Tuesday, April 5, 2011

Eugenio Onegin de Tchaikovsky en el Teatro Argentino de la Plata, Argentina

Fotos cortesía Teatro Argentino de la Plata

Dr. Alberto Leal.

El Teatro Argentino vuelve a sorprendernos con un título básico de la opera rusa como “Eugene Onegin”, elegido para abrir esta nueva temporada. Los directivos siguen apostando fuerte y es un hecho que debe ser valorado. En una producción realizada totalmente en el Teatro, en coproducción con varios teatros de Europa, el plantel del teatro sigue mostrando, una vez más, que posee la capacidad técnica y artística para lograr puestas, que según el escenógrafo pueden gustar o no, pero que tienen real nivel internacional. Bravo por ellos! Con Eugene Onegin Tchaikovsky se planteó una opera romántica, como el libro original – aunque introdujo algunas variantes – íntima, casi camerística y generó una maravillosa partitura para esta historia. Michal Znaniecki y Luigi Scoglio plantearon la puesta como una gran opera, quitándole en general el tono intimista. Profusión de espejos el los primeros actos – que por momentos molestan la visual al espectador, tres grandes aberturas, dos laterales y una central, que son las vías para ingresar al escenario y que van variando de color o diseño según las escenas. La puesta es sin duda imponente, pero en lo personal pienso que algo pretenciosa y fuera del clima que creó Tchaikovsky. El acto más logrado, de indudable belleza, es el del duelo. Creo que son demasiadas ideas juntas para una sola puesta. En el final, el hielo, que ha compartido gran parte de la historia, se convierte en agua, recurso realmente poco usado y, tanto cantantes como bailarines transitan por ese pequeño “lago” creado en el escenario. Tal vez una forma de significar la parábola que se ha generado en la vida de Onegin. Los que han visto la puesta de Robert Carsen para el Metropolitan, con mínima cantidad de recursos, pero con una fuerza increíble tendrán la misma sensación que yo tuve, demasiada grandiosidad en un caso que no es necesario. Aunque valoro la profusión de ideas creativas creo que las mismas pudieron ser dosificadas.  Muy buen trabajo de Bogumil Palewicz en la iluminación y atractivo el vestuario, aunque con muchas licencias, del mismo Znaniecki.  En el plano vocal se destacó plenamente el barítono Marcin Bronikowski, con una voz de buen timbre y excelentes armónicos, sumado a un canto de muy buena técnica y afinación, supo crear un personaje totalmente creíble, todo lo detestable que se requiere.
La soprano Magdalena Nowacka es una lírico con una voz de normal volumen. Cantó con buena técnica y afinación, pero su canto resulta frío, poco logra transmitir y esto fue notable en la famosa escena de la carta, cantada con pocos matices y falta de intensidad. Tampoco mostró ningún cambio de la Tatiana del primer acto a la del último. Darío Schmunck cantó el aria de Lensky, el tramo más popular de esta opera, con su bello timbre, sólida técnica y marcada musicalidad. Como en otras oportunidades su escaso caudal fue en detrimento de su prestación. De todas formas – y gracias a un certero cambio de escenografía – cantó casi en el proscenio, y su aria fue lo más aplaudido de la función.  Ariel Cazes nos brindó un muy digno príncipe Griemin, cantado con buenos medios vocales. Del resto del elenco se destacó Susanna Moncayo, mostrando una excelente voz y buena composición del personaje y Elizabeth Canis quien hizo una pequeña creación de su, por momentos, conmovedora nodriza. Muy desenvuelta Mónica Sardi como Olga y correcto el resto del elenco. Muy buen trabajo del Coro, a pesar de la incómoda posición de los integrantes debido a la complejidad de la escenografía. El excelente maestro Stefan Lano condujo correctamente a la Orquesta Estable, aunque Tchaikovsky no parece ser el compositor más afín al Director. Por momentos un poco más de pasión parecía necesaria. Creo que el gran trabajo de los talleres del teatro justifica por si solo ver este Eugene Onegin, pero además algunas innovaciones en la escenografía son dignas de apreciar, aunque tal vez la aplicación no sea la más adecuada. Pero además, hay algunos excelentes trabajos vocales y sobre todo, la maravillosa música de Tchaikovsky.

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