Friday, March 6, 2020

The Indigo Project - Tafelmusik Baroque, Toronto Canada


Fotos: Dahlia Katz
                                                                        Giuliana Dal Piaz

THE INDIGO PROJECT – Temporada 2019-20 de la Tafelmusik Baroque Orchestra. Jeanne Lamon Hall, Trinity-St.Paul’s Centre (27 de Febrero-1º de Marzo), George Weston Recital Hall, Meridian Arts Centre (3 de Marzo). Música: Jean-Baptiste Lully, Purandara Dasa, Arunagirinathar, George Friderick Händel, Ponniah Pillai, Muthuswamy Dikshitar, Alessandro Stradella, Filippo Cioni, Arcangelo Corelli, Johann Friedrick Fasch T.A.S. Mani/Suba Sankaran. Idea y texto: Alison Mackay. Dirección musical: Elisa Citterio. Dirección de coros: Ivars Taurins y Suba Sankaran. Orquesta: Tafelmusik Baroque Orchestra. Coro: Coros de las Preparatorias “Earl Haig” y “Unionville”, seis miembros del Tafelmusik Chamber Choir. Artistas invitados: Suba Sankaran, voz y percusiones. Trichy Sankaran: mridangam (tambor de la música clásica Carnática labrado a mano con leño del árbol jackwood (Cryptocarya glaucescens), pandereta kanjira, solkattu (tipo de canto salmódico).

Considerando la edad promedio del público de Tafelmusik (alrededor de los 65 años), hubiera apostado que la iglesia anglicana del del Trinity-St. Paul’s Centre estaría medio vacía en ocasión de este estreno: allí afuera, un viento del norte a más de 40 kilómetros arrastraba mucha de la nieve que había caído por todo el día. En cambio, la sala Jeanne Lamon Hall estaba llena como de costumbre, y a rebosar también el gimnasio en que tenía lugar la acostumbrada charla previa al concierto. Esta es la más reciente creación multimedial de Alison Mackay, por cuarenta años contrabajo de planta en la orquesta barroca Tafelmusik. Retirada el otoño pasado, se dedica ahora a tiempo completo a sus hermosos proyectos. Como en sus trabajos anteriores (recordamos, entre ellos, The Galileo Project, The Leipzig-Damascus Coffee Houses, y Tales of Two Cities), The Indigo Project combina música, imágenes, narrativa y esta vez hasta un corto número de danza. Alison reconstruye la historia de la llegada, a la Europa del siglo XVII, de la indigofera tinctoria, la tinta “índigo” que le dio el azul, en todas sus varias gradaciones, primero al vestuario de seda y terciopelo de reyes y nobleza, luego a los uniformes del ejército borbónico, para terminar, utilizada también para el algodón en la ropa del pueblo, esa tela jeans que ha llegado hasta nosotros, con pocas alteraciones, a través de los siglos. Es más, parece que la palabra venga de una deformación del término “genovés”, puesto que fue Génova la primera ciudad-Estado que se dedicó a la producción de esa tosca tela de trabajo.

En el ábside que sirve de escenario a los músicos de Tafelmusik, se había añadido una tarima central, donde se han sentado los dos Sankaran, el padre Trichy y su hija Suba, que han colaborado al proyecto de manera relevante. Los dos son renombrados cultores de las tradiciones musicales de la India Carnática (la parte meridional de la India) y el papá, Profesor Trichy Sankaran, es famoso en el mundo por su habilidad de percusionista y por la enseñanza de instrumentos indianos típicos a varias generaciones de canadienses. Las primeras imágenes del fascinante viaje ilustran en una gran pantalla cómo se produce el índigo natural: se maceran en agua, agua de cal y amoniaco las hojas de unas leguminosas erbáceas, que antaño silvestres, han sido luego cultivadas intensivamente en la India -de la que saca su nombre-, en China, Japón, Corea, y ahora también en países de Latinoamérica como Guatemala y Venezuela, tras la importación en las Antillas coloniales. El índigo se difundió en toda Europa a partir del siglo XVI, a pesar de que fuera Marco Polo el primero en traerlo de China.

