Saturday, May 10, 2014

Ideología sonora: Pauta pública y privada


Por José Noé Mercado

Publicado en el periódico De Largo Aliento.
Número 3, mayo de 2014.

Yuri Temirkanov considera que las mujeres no pueden ni deben dirigir orquestas porque es fisiológicamente imposible. Esto ha desatado la vieja discusión sobre el arte y la bandera ideológica del artista.

La añeja discusión sobre el artista y su bandera ideológica o sus simples opiniones y preferencias personales recientemente ha cobrado vigencia con algunas afamadas figuras del mundo musical y operístico. Y con la visita a Bellas Artes de la Orquesta Filarmónica de San Petersburgo dirigida por Yuri Temirkanov -los pasados 8 y 9 de marzo-, la controversia también llegó a nuestro país.

El concertador ruso de 75 años de edad declaró en la conferencia de prensa a propósito de sus presentaciones en México que las mujeres no pueden ni deben dirigir porque “fisiológicamente no van con ese oficio”. La opinión, que desde luego nada tiene qué ver con su calidad musical, de inmediato fue considerada en redes sociales como misógina y se sumó al dossier del músico que en días pasados también fue increpado en San Francisco por su cercanía al régimen del presidente Vladimir Putin y su política antigay.

Una de las voces que reaccionaron con mayor fuerza fue la de la directora de orquesta mexicana Alondra de la Parra, quien escribió en Twitter, con mención a las cuentas del Conaculta, el INBA y el Palacio de Bellas Artes:

“Amigos mexicanos queridos: yo sabía de Yuri Temirkanov y sus absurdos comentarios desde hace ya varios meses. Pero entiendo que estará hoy en el Palacio de Bellas Artes. Esto sí me parece absurdo, que las autoridades culturales apoyen a alguien que se expresa así de las mujeres. Que el señor tenga su opinión arcaica es una cosa, que la exprese públicamente es impactante, pero que se invite al Palacio con todos los honores es de dar vergüenza. Ésa es mi opinión. Feliz día de la Mujer. Hay muchos directores admirables de talla internacional, fantásticos (hombres), a quienes invitar a nuestro país, como para que inviten al misógino #1 de la música clásica, y para colmo en el Día Internacional de la Mujer”.

La postura de De La Parra fue apoyada por un sector del ambiente musical mexicano y de hecho algunos medios impresos hicieron eco de sus palabras. Pero otro significativo grupo de melómanos y colaboradores de la prensa no sólo apoyó el derecho de Temirkanov de expresar lo que desee, sino que coincidieron con él y aprovecharon para cuestionar la carrera, los méritos y el nivel artístico de la directora.

Otros artistas internacionales allegados al régimen del presidente ruso son la reconocida soprano Anna Netrebko y el director de orquesta Valery Gergiev, también cuestionados por grupos activistas que incluso, en septiembre de 2013, llegaron en masa a la velada inaugural de la temporada del Metropolitan Opera House de Nueva York. “Putin, abandona tu guerra contra los gays rusos” y “Netrebko, Gergiev: su silencio está matando a los gays rusos”, fueron algunas de las consignas gritadas antes de la función de la ópera Eugene Onegin de Piotr Ilich Chaikovski (documentado homosexual, aunque ahora el gobierno de Putin pretende demostrar lo contrario), que los directivos de la casa lírica se negaron a dedicar a la defensa de los derechos homosexuales, como los grupos contrarios a las políticas homófobas de Putin habían solicitado, por considerar que su programación artística no es el foro adecuado para dirimir estas cuestiones.

A otro ícono de la música clásica contemporánea internacional y del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, el director barquisimetano Gustavo Dudamel, se le ha recriminado por su participación en los festejos por el Día de la Juventud organizados por el gobierno chavista, que al mismo tiempo violentaba las protestas sociales en su contra en las calles de Venezuela.

