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Massimo Crispi
El recital de June
Anderson y Jeff Cohen, que
remplazó al del bajo Vitalij Kowaliow, en el programa del Maggio 2014, estaba
concebido, como la misma Anderson declaró al final del concierto, para el
Teatro de Châtelet de Paris. Pensado para un público francés ¿para justificar
la ausencia de arias italianas en el programa? El programa, mezcló una elección
de mélodies francesas en la primera parte y des songs de Musicals de Broadway
en la secunda en lo que fue una “gourmandise” para los apasionados de la música
rara y para los fans de la soprano estadounidense cuyas exhibiciones en el
escenario escasearon en estas últimas décadas. Se puede decir sin duda que las mélodies
elegidas por Anderson no eran las mas idóneas para su voz de hoy, que a su
sesenta y un años no está más la magia de joyas vocales que nos intoxicaron por
mucho tiempo. También se puede añadir que el mundo íntimo, y de vez en cuando,
retorcido de la mélodie entre los dos siglos (Fauré, Debussy) no es el mundo
donde Anderson se mueve con ojos vendados, aún si la clase desbordante de la
soprano fuera evidente. Desafortunadamente el bonito timbre hoy resulta un poco
opaco y muchas suavidades de su voz, indispensables en ese repertorio, se
perdieron obligándola a utilizar de vez en cuando, demasiados “portamentos”. O
quizás fuera solo porque en esta ocasión la cantante/actriz no se encontraba
bien con fragmentos abstractos y con textos poéticos (y músicas!) magníficos
pues lejos de la representación teatral que parece ser mas fácilmente su “cup
of tea”. Solamente con la obra de Poulenc, “Fancy”, “C”, y sobre todo en el
último monologo “La dame de Monte-Carlo” donde, quizás por su tamaño y por la
multifacética estructura dramática de esa mélodie, finalmente la tigresa del
escenario se despertó y causó el delirio del público. Eso es lo que el público
esperaba de ella: personajes. La secunda
parte del programa, totalmente americana y teatral, fue decididamente mas
adecuado a la personalidad de la soprano, que nos regaló momentos mágicos con
los fragmentos de Bernstein (“Dream of me”, de “Peter Pan” y “A little bit in
love” de “Wonderful Town”), autor que ella ama mucho y que la amaba muchísimo:
Anderson fue la brillante Cunegonde en la famosa grabación de “Candide” en
Londres dirigida por el mismo Bernstein poco antes de fallecer. En seguida dos canciones de Stephen Sondheim, le
segunda fue la célebre “Losing my mind”, con una interpretación intima y
conmovedora. Los dos fragmentos de Kurt Weill, la etapa sucesiva, fueron cantados magníficamente: “My
ship” de “Lady in the dark” y sobre todo el tango-habanera en francés “Youkali”,
la isla seductora y arcana inalcanzable, metáfora de un lugar utópico donde
refugiarse, le dieron a la Anderson la manera de lucir todo su charme. Gran
final con dos songs de Jerome Kern: “Yesterdays” de “Roberta” y “Cant help
lovin’ that man” de “Show Boat”, muy intensos. La única observación que le se
puede hacer a la artista es que la gama de los songs de musical es demasiado
central y comprimida para la extensa voz de soprano lírico ligero de Anderson,
pero su interpretación fue tan intensa, quizás enriquecida por la edad y la
experiencia, que se le puede perdonar todo. También el pianista Jeff Cohen, que
en la primera parte no estuvo más que correcto, sin particulares esguinces
interpretativos, en el segundo tiempo del recital se puso más cautivante. Bis, con voz cansada pero con verve, con dos
arias de su amado Rossini: “Giusto ciel” de “Maometto II” y la brillante aria
“La fioraia fiorentina”, donde el público reencontró la amiga belcantista de un
tiempo. Teatro medio vacío, sin saber porqué, pero el público feliz. Y,
efectivamente, escuchando a artistas como Anderson, al final de su carrera pero
en buena forma vocal, como pasó la semana pasada aquí en Florencia con Devia,
solo puede tranquilizar a los fans que la magia podrá durar un poco más.
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