Foto: Furio Zanasi
Iván Martínez / Confabulario –El Universal
La edición 43 del Festival
Internacional Cervantino, que comenzará el próximo miércoles 7 de octubre, no
es una que vaya a destacarse por su propuesta musical. Si bien es cierto que
hay algunos aciertos muy relevantes de programación (el estreno absoluto de la
ópera La Creciente, de Georgina Derbez, o el estreno de la versión
revisada de la ópera Ana y su sombra, de Gabriela Ortiz, y un par
de recitales con solistas y grupos), la mayor parte de su sección musical se
presenta más bien nada halagüeña, sobresaliente o extraordinaria dentro de lo
que ya se puede escuchar en otras ciudades y festivales de menor importancia.
Rescato, aunque ya se haya escuchado
en la Sala Nezahualcóyotl hace algunos años, la sesión en la que el elocuente
pero siempre imprevisible Peter Wispelwey hará las Seis Suites para
violonchelo de Bach, por el proyecto fallido de hace algunos años negociado
para Misha Maisky y que ahora se concreta con el holandés. También, la serie de
presentaciones en Guanajuato y otros puntos de la República que hará el
barítono italiano Furio Zanasi, quien tiene una bien fundamentada fama por su
especialización en Monteverdi pero quien llega al Cervantino para cantar
Schubert.
Sobre estos dos compositores,
aparentemente dispares, quienes juntos cimientan su pasión por el canto,
platiqué con el barítono hace unos días.
Para llegar a ellos, me ha contado de
sus inicios como miembro de un coro en el que el principal repertorio que se
cantaba era el barroco: madrigales, música sacra, Bach… Y cómo al comenzar a
estudiar formalmente el canto, fue que conoció el repertorio lírico del siglo
XIX, con el que debutó en 1987 (La Bohéme, Roma), que no ha abandonado
pero que por razones que explicará, no está en sus principales intereses.
Pronto entramos a Monteverdi: “Mi
principal interés, en el canto, es la palabra, la poesía, la unión entre el
texto y la música, que es la que nos lleva profundamente dentro de la mente y
el corazón. Si es que hay diferencia”.
Y así sentencia: “Monteverdi ha sido
el príncipe del Recitar Cantando, en una época en la que el idioma italiano era
poesía y música en si misma. Para mí cantar es comunicar la belleza de la
palabra.”
Con lo anterior, no hace falta
elaborar mucho las preguntas para llegar al lied alemán: “En este sentido, con
todas las diferencias, me parece que el lied es la cosa más parecida al recitar
cantando que yo haya encontrado en la música de otras épocas. Quizá
personalmente ame más a Schumann, pero por eso adoro a Schubert.”
“Monteverdi encontró una forma de
hacerle música al texto. Quiero decir: es la prosodia misma del texto la que se
hace la música. Hablando de esto, pasa mucho que cantantes con poca experiencia
en el estilo, no se den cuenta que hay que ser muy respetuosos de la métrica y
del ritmo, que no hay nada de libertad en la lectura de esta música. Solo
logrando hacer propias las peculiaridades del texto se puede dejar salir la
insuperable elegancia de esta forma de escribir música”.
Para hablar en concreto de Schubert,
interrumpo y comento la definición que siempre recita el musicólogo Rogelio
Álvarez: si la elegancia tuviera un nombre, sería el de Schubert. “Habría
muchos compositores en esa competencia, por suerte. Pero claro que Schubert es
el primus inter pares”.
Surgen así las conexiones exactas:
“Schubert vive y escribe dos siglos después, hay muchísimas diferencias y el
ritmo es mucho más moderno y cercano, menos exótico a nuestro oído; también la
poesía alemana es diferente. Pero me parece que la intención es la misma: dar
voz y música a la palabra, sin hacerla una vasalla de la música.”
“La poesía no es un pretexto para
escribir una melodía. Es la razón de la melodía.”
Le pido elaborar sobre el Winterreise (El
viaje de invierno), el ciclo de Schubert que estará cantando en nuestro
país acompañado por el pianista Massimo Viazzo, pero prefiere no teorizar sobre
sus particularidades técnicas.
“Han sido escritos ríos de tinta
alrededor del Winterreise y por gente más calificada que yo,
pero sí hay un ‘viaje’ en la música. Viaje en la mente, en el alma, en nuestra
fragilidad y en nuestra fuerza, en el imaginario colectivo de una cultura tan
peculiar como la alemana, y que al mismo tiempo nos hace sentir a todos como el
mismo hombre que intenta desarrollarse individualmente… que intenta sobrevivir
en esta jungla”.
“Quizá esto sea lo más importante, ver
cómo, al final de todo, somos individuos buscando su propia trayectoria.
Estando solos. Solos como un cantante de lied en el
escenario”. Lo dice emocionado.
Para concluir, pregunto sobre el arte
de la canción en otros idiomas: “Como te dije al inicio, mi interés está en
toda la música que pueda reglarme una emoción donde haya algo qué contar,
narrar, que involucre a quien te oye en tu cuento y en tu canto. Cada idioma
tiene sus peculiaridades, sus perfumes y colores, canté mucha melodie
francaise, sobre todo Fauré. Amo a los ingleses antiguos, como Dowland y
Purcell. Y también en castellano, sobre todo barroco, mucho de Latinoamérica.
Recuerdo especialmente un concierto en México, dirigido por Gabriel Garrido,
con villancicos sobre textos de Sor Juana.”
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