Fotos gentileza Teatro Colón. Crédito: Arnaldo Colombaroli
Gustavo
Gabriel Otero
Twitter: @GazetaLyrica
Buenos
Aires, 20/10/2018. Teatro Colón. Giacomo Puccini: La Bohème. Ópera en cuatro cuadros. Libreto de Giuseppe Giacosa y
Luigi Illica, basado en ‘Scènes de la vie de bohème’ de Henri Murger. Stefano
Trispidi, dirección escénica. Enrique Bordolini, escenografía e iluminación. Imme
Möller, vestuario. Coproducción del Teatro Colón con la Ópera de Tenerife
(España). Mariana Ortiz (Mimí), Attala Ayan (Rodolfo), Jaquelina Livieri (Musetta),
Fabián Veloz (Marcello), Fernando Grassi (Schaunard), Carlos Esquivel (Colline),
Luis Gaeta (Benoit), Víctor Castells (Alcindoro), Sergio Spina (Parpignol), Leandro
Sosa y Luis Loaiza Isler (Aduaneros). Orquesta, Coro de Niños y Coro Estables
del Teatro Colón. Director del Coro: Miguel Martínez. Director del Coro de
Niños: César Bustamante. Dirección Musical: Joseph Colaneri. Representación
dedicada a la memoria de la soprano Montserrat Caballe.
Desde 1995 La Bohéme se vio en el Teatro Colón en cuatro temporadas (1995,
1999, 2006 y 2010) en todas ellas la producción escénica fue nueva y no volvió
a utilizarse otra vez. A ocho años de su última reposición la ópera vuelve con
otra nueva puesta en escena -en coproducción con la Ópera de Tenerife (España)-
y la pregunta sobre el sentido de encarar óperas de repertorio con nuevas
producciones cada vez que suben al escenario vuelve a nuestras mentes. ¿No
puede el Colón utilizar una producción de calidad de sus archivos -por caso
quizás la mejor de los últimos años fuera la de 2006- y utilizar los dineros
públicos en cantantes de real valía internacional y no dilapidar recursos en
escenografías? Stefano Trespidi diseñó un movimiento
teatral de corte tradicional y sin grandes sorpresas pero con un minucioso trabajo
de marcación. La escenografía de Enrique Bordolini, que ubica la acción más
cerca de finales del siglo XIX, es a la par bella, bien diseñada y funcional.
La iluminación del propio Bordolini refuerza el concepto escenográfico y el
vestuario de Imme Möller es atractivo como todo el concepto visual. El elenco vocal fue totalmente
latinoamericano. Lo encabezaron la soprano venezolana Mariana Ortiz y el tenor
brasilero Attala Ayan, mientras que el resto de los artistas fueron argentinos. Mariana Ortiz como Mimí aportó simpática
presencia en escena y una faena vocal interesante. Attala Ayan fue un Rodolfo
de correcto fraseo y adecuada prestación. Dos protagonistas que no lograron
insuflar la pasión necesaria a sus roles. Fabián Veloz fue un Marcello de perfectos
acentos mientras que Jacquelina Livieri descolló como Musetta. Ambos fueron,
sin dudas, lo mejor del elenco. Correctos Fernando Grassi (Schaunard) y
Carlos Esquivel (Colline), perfectos y efectivos Luis Gaeta (Benoit) y Víctor
Castells (Alcindoro) en sus roles buffos, y un lujo Sergio Spina como Parpignol
un tenor que está preparado y capacitado para roles de mucho mayor enjundia. Adecuado
el resto del elenco. Los coros muy bien preparados por César
Bustamante (niños) y Miguel Martínez (adultos) dieron calidad al segundo acto. El maestro Joseph Colaneri condujo con
pericia a la Orquesta Estable que tuvo buena respuesta. La versión, en suma, resultó prolija y
equilibrada, pero no fue mucho más allá de la corrección.
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