Ramón Jacques
Muy apreciada
por el público, pero inexplicablemente poco representada por los teatros
estadounidenses, Roméo et Juliette, ópera en cinco actos del compositor
francés Charles Gounod (1818-1893) con libreto en francés de Jules Barbier y Michel
Carré basada en la obra homónima de William Shakespeare, volvió al escenario de Los Ángeles como
segundo titulo de su actual temporada, que entre producciones suele presentar
diversos eventos como: recitales, operas de cámara y conciertos, como el que
ofreciera unos días antes, el ensamble de instrumentos antiguos francés Les Talens Lyriques de Christophe
Rousset, que interpretó obras de maestros franceses barrocos como: Jean-Baptiste Lully François Couperin, Michel Lambert y Michel
Pignolet de Montéclair, cubriendo la cuota anual del
teatro, en cuanto a la música antigua, y
vino a sustituir el ciclo de óperas de Handel que había sido encomendado a The
English Concert, y que este año había
propuesto le ejecución de la ópera Giulio Cesare. Esta producción satisfizo, cautivó y convenció a los presentes -que, en un miércoles por la
noche, abarrotó el teatro, algo que al menos yo, aquí no había presenciado
desde antes del periodo previo a la pandemia- y se debió al esmero con el que teatro ofreció un espectáculo que cubrió
los aspectos que hacen que un montaje sea exitoso, como la parte
escénico-visual, la musical y la vocal. Con
relación a este último punto, y con un erróneo prejuicio, el elenco no lucia
tan sólido en el papel, si se considera que las ultimas ocasiones que aquí se
vio este título, la pareja de enamorados fue interpretada por Rolando
Villazón y Anna Netrebko (en el 2005) así como por Vittorio
Grigolo y Nino Machaidze (en el 2011, cuando aquí se escuchó por
última vez), pero Amina Idris y Duke Kim, demostraron que pisar
un escenario de este nivel, no es una casualidad y ambos regalaron una
memorable función con sus desempeños individuales y en conjunto. La soprano egipcia-neozelandesa, a quien yo había
escuchado cantar en papel de Cleopatra (en el estreno absoluto de Anthony and
Cleopatra de John Adams en el 2022 en San Francisco) cantando en un estilo
distinto, demostró en esta ocasión, la cualidad y la claridad de su voz que es
tersa, brillante en el color y en el timbre, exhibiendo agilidad para abordar
las coloraturas, los agudos y el resplandor que requiere la partitura del exigente papel. Por su parte el tenor
coreano, exhibió una voz fresca, vigorosa y distinguida en la emisión, la
expresividad y principalmente en la dicción.
Ayudó la evidente juventud e ímpetu que ambos poseen y que supieron irradiar para envolverse dentro de la piel de cada uno
de sus personajes. Otros cantantes del
elenco merecen una mención como el experimentado bajo chino Wei Wu,
quien, como Fray Lorenzo, mostró persuasión y solidez a su personaje, así como
el barítono Justin Austin un solvente Mercutio con musicalidad y armonía
en su canto, la mezzosoprano Laura Krumm que fue un sagaz y astuto
Stephano, cantado con destreza y profundidad de los medios de la interprete,
como también el consistente Capuleto, actuado y cantado, por el bajo Craig
Colclough y la mezzosoprano Margaret Gawrysiak, quien resaltó a
Gertrude acompañando a Julieta. El resto de cantantes que completaron el
elenco, cumplieron de manera satisfactoria cuando fueron requeridos para
intervenir, en esa lista aparecen: el bajo brasileño Vinicius Costa como el
Duque de Verona, el tenor Yuntong Han como Teobaldo, el tenor Nathan
Bowles como Benvolio, el barítono Ryan Wolfe como el Conde Paris y
el barítono Hyungjin Son como Gregorio, todos ellos miembros del estudio
de jóvenes cantantes del teatro, algunos de los cuales emprenderán seguramente valiosas
carreras considerando la experiencia y la preparación que se debe adquirir en
una casa de ópera como esta. Desde Lucia
di Lammermoor en el 2022, a la maestra colombiana Lina González-Santos,
que ostenta el título de directora residente de la orquesta de la LA Opera
hasta el 2025, no se le había ofrecido un título de este calibre, obteniendo un
buen resultado con su lectura, con la que coloreó y esculpió cada pasaje, cada
estrofa y cada momento de la partitura, resaltando el brillo extraído de los
instrumentistas, con cuidado, dinamismo y atención a la parte vocal del
espectáculo. En la maestra se nota más soltura y destreza que en su comparación anterior. En escena se vio de nueva
cuenta, como en el 2005 y en el 2011, el montaje de Ian Judge,
inteligentemente diseñado, funcional y atractivo. Judge ha tenido una cercana relación con la
Royal Shakespeare Company, de Inglaterra, por lo que sus ideas escénicas son válidas
y apegadas a la historia. Antes de
iniciada la función, y con telón abierto, se veían unas enormes estructuras metálicas -ideadas por John Gunter- que, una vez iniciada la
función, y con la iluminación de Duane Schuler, demostraron su valía e
inteligente diseño, envolviendo el escenario tanto en la parte trasera como en
los lados. Concebida en tres niveles,
con escaleras y plataformas, donde se colocaban los integrantes del coro, y comparsas en escena, permitió que en el
centro del escenario hubiera un amplio espacio para el desenvolvimiento actoral
de cada escena. Las estructuras se desplazaban
de manera fácil durante cada cambio de escena, y como ejemplo, la estructura
del lado izquierdo se recorrió al centro del escenario recreando el balcón de Juliette, en su famosa escena con Romeo. La
parte trasera de la estructura se cubría con telones rojos y espejos que bajan y subían creando
diferentes ambientes como: el interior de un palacio, la intimidad de una
capilla etc. Si la producción le ha
funcionado al teatro a lo largo del tiempo, sin algún indicio de perder su
vigencia y estética, no era necesario recurrir a un nuevo montaje. El tiempo donde se sitúa la acción, está en
realidad indicado por los elegantes vestuarios de época diseñados por Tim
Goodchild. Los movimientos dispuestos por Judge, tuvieron sentido, con
relación a lo que sucedía en cada escena, omitiendo los habituales clichés o el exagerado sufrimiento de los personajes
principales en su escena final. La obra inició con el funeral de Romeo et
Juliette, un recurso simple que he visto con frecuencia en recientes puestas, y
que parece efectivo, ya que permite al público observar e imaginarse que
sucede, inmediatamente después de que se cierra el telón y concluye la función.
Una mención va para el coro del teatro, dirigido por el maestro Jeremy Frank,
por su profesional aporte a una placentera representación.
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