Mientras pasan en la pantalla las imágenes: de la campiña indiana donde se recollecta el índigo; de los edificios que hospedaron las afortunadas Compañías de las Indias, creadas una tras otra en los países europeos para la explotación de los productos coloniales; de los más importantes personajes de la época, desde el Rey Luis XIV al navegador Vasco de Gama; de las plantaciones de índigo trabajadas por esclavos en las Antillas francesas e inglesas; la voz de Suba y el tambor mridangam de Trichy nos llevan a la India, con un ritmo que alaba la diosa con cabeza de elefante, Ganesha, nos evoca la creación del hombre, rinde homenaje al divino Muruga, hijo de Siva. Luego las cuerdas y los alientos de la orquesta Tafelmusik nos regresan a Europa, con la música de Lully y Haendel, con la meláncolica balada Ballow my babe, el lamento de las madres pobres que llevaban a sus bebés, en su mayoría ilegítimos, al orfelinato London Foundling Hospital. Lo había creado, después de su retiro, el capitán de navío Thomas Coram, devastado por la cantidad de niños abandonados que morían en las calles de Londres, y junto con otros inversores afortunados como él mismo, lo había financiado con las ganancias del comercio del índigo y de la industria textil. El mismo Haendel ayudó a recolectar fondos con un concierto en la capilla del Orfelinato todavía sin terminar. Es el evento al que se inspira la sinfonía “Llegada de la Reina de Saba”, que abre el tercer acto de la ópera de Haendel Salomón: concluye la primera parte del concierto la llegada de 50 coristas de las Preparatorias de Toronto “Earl Haig Secondary School” y “Unionville High School”, entrenados por sus respectivos maestros de música, por el Mº Ivars Taurins y la propia Suba Sankaran, para interpretar Santhatham Paahimaam, peculiar pieza del siglo XIX en alabanza de los dioses indúes pero ¡sobre la tonada del himno inglés “God save the King”! Con ellos, seis coristas profesionales -tres tenores y tres bajos-, del Coro de Cámara de Tafelmusik.
La voz y la presencia que ponen en relación las diferentes piezas musicales es la de Cynthia Smithers, soprano de cierto renombre en el mundo de la ópera y del teatro musical canadiense. Llega al escenario en un hermoso vestido negro largo, del cual las luces de escena sacan por momentos reflejos azulados (toda la iglesia está sumida en luces azules), llevando en las manos extendidas una budanfa de seda azul vivo, como símbolo del color que, desde hace siglos, representa a nuestros ojos la belleza, la pureza y la armonía, pero también la domesticidad. Largamente aplaudidos los artistas indianos: la voz de Suba Sankaran es encantadora en sus variaciones sonoras que evocan paisajes y rituales lejanos; la habilidad y profesionalidad de Trichy Sankaran son legendarias: resultan casi hipnóticos tanto el rapidísimo golpear de sus manos a los extremos del tambor como el ligero movimiento de cabeza y pie con que acompaña el sonido, a su vez quedamente subrayado por las cuerdas del chelo que Keiran Campbell roza despacio con el arquillo -peculiar bajo contínuo-.


El violín de Elisa Citterio guía hábilmente la ejecución, dialoga con el violín de Susannah Foster en la Sinfonia “La Susana” de Stradella, canta en el Concerto Grosso de Corelli, mientras que los concertistas ahora avanzan sobre el escenario, ahora desaparecen en la sombra del fondo, casi deslizándose. Cynthia Smithers tiene muy buena voz y presencia escénica, como demuestra en las dos simpáticas piezas de Lully, Les bons vins de Bourgogne e Les armes à la main, en las que canta fluctuando graciosa, entre el violín de Christopher Verrette y la mandolina de Lucas Harris que la acompañan-. Resulta menos hábil como actriz, pues por momentos su dicción no es lo suficientemente clara para que se entienda el texto. Del todo inoportuna, en cambio, me ha parecido su llegada en leotardos negros casi al final del espectáculo, cuando -habiendo trabajado por unos años con el Balet de Opera Atelier del cual conserva los defectos de coreografía- se exhibe en un corto número de danza que no es ni de época, ni clásica ni contemporánea, sólo completamente fuera de lugar en la atmósfera elegante y formal de la velada.



No comments:

Post a Comment

Note: Only a member of this blog may post a comment.