Friday, November 30, 2018

Elektra de Strauss en el Teatro alla Scala de Milán


Foto: Brescia e Amisano

Massimo Viazzo

Cuatro años después vuelve a la escena scaligera la aclamada Elektra de Patrice Chéreau, el último espectáculo firmado por el director francés antes de morir, ya convertido en clásico, y que fue creado para Aix-en-Provence en el 2013 y estrenado en Milán al año siguiente.  Como ya se ha escrito en diversas columnas, esta Elektra muestra toda la peculiaridad distintiva del conocido director del otro lado de los Alpes, sobre todo la de llevar el mito al mundo real, un mundo angustiante y atormentado en el que la visión psicoanalítica es preponderante.  Las tres mujeres protagonistas de la obra maestra de Strauss habitan en un ambiente claustrofóbico, en un palacio-prisión limitado por altas paredes grises cerradas en el fondo por una especie de ábside.  Dentro de este ambiente atemporal y sofocante se consuman las hirientes pasiones y la estimulante histeria que permite la trama.  En esta ocasión, el montaje fue repuesto por gran y minucioso cuidado por Peter Mc Clintock. La dirección orquestal le fue confiada al experto Markus Stenz (quien sustituyó de ultimo minuto al indispuesto Christoph von Dohnànyi) quien condujo a la óptima orquesta del Teatro alla Scala con un modo muy analítico y lucido. El elenco con las tres protagonistas femeninas fue de alto nivel, Ricarda Merbeth (Elektra), Waltraud Meier ((Klytämnestra) y Regine Hangler (Chrysothemis), quienes electrizaron al publico en sus formidables duetos, siempre determinadas, precisas, como también matizadas en la búsqueda de las emociones mas recónditas, y cantando siempre sin guardarse nada. Gran carisma escénico y vocal tuvo el Oreste de Michael Volle, mientras que no más que correcto estuvo el Egisto de Roberto Saccà. Un indiscutido éxito para la Scala en este cierre de temporada.


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