Foto: Brescia&Amisano
Massimo Viazzo
La Scala inauguró la Expo Milano 2015 con una aplaudida producción de
Turandot. La obra maestra de Puccini no
se veía desde hace cuatro años en el escenario ‘scaligero’ pero esta fue la
primera vez que se ejecutó con el bellísimo final de Luciano Berio, un final en
diminuendo, más desvanecido y mucho más
creíble que el habitual, más optimista y triunfal, firmado por Alfano. Riccardo
Chailly, quien conoce muy bien esta ópera, ofreció una lectura muy dinámica y
teatral, y en ciertos versos, fue barbárica, con la exaltación de las
percusiones y los ritmos más obsesivos, hasta lograr en conjunto una
connotación tímbrica claramente del siglo veinte. Un éxito que convenció en la primera prueba
del nuevo director musical del teatro milanés. Como otras, fue apreciada también la premiada
producción curada por Nikolaus Lehnhoff, la cual eliminó en su visión de la
ópera todo imagen china de ilustración, colocando a la vez a Turandot en un
clima claustrofóbico y decididamente mas orwelliano. En cuanto a los cantantes,
fue muy convincente el desempeño de Nina Stemme, una Turandot solida y
sobresaliente como en la más pura tradición nórdica. Cálida y emocionante
estuvo la Liù de Maria Agresta, una soprano técnicamente aguerrida y de timbre
suave. Más estentóreo y por momentos
forzado estuvo Aleksander Antonenko en el papel de un Calaf poco cautivante en
su timbre y de un fraseo monótono. Muy
envueltos y bien coordinados estuvieron los tres ministros –Ping, Pang y Pong-
interpretados con buena dicción por Angelo Veccia, Roberto Covatta y Blagoj
Nakoski. A la vez, estuvo un poco opaco el Timur de Alexander Tsymbaluk y
seguro Carlo Bosi como el emperador. El coro del Teatro alla Scala, estuvo
siempre con sus escudos.
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