Monday, February 23, 2015

La Coronación de Popea en el Teatro alla Scala de Milán

Foto: Lucie Jansch

Massimo Viazzo

Con la Coronación de Poppea concluyó la trilogía monteverdiana que le fue confiada la pareja de Rinaldo Alessandrini y Robert Wilson, y que fue programada desde la gestión anterior del Teatro alla Scala, es decir, la del ex sobreintendente Stéphane Lissner. Es verdad que se han tardado cinco años y medio para llevarla a su término, pero a la luz del resultado final se puede afirmar que valió la pena.  El extremo cuidado de la realización musical, por parte de la Orquesta del Teatro alla Scala, reforzada para la ocasión por elementos del Concerto Italiano (para el bajo continuo) se notó también en este último espectáculo. Alessandrini abandonó los fáciles hedonismos sonoros y la rítmica que guiña a la música étnica, prefiriendo incidir con una exposición concisa y con una severidad expresiva que en ocasiones podía llegó a ser árida. Visualmente el espectáculo firmado por Wilson fue elegante y sobrio, ambientado en un lugar abstracto delimitada por un fondo retro iluminado, algunas paredes móviles, y con pocos elementos escénicos fue guiado por un manejo magistral de la luz. La poética del director estadounidense llegó con su más álgida pureza, la que aspira a envolver al espectador al más alto nivel mental y emotivo.  La pareja de protagonistas no desilusionó con Miah Persson que encarnó una seductora Poppea que cantó con buena dicción y timbre suave, mientras que Leonardo Cortellazzi (Alessandrini decidió confiar el papel de Nerone a una voz tenoril) con una personalidad vocal no tan desbordante logró entrar con eficacia dentro de los pliegues del carácter del emperador romano. De gran impacto emotivo fue la prueba de Monica Bacelli quien vistió el papel de una turbada y enfada Ottavia, mientras que más doliente y afligido estuvo el Ottone de Sara MingardoAndrea Concetti supo interpretar un sobresaliente Seneca aunque a su voz le careció de resonancia profunda en el registro grave. Maria Celeng fue una Drusilla desenvuelta y extrovertida. Todo el elenco en general mostró conocer el estilo de Monteverdi y muchos papeles secundarios se mostraron muy bien “a fuoco”, con una mención de excelencia para Furio Zanasi (el mejor Orfeo y el mejor Ulises de los últimos años) que aquí interpretó tres papeles. Escucharlo fue todo un placer ya que su modo de realizar el recitar cantando es un ejemplo para todos.

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