Friday, November 30, 2018

Estreno mundial de Fin de Partie de György Kurtág en el Teatro alla Scala de Milán


Foto: Brescia e Amisano

Massimo Viazzo

“Es la première más importante de los últimos veinticinco años y lo será en los siguientes veinticinco” y “Es la velada musical más importante de mi vida” – así es como Alexander Pereira, el sobreintendente del Teatro alla Scala definió la primera representación mundial de Fin de Partie de György Kurtág. En efecto, se trata de una obra de gran relevancia para el compositor húngaro, que a la edad de 92 años compuso su primera ópera lírica, como para el teatro musical tout court, estando esta obra, por su calidad intrínseca, destinada a entrar permanentemente en el repertorio, algo muy raro para las obras de los compositores de nuestros días. Fin de Partie trata sobre el texto homónimo de Beckett, no completamente musicalizado (de hecho, los super títulos se refieren a la obra como “scènes et monologues”) aunque utiliza las palabras del dramaturgo irlandés. Becket expresó en múltiples ocasiones el deseo de que sus dramas no fueran musicalizados, pero Alexander Pereira no se dio por vencido y trabajando junto a Kurtág y la Fundación Beckett terminó por ‘vencer la partida’. La ópera esta divida en 14 partes y dura cerca de dos horas sin intervalos, solo algunos breves cambios de escena. En realidad, la escena no cambia radicalmente, reproduciéndose sobre el escenario la estructura de una casa que se encuentra dentro de la habitación en la que se desarrolla la acción.  En la practica se trata de una casa vista al mismo tiempo desde el interior y el exterior, creada por el director de escena libanes Pierre Audi.  Durante los cambios de escena solo se modificaba la perspectiva, la iluminación, y la disposición de los pocos elementos escénicos utilizados. Kurtág profundizó en cada detalle, en cada particularidad del texto y en cada inflexión de la palabra (utilizando el francés como en la pieza teatral original). ¡Es un campeón del aforismo! La orquesta en el foso estuvo grandiosa, pero fue utilizada siempre como un instrumento de cámara con fragmentos de poesía, sonidos destilados con rara fineza, tiras temáticas y tonalidades, una tras otra, como un rompecabezas, en el estrujante y amargo epilogo orquestal. Es inútil subrayar que el elenco estuvo extraordinariamente envolvente en una ópera tan compleja que nunca fue irritante o falsamente provocadora. Recuerdo a los solistas de canto también como actores perfectos: Frode Olsen (Hamm), Leigh Melrose (Clov), Hilary Summers (Nell) y Leonardo Cortelazzi (Nagg), quienes trabajaron intensamente durante tres años con el compositor.  Muy atento y concentrado estuvo Markus Stenz, en la conducción de la Orquesta del Teatro alla Scala, manteniendo bajo control la difícil partitura con pericia y convicción.



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