Foto: Patricio Melo / Teatro Municipal de
Santiago
Joel Poblete
En cualquier escenario lírico que incluye
en su programación esa extraordinaria obra maestra que es el Otello de
Verdi, es inevitable que siempre se generen muchas expectativas entre el
público. Y el estreno el sábado 02 de agosto de la nueva producción que la
trajo de regreso al Teatro Municipal de Santiago, tras ocho años de ausencia y
como cuarto título de su temporada lírica, no fue la excepción. De
partida, porque la última vez que se llevó a la escena en el Municipal, en
2006, quedó un recuerdo algo amargo, ya que no alcanzaron a realizarse
todas las funciones originalmente programadas, a raíz de la crisis interna que
afectó al teatro en esas fechas. Entonces, el retorno de la obra era muy
esperado, y afortunadamente los resultados superaron las expectativas: en su
conjunto, considerando como un todo los logros musicales y escénicos, es sin
duda el espectáculo más notable que hasta ahora ha ofrecido la temporada lírica
2014 del principal coliseo operístico chileno, tras Katia Kabanova, Puritani
y Lakmé.
A primera vista, lo que más deslumbra de
este montaje es la contundente y vital propuesta escénica. El talentoso régisseur
Pablo Maritano, una de las más destacadas figuras en la actual escena lírica en
Argentina, ya había cosechado elogios el año pasado en el Municipal con su
versión de otro clásico verdiano, El trovador, y ahora superó un desafío
aún mayor, considerando que al ser una brillante adaptación de una de las
principales tragedias de Shakespeare y gracias al trabajo conjunto entre Verdi
y su libretista Arrigo Boito, Otello es una de las óperas más potentes
en lo teatral del repertorio universal. Justamente en lo que puede
considerarse un acertado guiño al emblemático autor inglés al conmemorarse este
2014 los 450 años de su nacimiento, el concepto de Maritano giró en torno a un
hábil dispositivo escénico circular que se abre, cierra y desplaza, está presente
permanentemente durante tres de los cuatro actos de la obra y evoca al célebre
Teatro Globo donde se presentaron muchas de las obras del Bardo, incluyendo
justamente Otello. Aunque en un comienzo, en el primer acto, podría
temerse que esta idea sería reiterativa y reduciría el espacio o limitaría
el desplazamiento escénico de los solistas y el coro, finalmente se confirmó
como una certera base para esta dolorosa y profunda historia de celos,
traición y muerte. El director de escena contó con la complicidad
del diseñador -también argentino- Enrique Bordolini,
cuya efectiva escenografía e iluminación se complementaron muy bien con el
hermoso y vistoso vestuario del italiano Luca Dall'Alpi, conformando
momentos de gran belleza plástica, como en el sublime dúo "Già nella notte densa", o en los momentos de "teatro
dentro del teatro" que diseñaron para los dos primeros actos.
Desde la intensa escena de la tormenta
que abre la obra hasta el golpe de escena que la finaliza, en su régie Maritano
no se quedó sólo en lo visual y en la superficie, ya que supo aprovechar al
máximo cada uno de los numerosos detalles y recursos teatrales de una partitura
que funciona como un mecanismo dramático perfecto; esto resultó muy bien tanto
en los efectivos momentos solistas -por ejemplo, fue memorable el
"Credo" del villano Yago- como en los que en otras puestas en escena
tienen menos relieve o impacto, como el cuarteto del segundo acto. Y lo bueno
es que contó con cantantes que no sólo se conformaron con afrontar las muchas
exigencias musicales de sus roles, sino además se comprometieron en lo
actoral.
Tomando en cuenta que esta ópera ha contado
en el escenario santiaguino con artistas tan ilustres en el arduo rol
protagónico como Carlo Cossutta o los chilenos Renato Zanelli y Ramón Vinay
-este último, en seis ocasiones distintas entre 1948 y 1969, incluyendo su
despedida mundial del personaje-, y que incluso su más reconocido intérprete en
las últimas décadas, Plácido Domingo, incluyó fragmentos en esa misma sala en
conciertos solistas, no es menor la tarea para quien cante en el Municipal este
rol. Siempre, en cualquier teatro del mundo, es un logro inmenso encontrar un
buen Otello. Y en el Elenco Internacional, con su debut latinoamericano, el
lituano Kristian Benedikt, quien ha encarnado al "moro de Venecia" en
importantes teatros europeos, es de verdad un gran Otello: aunque ocasionalmente
en el estreno dio la impresión de estar superando algunos problemas de salud,
Benedikt supo controlar y manejar con excelencia una voz sólida y bien
timbrada, que quizás podría desarrollar mayor proyección sonora en la sala,
pero de todos modos fue capaz de superar todos los escollos, incluyendo algunas
expuestas notas agudas; y en lo actoral, fue absolutamente creíble y emotivo,
tanto en sus escenas solistas como en los dúos con Desdémona y Yago.
