Sunday, February 20, 2011

La Página en Blanco en el Teatro Real de Madrid actualiza temas contemporáneos también de las compositoras

Foto: Javier del Real
Alicia Perris
La Página en Blanco. Ópera de Pilar Jurado (1968)
Ópera en dos actos en lengua española. Libreto de la Compositora. Estreno Mundial. Obra encargo del Teatro Real. Director Musical: Titus Engel. Director de Escena: David Hermann. Escenógrafo: Alexander Polzin. Figurinista: Annabelle Witt. Iluminador: Urs Schönebaum. Directora del vídeo: Claudia Rorhmoser. Director del coro: Andrés Máspero. Reparto: Ricardo Estapé: Otto Katzameier. Xavi Navarro: Nikolai Schukoff. Aisha Djarou: Pilar Jurado. Marta Stewart: Natascha Petrinsky. Gérard Musy: Hernán Iturralde. Kobayashi: Andrew Watts. Ramón Delgado: José Luis Sola. 16 de febrero de 2011
Una Exposición de esculturas de Alexander Polzin, escenógrafo de La Página en Blanco con motivo del estreno mundial de la ópera se puede visitar en el foyer y en la primera y segunda planta del Teatro. Una compositora que estrena una obra por encargo del Teatro Real o de otro coliseo levanta mucha expectación. Es lógico. Se trata de una mujer compositora y ¡ha habido tan pocas! Hace pocas semanas se escucharon en el Teatro Carlos III de El Escorial unas obras de la compositora francesa Jacquet de la Guerre, contemporánea de Luis XIV y despertaron un interés encendido. El tema de la representación es también de candente actualidad: el terror a la falta de creatividad (“la página en blanco”), la influencia en la vida cotidiana y de los creadores de las nuevas tecnologías, el papel de las emociones y las personas en un mundo cada vez más lastrado por lo inmaterial y la ciencia. La indefensión de los humanos ante todo esto, que hace exclamar a la compositora-libretista en el Prólogo: “Dicen que cada hombre elige su destino, ¡cómo se ríen los dioses al oír eso! El futuro es una página en blanco!” Tiene equilibrio el elenco desde el punto de vista actoral y vocal. El coro y la orquesta suenan compactos y contribuyen a seguir una partitura reconocible en la tradición de la música contemporánea de compositores como Ligeti o Boulez y no carece de belleza. Como expresa Titus Engel, “Jurado es una experta en la instrumentación, tiene preferencia por los fuertes contrastes, por estratificaciones de gran efecto, aunque también por momentos de todo punto propios de la música de cámara. Figuraciones como los trinos y las escalas virtuosistas desempeñan un papel primordial, al igual que momentos muy vistosos de los metales y la percusión, o pasajes floridos de algunos solistas”.
Tal vez lo más deficitario sea el libreto o ese interés de la autora por llevar a cabo al mismo tiempo, la música, el texto y un papel vocal importante en su obra, que tal vez no le permita entrar y salir del montaje con la suficiente objetividad. Las grandes óperas siempre han sido textos contundentes y hermosos (aunque a veces adolezcan de una cierta incoherencia, siempre son poéticos y fascinantes). En La Página en blanco tal vez se eche en falta un libreto mejor elaborado, de mayor calidad. Las voces, también el coro y la orquesta, bien dirigidos. Algunas con una dicción deficiente en el español debido al origen de los artistas, siguen con eficacia el desarrollo de la acción. Lo más espectacular y sugerente tal vez sea la plasticidad de la escena, con un tema de pájaros que domina y el auxilio de elementos de la pintura del Bosco (bastante daliniana, surrealista), con unas imágenes videográficas de Claudia Rohrmoser que llaman mucho la atención. El Teatro estaba a media entrada, tal vez porque fuera miércoles o porque el público del Real sigue estando en gran parte atraído por espectáculos más tradicionales, más clásicos. No todos finalizaron el espectáculo y hubo bastantes asistentes que no regresaron después de la pausa al terminar el primer acto. Hubo muchos guiños en los personajes de la ópera y hasta hay uno cuyo nombre es Gérard (con acento en la “e”, pero Gerard). El director Mortier, omnipresente en estas lides y otras, dio su total apoyo a la voluntad creadora de Pilar Jurado, que se enmarca dentro de un proyecto renovador del territorio de la ópera y del propio universo del teatro (Teatro (Real)). Alguien comentó, a mi lado, despectivamente, entre lujosos abrigos de piel de visón: “Es una obra prescindible”. Se realizó un programa de mano muy bonito, muy cuidado y profusamente ilustrado, con las imágenes para la ópera de Alexander Polzin. Fuera, llovía a cántaros y las luces de la Plaza de Oriente, creaban unas reverberaciones fantasmagóricas en la noche de un Madrid invernal.

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