Fotos: Gentileza Lírica lado B. Crédito Noelia Pirsic.
Gustavo Gabriel Otero
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Buenos Aires,
07/10/2018. Templo Escondido del Museo Santa Felicitas. Giacomo Puccini: Suor Angelica. Ópera en un acto, libreto de Giovacchino Forzano.
Ximena Belgrano Rawson, dirección escénica. Alicia Gumá, vestuario. Rodrigo Parise, elementos escenográficos,
utilería y diseño de luces. Daniela Tabernig (Suor Angelica), Alejandra Malvino
(Zia Principessa), Carina Hoxter (Suor Genoveva), Ayelén Regalado (Suor
Osmina), Verónica Cano (la Abadesa), Mairin Rodríguez (la celadora), Roxana
Deviggiano (la maestra de novicias), Vanina Guilledo (enfermera), Romina Jofre
(mendicante), Myriam Casanova (mendicante), Susana Gómez (Suor Dolcina /
Conversa), Natalia Bereskyj (conversa / novicia), Isabella Pascucci Belgrano (novicia).
Orquesta de la compañía ‘Lírica Lado B’, Coro Regina Coeli, Coro de Niños de la
compañía ‘Lírica Lado B’. Director de los Coros: Fermín Prieto. Dirección Musical: Ezequiel Fautario. Espectáculo presentado y
producido por la Compañía ‘Lírica Lado B’.
La compañía Lírica Lado B se caracteriza desde su
nacimiento por ofrecer un repertorio infrecuente a lo que le suma formas de
producción alternativas y utilización de espacios no convencionales. En este
caso volvió a la actividad con Suor
Angelica de Puccini, quizás el título del Tríptico del maestro de Lucca más
maltratado e infravalorado. La experiencia
de ver ópera en un lugar no convencional ya es de por si gratificante; si le
sumamos un ámbito más que adecuado para la acción escénica, un muy buen nivel
musical, un uso de los espacios inteligente y excelencia en los protagonistas
la noche resulta, cuanto menos, perfecta. Como locación se
utilizó la arquitectura de un templo real -aunque el edificio no se haya
utilizado jamás para el culto religioso- que se encuentra en el primer piso del
Museo de Santa Felicitas en el porteño barrio de Barracas. La estructura
eclesiástica del lugar resultó ideal para ambientar este drama que ocurre en un
convento de clausura. Unos pocos elementos sirvieron para complementar lo dado
por la arquitectura: un escritorio para Angelica, algunas sillas, una mesa
donde se amasa pan, dos plataformas, una pequeña fuente y muchos candelabros
con velas encendidas.
El espacio no tiene Altar -dado que nunca se utilizó como
Iglesia- y el espacio que ocuparía está libre, esto permite el libre juego
escénico. Desde antes que comience la acción ya están las artistas: alguna
monja teje, otra limpia el piso, amasa o arregla una estructura metálica; al
fondo suor Angelica en su escritorio leyendo y atendiendo sus plantas. Muy poca
luz artificial, casi toda iluminación con velas. El clima es perfecto. Ximena Belgrano Rawson acierta,
junto con su equipo, en la ambientación y en los movimientos escénicos. La
cercanía del público con los artistas sirve para involucrarse aún más en la
acción. El único punto débil es el ‘milagro’ del final que resulta fallido. La orquesta se
ubica en la mitad del espacio y por detrás, el público la tiene a su izquierda
mientras que de frente puede seguir la acción, el coro está en lo alto. Esto
requiere toda una proeza de articulación y en este caso se logró. La reducción
orquestal de Héctor Panizza es más que adecuada para las dimensiones de la sala
y no hace perder la esencia de las texturas orquestales originales. Ezequiel Fautario en la dirección
musical logar dar a cada momento el tinte justo y conducir con éxito la nave a
buen puerto, cosa que considerando el espacio y las ubicaciones de cada uno de
los elementos es sencillamente una proeza. Por otra parte
se estrenó el fragmento ‘amici fiori’
que había sido retirado de la partitura en 1922 y que comenzó tímidamente en
1993 a ser restablecido. Esas frases no sólo pintan acabadamente a la
protagonista y su sapiencia sobre botánica sino que demuestran la modernidad de
Puccini tanto en la línea vocal como en lo musical y en la orquestación. El nutrido
elenco femenino fue solvente y eficaz así como los Coros. Se destacaron las
rotundas voces de Verónica Cano (La
Abadesa) y Mairín Rodríguez (la
celadora) así como la sutileza de Carina
Höxter (Suor Genoveva) sin desmedro de todo el elenco. Nuevamente fue
modelo de compenetración escénica y calidad vocal la mezzosoprano Alejandra Malvino que personificó una
temible Zia Principessa, en lo que resultó otro jalón de triunfo para la
artista con una destacada carrera de absoluta profesionalidad y seriedad
interpretativa. Pero en esta
breve ópera todo cae por tierra si no se tiene una protagonista de fuste y en
este caso Daniela Tabernig -una de las
mejores sopranos de su generación y a la vez una de las grandes figuras de la
lírica actual en la Argentina- cumplió de punta a punta de la partitura con los
grandes desafíos de de Suor Angelica. Del pianísimo más sutil a la explosión dramática
todos los estados de ánimo y los colores vocales pasaron por la interpretación
de Tabernig. Emocionó sin dudas y con recursos legítimos en una verdadera noche
de triunfo.
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