Tres años después de dejar una positiva
impresión con su debut en Chile en otra ópera de Verdi, "Simón
Boccanegra", la soprano estadounidense Keri Alkema regresó para encarnar
por primera vez en su carrera a Desdémona, y su desempeño fue espléndido, tanto
por su presencia escénica como especialmente por su voz rica y cálida, de buen
volumen y potencia, que se adapta muy bien a los roles verdianos, luciéndose en
particular en el cuarto acto, con una conmovedora entrega de la "Canción
del Sauce" y el "Ave Maria". Por su parte, el barítono de Azerbaiyán
Evez Abdulla fue un Yago sorprendente e implacable, lleno de energía, cantado
con fuerza y convicción, conformando un memorable villano que guió la intriga
logrando ir más allá de los clichés y la caricatura y se complementó muy bien
en lo teatral con el Otello de Benedikt.
Además de la rotunda voz del bajo ruso
Alexey Thikhomirov en su breve aparición como Lodovico -personaje que encarna
en los dos elencos que abordan esta obra en el Municipal-, apoyando a los tres
protagonistas se cuenta con un muy buen reparto compuesto por artistas
chilenos, destacando especialmente el tenor Sergio Járlaz, un Casio muy bien
cantado -con buen volumen y proyección- y desenvuelto en la actuación, mientras
una vez más la mezzosoprano Evelyn Ramírez tuvo una lucida presencia, esta vez como
Emilia, un rol que a menudo queda demasiado en segundo plano pero acá tuvo
mayor relevancia.
El gran mérito en la buena fusión entre
lo musical y lo teatral que alcanza esta producción en su Elenco Internacional
no sólo reside en su equipo escénico y los cantantes, sino también en la
dirección musical del maestro italiano Antonello Allemandi, al frente de la
Orquesta Filarmónica de Santiago. Este reconocido director ya había tenido muy
buenas presentaciones previas en el Municipal, con dos comedias donizettianas
tan populares como "Don Pasquale" en 2011 y el año pasado "El
elixir de amor"; ahora, con su incursión en el drama verdiano, volvió a
confirmarse como un músico sensible e inteligente, preocupado de los detalles y
del equilibrio entre el foso y la escena. Y como ya es tradición, el Coro del
Teatro Municipal, dirigido por Jorge Klastornik, estuvo sólido y efectivo en
sus intervenciones, que en "Otello" son puntuales y contadas, pero
muy exigentes, como en el inicio del primer acto y en la gran escena de
conjunto del tercero.
En el segundo reparto, el llamado Elenco
Estelar, que debutó el miércoles 06 de agosto, también había muchas
expectativas, en particular por su protagonista. Desde que el tenor
chileno José Azócar debutara como solista en escena en 1988, precisamente en el
Teatro Municipal de Santiago, muchos operáticos imaginaban o profetizaban que
en algún momento podría llegar a abordar el arduo rol protagónico en
"Otello". Pero aunque ha desarrollado una destacada trayectoria
nacional e internacional abordando algunos de los papeles más exigentes
para tenor -pese a nunca dejar de vivir en Chile, ha cantado en escenarios
de países como Argentina, Uruguay, Brasil, España, Estados Unidos,
Inglaterra y Alemania-, aún no había abordado este personaje. Hasta ahora, un
cuarto de siglo después de su debut, y en una actuación que en más de un
sentido se podría calificar como un hito no sólo en su carrera, sino además en
la escena operística local: desde el legendario Vinay que un tenor chileno no se
atrevía a abordar al moro, y si había alguien que siempre pareció el indicado
para hacerlo alguna vez en ese país, era Azócar. Por supuesto que no era
aconsejable que lo hubiera hecho en sus primeros años de carrera, pero el color
oscuro de su robusta voz y la potencia y seguridad de sus notas agudas parecían
predestinarlo a al menos intentarlo alguna vez en su carrera, sobre todo con el
oficio y experiencia acumulados durante más de 20 años en los escenarios.
