Thursday, November 17, 2022

The Tempest en el Teatro alla Scala de Milán

Foto: Brescia&Amisano

Massimo Viazzo

¡Finalmente! Finalmente, la ópera contemporánea conmueve, conquista y exalta al público. Finalmente, la voz humana se adueña de la melodía. Finalmente, la tonalidad no es vista más como el enemigo número uno para combatir, o para neutralizar desde que nasce. Finalmente, uno sale del teatro con melodías cantables en la cabeza y no con susurros y silbidos, armonías sinuosas y no ruidosas, se desempolvan hasta las certezas de alguna vez, las viejas y sanas arias, dúos, tríos y hasta un quinteto. ¡Qué maravilla!  The Tempest nos ha reconciliado con la ópera y podría constituir un buen punto de partida para que la ópera tome posesión de su propio tiempo y nuestro tiempo recupere la pertenencia de esta extraordinaria forma de espectáculo que justo con su contemporaneidad siempre ha compartido alegrías y tristezas. A partir de la segunda posguerra, las obras que entraron en el repertorio de forma permanente -aparte de las de los grandes especialistas del género como Prokofiev y Britten, y algunos unicum (por ejemplo, los nombres de Stravinsky, Bernstein y Poulenc me vienen a la mente) - son muy pocas. Thomas Adès con su obra maestra inspirada en la homónima obra shakesperiana ¡ha dado en el clavo! Puesta en escena por primera vez en Londres en el 2004, The Tempest ha sido repuesta muchas veces un poco por todas partes (Estrasburgo, Copenhague, Santa Fe, Lübeck, Quebec, Nueva York, Frankfurt, Viena y Budapest). Es con el montaje escénico de Nueva York del 2012, ideado por Robert Lepage, que ha llegado a la Scala, al final de esta temporada, entre otras cosas por una justa cuadratura del círculo ya que esta producción está ambientada en el teatro milanés. «Milan the fair, Milan the artful, Milan the rare, Milan the skilful, Milan my library, Milan my liberty» canta Prospero poco despues del inicio del primer acto, cuando le cuenta a su hija Miranda los transfondos que los condujeron a la isla desconocida. Lepage individualizó justo el Teatro alla Scala como el lugar en el que se coagulan todas las fuerzas racionales y de ingenio de la ciudad. Es, por tanto, que la obra se desarrolla en una metafórica isla encantada, que es en realidad un teatro, por siempre el lugar mágico y fascinante por excelencia, un sutil juego de teatro en el teatro, ya visto muchas veces en verdad (también aquí en la Scala), pero nunca como en esta vez este el recurso ha sido tan acertado. Thomas Adès condujo con una máxima concentración, cada colorido detalle ha sido puesto en evidencia como mejor no se podría hacer, cada astucia contrapuntística ha recibido el correcto énfasis, todo con el objetivo de dar una fuerte cohesión a la grandiosa partitura, que, recuerdo, surge de una única breve célula motívica. La Orchestra del Teatro alla Scala respondió a los requerimientos del compositor, pianista y director inglés con atención y con conciencia.  Del elenco, brillaron Audrey Luna, un acrobático y vertiginoso Ariel, capaz de tocar con su voz picos siderales difícilmente escuchados en el teatro, la conmovedora Miranda de Isabel Leonard, con su timbre bruñido y voz cálida y homogénea, así como Leigh Melrose, un Próspero, siempre en escena, de dicción esculpida, capaz de modular el propio instrumento vocal pasando con facilidad de la melancolía y amargura a la arrogancia y a a la violencia en el acento.  Josh Lovell personifico un Ferdinand justamente soñador, mientras que su padre, el Rey de Nápoles fue cantado por Toby Spence, con penetrante voz britteniana y angustiante. Al sabio Gonzalo, le dio voz con buen color, rotunda y bien timbrada, Sorin Coliban. Por su parte Robert Murray (Antonio). Paul Grant (Sebastian), Kevin Burdette (Stefano) Owen Willetts (Trinculo) y Frédéric Antoun (Calibran), este último, afectado por una indisposición anunciada antes del inicio de la función, completaron una compañía de canto de alto perfil y muy bien engranada. Al final, fue extraordinario el desempeño del Coro del Teatro alla Scala, dirigido como siempre con gran dedicación por Alberto Malazzi. ¡La temporada 2021/22 concluye así con explosión! Ahora todo está listo para la apertura de la nueva temporada, el 7 de diciembre, con la primera versión de Boris Godunov que será dirigida por Riccardo Chailly con dirección escénica de Kasper Holten.

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