Foto: Teatro Comunale di Modena
Renzo Bellardone
Para vivir y
sobrevivir entre las olas de la intemperie a las la vida inevitablemente nos
enfrenta, el género humano necesita de fantasía, de ilusiones imaginarias, de
historias imposibles pero con final feliz. Los Pescadores de Perlas se insertan
justamente en esas paredes mentales que se cierran para ofrecer una vía de
evasión y un ilusorio mundo fantástico, y entre mitos y fantasía en una difícil
realidad es como se desarrolla la trama de la ópera de Georges Bizet. El texto no es particularmente lirico, pero
en compensación, la partitura es increíblemente bella y rica de tonalidades
poéticas y dolorosas vibraciones La lectura que fue conservada en su totalidad
en la puesta escénica de fin siècle para
abrirse a un nuevo mundo. Patrick
Fournillier propuso una lectura armoniosa, lineal y homogénea, siguiendo la
filosofía madre de la ópera. La puesta en escena de Giorgio Ricchelli fue simple y eficaz a través de insertar algunos
elementos escénicos distintivos y claramente individuales. La dirección de
Fabio Sparvoli creó movimientos fieles a la idea primaria de la ópera
distinguiendo la vida real de la imaginaria. El ballet dirigido por Annarita
Pascualli fue sobre la misma longitud de onda con movimientos de danzas tribales
y una sinuosidad soñadora en el imaginario colectivo. Filológicos y ricos
fueron los vestuarios de Alessandra
Torella. Martino Faggiani fue el director del protagonista coro del Teatro
Regio de Parma, apreciado en otras producciones como Payasos, tanto por su
claridad coral como por la búsqueda de coloridas emociones. Muy bello fue el
dueto y el terceto de llenaron de estrellas la línea y el claro fraseo de los
intérpretes. Frescos y envueltos los intérpretes, infundieron delicadeza y
vigor a los sentimientos de amor, casi fraterno, y a las pasiones de
sentimientos, y de carne a la traición y al perdón que caracterizan la obra. En
Módena el personaje de Nadir fue encomendado al joven tenor mexicano Jesús León quien ofreció una prueba de
calidad, apreciada por un público que tiene la voz de Pavarotti en el
corazón. En particular en el aria “Je
crois entendre” el resultado fue límpido, diamantino logrando a infundir gran
sentimiento participativo y comunicativo. Leila fue interpretada por Nino
Machaidze con limpio y rotundo cuerpo vocal, con interesante dúctil agilidad y
segura y brillante emisión sobre una grata homogeneidad linear. Luca dall’Amico fue el bajo que dio voz
al sacerdote Nourabad, que no es muy larga pero lo suficiente para externar
profundidad en su timbre. Zurga fue el imponente (en físico y voz) Vincenzo Taormina quien realizó el
papel con gran atención vocal y prestancia de actoral. El grato color bronceado
de su voz se redondeó en los momentos de tierno sentimiento y delineó autoridad
en la escena de celos. Fuerte presencia escénica que encontró exaltación al
final cuando se encontró solo sobre el escenario, rico por el perdón concedido.
¡La música vence siempre!
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