Foto: Lynn Lane
Carlos Rosas T.
Como cierre de su temporada 2013-2104 la Ópera de Houston estrenó
una nueva producción de Carmen de Bizet, ópera que según estadísticas de la asociación
Opera América, es la segunda ópera más representada en el mundo después de La
Traviata. Carmen es realmente una obra popular y es piedra angular de temporadas,
pero en Norteamérica, particularmente los teatros más importantes como Houston,
deberían enfatizar más la parte artística ofreciendo operas menos conocidas
intentando ampliar su repertorio, y dejar de pensar solo en la parte económica,
así como de no subestimar al publico argumentando que este solo asiste a ver
obras conocidas. El tema económico al final dicta el repertorio en los teatros estadounidenses,
prueba de ellos es que en la creación de este montaje participaron los teatros de
San Francisco Opera y Chicago. Enfocándonos
en la función, la dirección escénica fue del director y coreógrafo de Broadway,
Rob Ashford, quien optó por transformar la obra en un “musical” con bailables y
coreografías durante el transcurso de la acción y desde la obertura misma, con
bailarines, toreros, gitanas, y la figura de un toro que se movía sobre la
escena y aparecía continuamente, incluso la protagonista bailaba, en una escena
saturada de movimiento sensuales y bailes, lo que pareció entretener, pero a su
vez una manera fácil de desvirtuar la obra dándole un tono lúdico que no
contiene. Continuando con la línea “Broadway” las austeras escenografías de David Rockwell, fueron diseñadas con
elementos curvos y angulares, que representaban, montañas, muros, con en el
musical Mamma Mia; y los vestuarios de Julie
Weiss fueron coloridos y de diversas épocas y estilos, negro para Carmen. Adecuada fue la iluminación. Del papel de
Carmen se encargó la soprano puertorriqueña Ana María Martínez, quien sacó provecho de su atractiva figura y mostró
sensualidad y carácter sobre la escena, pero su voz careció de cierta oscuridad
y autoridad y en ciertos pasajes palideció por su ligereza. Martínez es una intérprete versátil que ha
incursionado en diversos repertorios como Rossini, Wagner, Janacek, Verdi,
Handel; pero su continua presencia en este escenario hace a uno pensar bajo qué
criterios de casting este teatro recurre a los mismos artistas, impidiendo
conocer otras voces. Brandon Jovanovich tuvo sólidos argumentos vocales para interpretar
convincentemente a Don José; apasionado y obsesivo en escena, pero un poco
exagerado en sus movimientos. El barítono
Ryan McKinny fue un seguro Escamillo
de pulida y brillante tonalidad en su timbre baritonal. Delicada y dulce fue la
Micaela de Natalya Romaniw, correcta
en la interpretación de su aria. Discretos
estuvieron el resto de los cantantes, aunque por su calidad Uliana Alexyuk, en su quinto papel esta
temporada, incluida Gilda en Rigoletto, merecería mejor suerte que un papel
como Frasquita. Correcto estuvo el coro y rutinaria la conducción musical de Rory Macdonald con una orquesta fuera
de balance e injustificada fuerza en ciertos pasajes.
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