En una carta abierta publicada a inicios de febrero, la pianista Gabriela Montero se dirigió a Dudamel. Le dijo que Venezuela se hunde cívica, política y moralmente: “Gustavo: tienes razón en enfocar tu energía creativa en esa bella flor de música y juventud, y nadie puede negar que has aportado alegría y vitalidad a la música clásica a nivel nacional e internacional. Yo soy la primera en felicitarte por ello, pero te equivocas en ignorar el oasis tóxico en el cual se encuentra esa solitaria flor, a punto de morir y de asfixiarse, consumida por la putrefacción que la rodea. ¿Hasta cuándo seguirás ciego a la lamentable realidad de tu país?”.

Dudamel respondió el 13 de febrero con una breve carta enviada a El Universal de Caracas, que sólo despertó más críticas: “El 12 de febrero es un día especial porque fue el día en que nació un proyecto que se ha convertido en emblema y bandera de nuestro país en el mundo (...) Nuestra música constituye el lenguaje universal de paz, por ello lamentamos los hechos acontecidos el día de ayer (...) le decimos un no rotundo a la violencia y un sí contundente a la paz”.


Sobre este asunto, el crítico musical Ramón Jacques compartió su punto de vista para De largo aliento:

—Los músicos y cantantes suelen asegurar que el hecho de convivir diariamente con el arte sonoro y el trabajo de los grandes compositores del pasado los humaniza, los sensibiliza y los convierte automáticamente en una suerte de intelectuales que pueden opinar, dar consejos, criticar y hablar sobre una variedad de temas, de los que en muchas ocasiones no tienen el menor conocimiento. Sin embargo, el hecho de ser personas públicas libres de expresarse en diversos medios, les otorga una responsabilidad social y moral hacia su público, los valores de la cultura que tanto defienden, y sobre todo la sociedad, su público y su país.

“Ante diversos cuestionamientos y la posibilidad de pronunciarse de una manera enfática y responsable, utilizando su privilegio de humanista, Gustavo Dudamel optó por privilegiar sus intereses volteando la cara a los hechos y emitió un escueto y poco comprometido comunicado. ¿Dónde quedaron sus principios de artista, pensador e intelectual? Con eso se demuestra que ante todo van los intereses personales, y que en la oportunidad que tenía por comportarse como humanista terminó por hacerlo como un simple y vulgar humano”, finalizó el entrevistado Ramón Jacques.

El crítico musical y clarinetista Iván Martínez subraya también en entrevista que “no hay que olvidar que la relación del arte con el poder siempre ha existido; con el poder político, económico, religioso, militar. La relación es inherente dada la naturaleza de nuestro quehacer: sin mecenazgo no hay arte”.

La diferencia a analizar en cada ejemplo particular, señala Martínez, “radica en cómo y por qué cada artista toma las decisiones y posiciones que asume. Y aquí hay que decir que hasta el silencio es una toma de posición. Ahora, cada caso es diferente y no se puede juzgar de la misma manera: no es lo mismo la posición y el entorno que enfrentan Anna Netrebko y Valery Gergiev, que el de Gustavo Dudamel frente a la dictadura venezolana, o el amplio grupo de artistas ingleses que se pronunció recientemente contra el gobierno de Vladimir Putin. Y ni cabe mencionar el contexto en el que figuras como Wilhelm Furtwängler o Arturo Toscanini se enfrentaron a los tiranos de su tiempo. Como críticos tenemos un deber, que va acompañado por el que tenemos como ciudadanos de una parte del mundo con mayores libertades; es parte de nuestra humanidad”.

Estas temáticas, aunque recientes y actualizadas, no son nuevas. Numerosos artistas a lo largo de la historia han preferido participar de la vida pública sólo a través de su obra, manteniendo sus preferencias ideológicas en el ámbito privado. 


Algunos otros incursionan vigorosamente en la discusión política y social y a veces se convierten en valiosos e imprescindibles símbolos colectivos. Pero no es raro que muchos sirvan para la legitimación de variopintos regímenes que los proyectan como lujosas insignias propagandísticas.


A veces el talento artístico, si es suficiente, puede disociarse de las creencias o militancias personales de quienes lo poseen. En otras no y la obra creada simplemente se convierte en panfleto del poder en turno, muy lejos de aquel ideal platónico de que el arte debería perseguir no sólo lo bello (lo estético), sino también lo bueno (lo ético). Y es que no pocos se conforman con lo primero.

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