Credito: Pablo Bielli
Luis G. Baietti
El
Teatro Solís cumple este año 10 años de su reinauguración después de un
prolongado cierre y una reforma que lo puso casi a nuevo. A partir de ese momento
desarrolló una intensa y variada programación que incluyó no sólo la habitual
temporada de la Comedia Nacional Uruguaya que tenía su sede normal en la Sala,
sino una serie de otros espectáculos comenzando inclusive a producir
espectáculos de ópera. Precisamente la intención era festejar este aniversario
con una producción de gran nivel que incluyera en los papeles protagónicos a
dos primeras figuras de la lírica uruguaya que están haciendo una importante carrera
en Europa: Carlos Ventre y María José Siri La intención se frustró parcialmente
cuando Ventre sufrió un accidente en medio a una función que obligó a que fuera
retirado de escena en camilla y tuvo que cancelar todas sus funciones en los
meses siguientes para reponerse. A última hora se salió a buscar un sustituto y
se consiguió al joven tenor brasileño Juremir Veira que ha actuado en diversos
teatros de Europa y ha sido miembro estable de la Opera de St. Gallen (Suiza)
donde cantó una amplia gama de roles incluyendo varios papeles de lirico-spinto.
Manon Lescaut es como se sabe el primer éxito de Puccini, el que le abrió las
puertas de la fama. Basado en la misma historia que inspirara la célebre Manon
de Massenet presenta la particularidad de que los autores han elegido escenas
diferentes de la obra, por lo cual en el fondo sólo hay una escena que está
presente en las dos obras: la escena inicial en la taberna. Y los dos momentos
culminantes de la partitura de Puccini inexistentes en Massenet: el aria del tercer
acto del tenor (pazzo son ) porque en Massenet Manon muere antes de ser
embarcada para América y la excelente escena final en el desierto, la escena
más bonita y más dramática de la Opera, que por las mismas razones no existe en
Massenet. El Teatro Solís ha servido con gran calidad al texto de Puccini con una
magnífica puesta en escena, respetuosa del argumento, de la época y de los
personajes, que introdujo la novedad de incluir entre acto y acto lecturas de
la novela original que contribuyen ( particularmente la última ) a aclarar la
acción. Bellísimas y económicas escenografías basadas principalmente en
proyecciones, que dieron estupendamente todos los climas en que se desarrolla
la acción.
En tren de ser detallista podrían criticarse algunos desplazamientos
en el tercer acto que van contra la lógica de la escena. Ejemplo: Des Grieux
rodeado de guardias con escopeta no podría sostener su rebeldía más de 30
segundos sin caer acribillado) Y una falla contra la que protesto enfáticamente:
la iluminación y su preferencia por las penumbras que por momentos hicieron
imposible distinguir las facciones de los cantantes. En particular es una
crueldad contratar a una soprano que es también una terrífica actriz dramática
y luego no permitir que se la vea sumiendo su rostro en una tiniebla total. Musicalmente
todo corrió sin sobresaltos, con una muy buena concertación del Maestro Martín Lebel,
que quizás debiera moderar un poco la sonoridad de la orquesta especialmente en
el acto 4 , donde los cantantes no pueden cantar a viva voz porque sería
contrario a la situación dramática Incidentalmente , el Solís y el Sodre sufren
del mismo problema: no tienen un verdadero foso orquestal y la orquesta está
enteramente a cielo descubierto lo que hace que su sonoridad sea más acentuada.
María José Siri está en un punto altísimo de su carrera y el papel,
especialmente los 3 primeros actos, le cae como un anillo al dedo a su voz de
soprano esencialmente lírica con un estupendo registro agudo, y un registro
grave más generoso de lo normal en su cuerda. Es además una actriz consumada,
dando gran vida a su personaje y a las mutaciones que sufre. Cantó el último
acto con gran fuerza expresiva y entrega emocional, pero tuvo que luchar contra
varios factores adversos que conspiraron contra el clima: la orquesta demasiado
fuerte que le restó sonoridad a sus notas graves, la falta de un auténtico
dramatismo en su compañero de elenco muy correcto como actor pero no a la
altura de ella, y la mala iluminación que impidió percibir sus expresiones
faciales. Juremir Vieira es el tenor que todo director de un teatro de ópera gustaría
tener en su elenco estable. Seguro musicalmente, con un buen fraseo, aceptable
disposición escénica, tiene agudos seguros y un grave escaso pero operativo.
Con él en la casa no habría función que se suspenda porque él puede suplir a
todos sin poner en peligro el espectáculo. No está exento de limitaciones: los
agudos son metálicos y no muy acariciadores, los graves como ya dije apenas
suficientes y sus dotes de actor correctas pero limitadas, Atribuyo especialmente
a esto que la versión no haya tomado fuego a partir del pazzo son como debiera
ser, y que la escena final no haya producido el impacto que debe producir. Federico Sanguinetti y Marcelo Otegui
fueron respectivamente un Lescaut y un Geronte de lujo, con una excelente
vocalidad y muy buena actuación, con destaque para Otegui por la forma en que
logro dar la vejez de su personaje, algo exagerada en esta versión que lo hizo
innecesariamente semi paralitico. El maquillaje que hubiera precisado para hacer
totalmente creíble su reciente Felipe II de Don Carlo en BA donde se lo veía
demasiado joven Fue un placer oír la
bella voz tenoril de Andres Presno en un papel que le permitió exhibir su
timbre real al no ser un tenor característico como suele ser el caso, Dejó
también muy buena impresión como el Farolero la bella voz del tenor Alfredo Belloni
a quien habrá que oír pronto en papeles de mayor relevo, Álvaro Godiño en el doble papel de Posadero y Sargento fue
un importante apoyo con una segura interpretación. Y dejaron una impresión
correcta los demás comprimarios Julia Bregstein, Marcelo Sosa y Gonzalo
Fletcher.
No comments:
Post a Comment
Note: Only a member of this blog may post a comment.