría que leer el libro para saber los detalles”. De hecho, expresa Sánchez, “no sabemos todavía si su nombramiento es honorario o político para presentar esta nueva era o de qué tipo. Porque si es así, él podrá dar ideas de proyectos pero el poder recaería en quien tenga la autoridad de firmar un cheque o un contrato. Si es realmente un director de área es problemático, porque entiendo que tendría que estar en su oficina o la Función Pública podría hacerle recomendaciones por no atender su trabajo, así sea Ramón Vargas. ¿Cómo piensan resolver esto si Vargas es el director titular? ¿Va a cobrar nada más los días que despache en la calle de 5 de mayo? Los días que tenga que cumplir contratos como cantante por todo el mundo, ¿no va a cobrar? Esto lo digo porque me parece que hay muchos huecos en este anuncio. Me parece que primero hicieron el anuncio y después verán lo que van a hacer”.
De cualquier manera, concluye Sánchez, “aunque desconozco cuál sea la experiencia administrativa de Ramón, tendría la esperanza de que aporte su conocimiento y prestigio como cantante para hacer ver a los directivos y administrativos del Instituto todo aquello que se requiere para que podamos hacer un buen trabajo. Porque, aunque a veces nos tachan de ser los malos de la película, lo cierto es que nosotros, los Grupos Artísticos, somos los que nos quedamos, mientras que los directivos se van. En ese sentido, a nosotros nos beneficia que las actividades tengan calidad y marchen de la mejor manera”.

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