Foto: Rocco Casaluci
Anna Galletti
“Life … is a tale told by an idiot, full of sound and
fury, signifying nothing”. William Shakespeare, “Macbeth”, Atto IV – Scena V. Hay una obscuridad dominante en
el Macbeth del director Robert Wilson,
que se había estrenado en el Teatro Municipal de San Pablo (Brasil) en 2012, y que
luego se representó en 2013 en el Teatro Comunale de Boloña, donde en octubre
de 2015 se ha propuesto otra vez con gran éxito. Al enfrentarse con una ópera
de mucha intensidad Wilson, polifacético artista de Texas, opta por una realización
sobria, en la que la luz y unos pocos elementos, por lo general luminosos, se
insertan con continuidad en la obscuridad, sin que en algun caso logren
romperla. Se trata de un montaje muy refinado y de gran equilibrio formal, que
demuestra que lo moderno puede ser tan elegante como lo clásico, mientras que
sea la expresión de sencillez, de linealidad en la composición de las formas,
de una búsqueda de contrastes netos pero jamás violentos. El furor ya está en
la ópera y no necesita ser demasiado evidenciado. Surge del drama de los
personajes, lo real de quien es asesinado o asiste al asesinato de sus seres
queridos, y lo interior de quien es responsable de esas acciones tan crueles.
Surge del sonido, por el profundo lirísmo de una música que contrasta con la sombra
de las voces, marcada por el registro estilístico elegido por el director de la
orquesta. La lectura de Roberto Abbado
de hecho va directamente al asunto central de la ópera, no rehúye los aspectos
más lúgubres y encubre la tragédia de un denso velo sonoro que la entreteje
hasta el preciado triunfo final. Surge del sonido aún gracias a las voces
elegidas. Giuseppe Verdi había confiado el rol de Macbeth a un barítono y ya
para el estreno de la ópera había recomendado que la soprano que tenía que interpretar
a Lady Macbeth, incluyendo algunos momentos en estilo casi-recitativo, tuviera
una voz no pura, cristalina, pero al contrario
más cálida, incluso aspera. Macbeth es el cantante uruguayo Dario Solari, quien convence desde el
inicio, hasta crecer en intensidad en las partes finales. Solari tiene una voz
plena y una emisión casi demasiado clara para este rol, que todavía logra
controlar excelentemente para no alejarse de los colores de la ópera. Amarilli Nizza se ha revelado óptima intérprete
de Lady Macbeth y no solamente bajo el perfil vocal. Las sonoridades que elige
resultan perfectas para su personaje, pasando de la exaltación de su crueldad a
la locura que la lleva a su fin. Los pianissimo
y los casi recitativos aparecen bien interpretados y gracias a ellos Nizza
añade densidad a una interpretación que confirma su calidad. El tercer
personaje central de este melodrama es un personaje colectivo, es decir el coro
de las brujas, con el cual el compositor introduce un mundo fantástico y profético;
un mundo echo también de apariciones – las de las brujas y de desapariciones – en
primer lugar las de Macbeth y de Lady Macbeth, quienes ambas mueren afuera del
escenario. El Coro del Teatro Comunale –
dirigido por Andrea Faidutti – acá y
en los otros lugares de la ópera donde se presenta, es una vez más muy
apreciado, recogiendo un extenso y merecido asentimiento del público. El bajo Riccardo Zanellato, en el rol de Banco,
se hace igualmente apreciar; con su hermosa firmeza vocal le da a su personaje
un equilibrado conjunto de sobriedad y solemnidad. Lorenzo Decaro cómo Macduff y Marianna
Vinci cómo la Dama de Lady Macbeth completan muy bien el elenco de este
Macbeth. Finalmente hay que mencionar el vestuario del italo-francés Jacques
Reynaud, costume designer que ya
varias veces ha sido colaborador de Robert Wilson. La concordancia entre los dos
artistas es cierta: en efecto, la decisión de Wilson que los personajes se
desplacen en el escenario con movimientos moderados, geométricos y en
prevalencia en un plano monodimensional se encuentra resaltada por el éstilo
del vestuario.
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