Tuesday, September 13, 2022

La Traviata en Lugano

Foto: Luca del Pia

Roberta Pedrotti 

Después de todo, Lugano, se encuentra a la vuelta de la esquina: a media hora en tren de Como, y a una hora de Milán, el idioma hablado, excepto por el bilingüismo generalizado Schweizerdeutsch, tiene un acento lombardo noroccidental dividido. Sin embargo, venir a la ópera aquí tiene algo de exótico incluso para los propios ticinesi, dado que hay muchos teatros famosos y activos a corta distancia, y las temporadas instrumentales, entre Lugano Musica y la Orchestra della Svizzera italiana, son ricas y tentadoras; en cambio este melodrama, echó raíces recientemente, con un Barbero de Sevilla en el 2018, después la pandemia echo a perder las cartas y La Traviata, fue pospuesta hasta este esperado debut. Ahora, solo queda esperar que los próximos planes se hagan realidad y que la cita con la ópera sea cada vez más familiar en la sala Lac. Además, es una sala hermosa, sencilla, funcional y con excelente acústica, ubicada en una estructura multifuncional con un bistró, librería y área de exposiciones. Entonces, antes del espectáculo, también vale la pena hacer un viaje a MASI, Museo d'Arte della Svizzera italiana [Museo de Arte de la Suiza Italiana]. La colección permanente ofrece un buen panorama de la pintura vinculada al Ticino: artistas locales o de paso, muchos paisajes y algunas sorpresas no banales.  Y luego, por la noche, La traviata. Una de las obras más interpretadas del mundo que se estrena por primera vez en el Lac. Una emoción alienante para un espectáculo que tuvo una gran participación de público y un éxito bien repartido entre todos los creadores. Como director artístico del Lac, Carmelo Rifici está haciendo un óptimo trabajo, y lo mismo puede decirse como director escénico La Traviata, que leyó con claridad dramatúrgica y pequeñas referencias apropiadas a Alphonsine Plessis y a la novela de Dumas (Violetta  si se sienta al piano, y sabemos que Alphonsine era ella misma una pianista discreta; en casa de Flora reconocemos a Olympe, la cortesana con la que Armand Duval intenta olvidar a Marguerite Gauthier). Sin embargo, fue la música puesta en el centro de atención y simbolizada por un Giuseppe Verdi reconocible en el clásico icono canoso y barbudo, tampoco importa a los efectos que en el momento de la composición de La Traviata fuera, un atrevido cuarentón. Rifici se valió del vestuario de Margherita Baldoni y de las escenas de Guido Buganza, cuyo rasgo elegante y esencial constituye la figura de un espectáculo en el que se compenetran elementos de los siglos diecinueve y veinte con contemporáneos, las referencias y los niveles de lectura son muchos (incluida la referencia a la pureza de la infancia con juegos de sombras y proyecciones) pero nunca se tiene la sensación de demasiada carne en el asador, de exageración o de confusión. Esto fue gracias a la claridad de la acción, y a la definición de una estética que culmina en el hermoso laberinto de velos del tercer acto, realmente bien logrado y sugerente. En todo caso, se notará que, en comparación con la medida actoral del resto del elenco, a veces la Violetta de Myrtò Papatanasiu, se cargó un poco la mano, incluso con algún parlato, risa o llanto, que pareció demasiado. Pero es evidente que, por un lado, esta línea interpretativa se apoyó en la batuta decididamente de tintes fuertes de Markus Poschner, y por el otro, corresponde a las características de la soprano, que viniendo del belcanto, tiene en sí, en el color de la voz y en la articulación de la palabra, una especie de melancolía decadente, de velo crepuscular, de cansancio interior que parece renovar en términos contemporáneos, la tradición de las Violetas naturalistas. Si bien, no todo parece fácil en lo que imprimió Poschner, a quien no sólo le encantan los extremos dinámicos y cierta presencia telúrica del sonido (¿serán sus afinidades brucknerianas?), sino también la exasperación de ciertos rubati y retenuti, de ciertas suspensiones que no siempre parecen respirar con naturalidad tanto con los cantantes como con la Orchestra della Svizzera italiana, de la que es director titular y que le sigue muy bien, con una indudable prueba de calidad. Más allá de las elecciones en cuanto a peso sonoro y articulación del fraseo, la concepción fragmentaria de incluso números sueltos deja un poco de perplejidad, con pausas impuestas donde podría llegar el aplauso (que en realidad sí llega, pero sería mejor en un discurso más compacto), después, en el cartelón se anunció  la edición crítica de Fabrizio Della Seta, y sería tambien bienvenida una intención de integralidad: pasos para la reanudación de la difícil cabaletta de Alfredo o de Germont, pero lamentamos ver caer de nuevo el segundo verso de “Ah, fors'è lui” y las intervenciones finales sobre la muerte de Violetta. Me viene a la mente el diálogo, que es divertido en sus intenciones, pero en general se hace de manera seria, de la película Mi permette babbo?  en el que Rodolfo/Alberto Sordi protesta que Verdi haya escrito esas frases y se le dice que hay que cortarlas “porque siempre se hace así”. Quizá merezca la pena, ya que la edición crítica no sólo quiere decir que el Marqués cante "diancin" en vez de "diamin" para no caer en la costumbre, sobre todo porque con el escaneo de sus tiempos y metros, Poschner parece todo menos un habitual. He citado a Alfredo y a su padre por sus cabalettas, ahora los recordamos también por la bondad del canto: Airam Hernández parecía en un principio solo una gran voz. más exhibida que domada, pero conforme avanzó la obra, y sobre todo a partir del segundo acto, su canto se afinó y destacando, con la calidad y plenitud del timbre, un considerable potencial y una buena propensión expresiva. Giovanni Meoni es un Germont muy probado, de canto refinado y expresión calculada en su rigor burgués, capaz de dar el peso justo y la moderación justa al arrepentimiento final. El resto del reparto también estuvo bien seleccionado, con Sofia Tumanyan (Flora), Michela Petrino (Annina), Lorenzo Izzo (Gastone), Davide Fersini (Marchese), Laurence Meikle (Barone), Mattia Denti (Doctor Grenvil), Luca Dordolo (Giuseppe ), Yiannis Vassilakis (criado de Flora) y Marco Scavazza (comisario), que se unieron al Coro della radiotelevisione svizzera dirigido por Andrea Marchiol. Con ellos volvemos a mencionar al coreógrafo Alessio Maria Romano y a todos los terpsícores, iluminacion de Alessandro Verazzi, las sombras de TeatroGiocoVita y a todos aquellos que, con precisión suiza, enumera acertadamente el minucioso programa de mano. Y dado que el programa es tan rico en información, me permito notar un descuido: los dos famosos preludios ya estaban presentes en la primera versión de la Traviata (1853) y Verdi no compuso ninguna obertura tradicional para esta ópera.  Fuera del Lac, un violinista callejero acoge al público, el lago brilla bajo las luces de la noche, la brisa es agradable, y hace a uno querer volver.

Recensione in italiano: L'Ape Musicale

https://www.apemusicale.it/joomla/it/recensioni/70-opera/opera-2022/13512-lugano-la-traviata-08-09-2022



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