Foto: Brescia & Amisano
Massimo Viazzo
Altos
muros grises daban marco a una escena que parecía casi una prisión, en la que vivían
las tres mujeres fuertes y carismáticas, protagonistas de la opera de Strauss. Esta
fue la ambientación de la Elektra de la Scala, el último espectáculo firmado
por Patrice Chéreau antes de su
muerte, repuesta aquí con gran cuidado por Vincent
Huguet. Esta producción se originó en Aix-en-Provence en julio del 2013
trata con evidencia los rasgos de la poética del director francés con una
escena desnuda, austera, atemporal dentro de la cual el mito se hace teatro burgués
cargándose de agitaciones reales y reflejos psicoanalíticos. Así, la recitación
es muy minuciosa para analizar las más secretas emociones que se transmiten al
espectador de modo directo y de manera fulgurante. El merito fue también para
una compañía de canto, casi perfecta, dominada por Evelyn Herlitzius en forma brillante. Su Elektra convenció por el
gran magnetismo emitido y por seguridad en su canto, rico de inflexiones y claroscuros,
muy solida en los agudos que fueron precisos y firmes. Waltraud
Meier diseñó una Klymtemnenstra psicológicamente atormentada, con una
esculpida presencia escénica y Adrianne Pieczkonka con la suavidad de su canto
dio voz a una Chrysothemis exuberante y determinada. Para recordar también estuvo el Oreste de René
Pape, con su timbre seductor y aterciopelado, con una linea vocal muy
musical. Pero también todos los
cantantes que interpretaron los papeles menors (como Donald McIntyre, Franz
Mazura y Roberta Alexander) supieron dar lo mejor de si. La conduccion de
Esa-Pekka Salonen se hizo apreciar por la lucidez de su concertación y por el
cuidado de los empastes instrumentales.
Salonen supo infundir a la orquesta un tono de inexorabilidad alucinada
en todo lo que sucedía sobre el escenario para lograr un resultado artístico memorable.
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