Y aunque el resultado no puede
calificarse por completo de extraordinario, no deja de ser meritorio y digno de
los entusiastas aplausos recibidos al final del estreno, porque a sus 53 años y
a pesar de que al igual que su colega en el Elenco Internacional, Azócar
exhibió notorios signos de estar lidiando con algunas dificultades de salud
-tosió en varias oportunidades a lo largo de la función-, su desempeño igual
fue contundente. Siempre apoyado por la eficaz pero no demasiado incisiva
dirección orquestal de José Luis Domínguez al frente de la Filarmónica de
Santiago, y sin dejar de lado ciertos "tics" habituales en él
-como estar demasiado pendiente de mirar al director, algo entendible pero que
siempre se puede tratar de disimular un poco más-, su encarnación del moro fue
muy esforzada y comprometida; la voz sigue siendo poderosa y consiguió superar
casi todos los agudos de manera muy lucida, y aunque su actuación suele ser
convencional y esquemática y se queda más en lo externo de un rol tan complejo
como Otello, de todos modos se notó un mayor despliegue y voluntad teatral que
en otros papeles que ha interpretado. Considerando que este era en rigor su
debut en el rol, su logro es enorme, y con más rodaje y funciones en el cuerpo
a futuro, es probable que su interpretación de Otello pudiera ir creciendo aún
más. Pero desde ya este puede ser considerado un momento consagratorio en su
vida artística, si se piensa que para muchos tenores el personaje es la cúspide
de sus carreras.
Por su parte, Desdémona en estas
funciones es la soprano Paulina González, uno de los talentos líricos con mayor
potencial surgidos en los últimos años en Chile, como lo demostrara el año
pasado en dos roles tan diversos como Julieta en "Romeo y Julieta" de
Gounod y la Fiordiligi de "Così fan tutte" de Mozart, por los
que fue distinguida como lo mejor en Ópera Nacional 2013 por el Círculo de
Críticos de Arte de Chile. En un principio, considerando sus condiciones
vocales y la acertada trayectoria que ha estado desarrollando en estos últimos
años al elegir su repertorio, quizás aún era temprano para abordar este
personaje de Verdi, que si bien ha sido cantado por jóvenes sopranos líricas,
de todos modos también tiene momentos que exigen un mayor peso y color vocal;
afortunadamente, González supo superar las dificultades utilizando con
inteligencia y cuidado su voz, y fue una creíble Desdémona, que como era de
esperar destacó particularmente en su bella y melancólica escena solista en el
último acto, de manera especial en un hermoso y sentido "Ave Maria".
Al igual que en el Elenco Internacional,
en esta función se contó con un Yago muy convincente, el barítono argentino
Fabián Veloz, de voz atractiva y bien matizado canto verdiano -aún más que en
sus momentos más conocidos, como el Brindis y el "Credo", estuvo muy
bien especialmente en "Era la notte"-, tal vez más sutil y contenido
que su colega en el otro reparto, de todos modos implacable como villano y
funcionando como buen apoyo vocal y teatral para el Otello de Azócar. Por su
parte, el tenor Leonardo Navarro fue un desenvuelto y juvenil Casio, de
agradable voz, mientras Emilia, un rol habitualmente cantado por mezzosopranos,
fue abordado por la soprano Paola Rodríguez con seguridad vocal e importante
presencia escénica, en especial en el último acto.
Hola! Excelente comentario. Solamente en desacuerdo sobre la apreciación de los tenores. El del elenco internacional fue muy flojito, con una emisión algo deficiente, una voz que apenas salía de la garganta. El esultate no se escuchó, el duetto de amor con desdemona fue una desgracia, y si bien algo mejoró en el tercer y cuarto acto, nunca estuvo a la altura del resto de la producción, que fue extraordinaria. La voz ligera del tenor que interpretó a Cassio proyectaba muchísimo mejor, lo cual dice bastante.
ReplyDeleteEn el elenco estelar, en cambio, José Azócar fue un lujo, espectacular y arrollador. si, tosió, pero su desempeño vocal no se notó nada afectado por problemas de salud.
Un enorme éxito, a mi parecer.
Los dos Yagos muy buenos. El internacional, muy buen actor vocal. El estelar, con una emisión mucho más pareja, y a mi juicio aún mejor.
Saludos y gracias por compartir tus apreciaciaciones.