Tuesday, April 12, 2022

Ariadne auf Naxos en Bolonia

Foto: Margherita Caprilli

Roberta Pedrotti

El Teatro Comunale di Bologna cuenta, entre los teatros italianos, con una serie envidiable de directores principales e invitados, a menudo identificados al comienzo de su carrera y destinados a un futuro destacado. Celibidache, Delman, Chailly, Gatti, Thieleman, Jurowski, Mariotti... Juraj Valčuha nunca ha ocupado un puesto oficial en el teatro, pero allí debutó muy joven en una Bohème que abrió el camino a una fructífera colaboración con producciones que han quedado grabadas en la memoria. No es algo menor que esta última Ariadne auf Naxos –incredibile dictu specie- en una ciudad con vocación wagneriana donde debería haber habido al menos una simpatía por Strauss, en la sala Bibiena, se haya visto por primera vez. La espera fue bien recompensada también en la elección del elenco, que estuvo en línea con todos los requisitos del podio. A la entrada nos recibieron algunos anuncios: la Náyade sería esta noche Tetiana Zurhavel y recordarla en Macerata como Reina de la noche, se podía ya considerar como un lujo; pero sobretodo, con la indisposición de Markus Werba como profesor de música llegó Johannes Martin Kränzle, que fue un verdadero as para la voz, con carisma, clase en la actuación. Sin nada que desmerecer al excelente titular, un valor añadido más en un cartel lleno de satisfacciones, especialmente el compositor de Victoria Karkareva, joven, con mucho talento, intensa, luminosa vocalmente. Le debemos, con la complicidad de Valčuha, auténticos escalofríos ante el choque constante con la realidad de su sincero y poético transporte ideal, a su tierna vacilación frente a Zerbinetta. Esta fue Olga Pudova, excelente acróbata entre la efervescencia -franca y no exenta de melancolía- en el aria y la seductora ambigüedad del dúo. Con ella, las máscaras causaron buena impresión, comenzando naturalmente por el Arlequín de Tommaso Barea, para continuar con el luminoso Brighella de Carlos Natale, el Truffaldino de Vladimir Sazdovski y el Scaramuccio de Mathias Frey. De Dorothea Röschmann, especialmente en esta fase de su carrera, quizas no se pueda esperar gran espesor dramático -y de hecho algunas notas suenan un poco vacías en el gran monólogo central de la ópera- pero la militancia mozarteana le asegura una emisión limpia y musicalidad propia de una verdadera Primadonna, con clase y la gota justa de auto ironía bien ponderada. La coronaron la mencionada Nayade de Zurhevel, la Driade de voz ancha y estampada de Adriana di Paola, el Eco límpido de Chiara Notarnicola. Daniel Kirch, con una voz un poco áspera pero vigorosa, resolvió con eficacia la parte imposible y corta de Baco. Completaron el reparto: Cristiano Olivieri, profesor de baile, Riccardo Fioratti, peluquero, Maurizio Leoni, lacayo, Paolo Antognetti, oficial, y el actor Franz Tscherne como el mayordomo.  La espera se resolvió a nivel teatral sin escalofríos ni sobresaltos. Con escenarios y vestuarios de Gary McCann e iluminación de Howard Hudson. Paul Curran manejó bien la trama; aquí todo fue claro, fluido, bien caracterizado. Sin embargo, no se sitúa entre los distintos niveles posibles de lectura y entre las claves interpretativas de la meta obra de Strauss y Hofmannsthal (por cierto, hubiera estado bien nombrar al libretista en los carteles entregados al público), resultando al final simplemente inofensivo. Menos mal que estuvo Valčuha, que hubo una orquesta capaz de galvanizarse por el podio (y si se dio una mancha entre los cornos, no se estropeó la fiesta), que hubo un elenco muy unido y efectivo. De hecho, y con razón, un público con una media de edad felizmente baja, aplaudió con gran calidez.

Recensione in italiano nel link:  L’Ape Musicale

https://www.apemusicale.it/joomla/it/recensioni/70-opera/opera-2022/13026-bologna-ariadne-auf-naxos-27-03-2022



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