Foto: Coro Nacional del Peru
Gonzalo Tello / El
Comercio
La
ópera en Perú pasa por un resurgimiento, pues se entendió que este tipo de arte
no puede producirse de manera barata, descuidada y anticuada como fue durante
algún tiempo, y por lo que aún quedan prejuicios por desterrar. Una de estas
grandes iniciativas es la propuesta que el Festival Internacional de Ópera
Alejandro Granda, en su octava edición, con uno de los títulos más famosos del
repertorio: “Lucia di Lammermoor”, de Gaetano Donizetti. Basada en una novela
de sir Walter Scott, Lucia contiene elementos románticos y música brillante que
la hace una de las favoritas. El protagónico es el de una mujer que enloquece
bajo las maquinaciones de su hermano Enrico y al no poder ser feliz con
Edgardo, el hombre que ama. Para esta producción se convocó a la soprano
inglesa Jessica Pratt, quien siendo
tan joven posee una voz con gran técnica, bello sonido y agudos impresionantes.
Su interpretación se adecúa al más fiel estilo del bel canto, gracias a
conocimientos adquiridos de sus maestras Renata Scotto y Lella Cuberli. Pratt
fue la estrella y de-mostró por qué es una de las mejores intérpretes de este
rol, que ha llevado La Scala de Milán, Ópera de Roma y otros teatros
emblemáticos. Junto a Pratt disfrutamos del dramatismo del tenor polaco Arnold Rutkowski como Edgardo, quien
dio una interpretación pareja de un rol exigente, sobre todo en su dueto con
Enrico y su gran escena final. El barítono coreano Julian Kim demostró oficio con poderosa voz, presencia escénica y
enormes agudos como Enrico. El bajo croata Marko
Mimica fue un Raimondo de peso, con un bello y noble timbre en su inspirada
escena del tercer acto. Los peruanos Juan
Pablo Marcos, Edda Paredes y Dangelo Díaz estuvieron a la altura con
presencia escénica y voces de nivel. El Coro Nacional, dirigido por Javier Súnico, es un gran elenco que
brilló con su participación. La dirección del brasileño Allex Aguilera se ciñe al guion sin proponer profundidad en sus
personajes. Su escenografía minimalista funciona dando un ambiente tétrico y
sombrío, y consigue efectos visuales interesantes, como la entrada de Lucia en
su famosa escena de la locura. Los vestuarios del uruguayo Adán Martínez son ceñidos a la época, por lo que se imponen en
contraste a la moderna puesta. El director venezolano Carlos Izcaray impone un efecto sonoro dramático a pesar de la
irregularidad de la Orquesta del Festival.
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