Ramón
Jacques
Después
de La Bohème de Giacomo Puccini y de La
Traviata de Giuseppe Verdi, Carmen la opéra-comique en cuatro
actos, y última obra del compositor francés Georges Bizet (1838-1875), con
libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévyy que está basada en un cuento de
Prosper Mérimée, es de acuerdo a la asociación Opera America, que agrupa a los
teatros de Norteamérica, la tercera ópera más representada en los últimos años
por los teatros de esta región, como probablemente lo sea también
contabilizando todas las representaciones de la obra de los teatros a nivel
mundial. Después de su estreno, que se
llevó a cabo en el escenario del teatro de la Opéra-Comique el 3 de marzo de
1875, a Carmen se le llegó a considerar como
un renacimiento de la ópera francesa y un retorno al lirismo, en la tradición
de las óperas de Rameau, Gluck y Berlioz.
Su éxito, hizo que la obra fuera escenificada poco tiempo después en escenario
estadounidense (en Nueva York en octubre de 1878). Pasaron varios años, hasta
que en octubre de 1927 finalmente ingresó al repertorio de la Ópera de San
Francisco, en la que fue la quinta temporada de la compañía, y desde entonces,
como es de imaginarse, se escenifica con regularidad con notables repartos. Además,
con Carmen, concluyó la temporada del otoño-invierno 2024, que como nunca, fue
escasa en cuanto a número de títulos -apenas cuatro incluida Carmen, más la 9ª
sinfonía de Beethoven en un solo concierto- pero que fue rica y atractiva desde el punto de vista musical y
artístico, ya que incluyó dos títulos muy exigentes y atractivos como: Tristán
e Isolda de Wagner y The Handmaid’sTale de Poul Ruders, que reseñé para esta
publicación. La temporada continuará en
el verano del 2005, ofreciendo solo dos títulos y una gala operística, que de
ninguna manera es un numero ideal, para un teatro de la historia y la
relevancia que tiene San Francisco. En cuanto a la función presenciada, la impresión
que me quedó de haber visto Carmen en un
nuevo montaje, es que es una obra difícil de representar en lo actoral y en lo escénico,
ya que no importa la manera en se escenifique, la época o donde se situé la acción,
si se hace con una visión o enfoque diferente, apegada a la historia o de
manera controvertida; lo cierto es que tanto se publicó se le ha convencido y condicionada al
público, de que trata de una trama de fuerte contexto de rigor moral en el que
Carmen es una mujer sensual, se le ve como una libertina, o como un personaje original
porque es libre en cuerpo y en espíritu. En ese respecto, en este escenario se
han visto dos visiones distintas de la obra como, citando, por ejemplo, la de
Calixto Bieito, que tiende a ser controvertida; como la del célebre director
francés Jean-Pierre Ponnelle, que es clásica, apegada a lo que indica el
libreto, y visualmente atractiva. En esta ocasión, se recurrió al montaje, de la
directora escénica estadounidense Francesca Zambello, estrenado aquí
mismo en el 2019, coproducción con la Washington National Opera, teatro del que
ella es la directora artística, y que está basado en la producción escénica vista
en el Covent Garden de Londres del 2006 (de la cual existe un-DVD editado por
el sello Decca con Anna Caterina Antonacci, Jonas Kaufmann, bajo
la conducción musical de Antonio Pappano). En su idea escénica,
Zambello, intentó ir un más allá de los estereotipos siempre vistos en otros
montajes, y a pesar de algunas ideas novedosas, como en el inicio, después del
preludio orquestal de Bizet, cuando se abre la cortina y se ve a Don José
encadenado, y llevado a la fuerza por unos oficiales, a ser encarcelado o
quizás ejecutado, o la entrada de Escamillo que ocurre montando un enorme
blanco caballo en el escenario, que se repite en el último acto, cuando antes
de la corrida Escamillo y Carmen haciendo su entrada en el mismo caballo es. De
ninguna manera se debe menospreciar el trabajo actoral, aquí visto porque
aunque las ideas y movimientos de los personajes se alejaron de la
sobreactuación en el desempeño de los artistas, en los que se notó naturalidad
y fluidez, es difícil imaginar que los sentimientos de amor, traición, pasión,
seducción y celos, que culminan en un asesinato; difícilmente puedan ser
representadas en escena de una manera diferente de cómo son en realidad en la
vida real, por lo que sin quererlo, se deben
retomar los clichés volviendo a un script del que parece difícil salirse; por
ello, al final, pienso que Carmen -el personaje y la ópera-siempre tienen su
dificultad, siempre buscando hacerla convincente, sin influir en la historia, y
su verdadero éxito parece radicar en la parte orquestal, coral y en su elenco
vocal. El montaje escénico, aunque austero,
tan solo algunos muros al fondo del escenario, pero con elegantes y bien
confeccionados vestuarios ideados por la propia Francesca Zambello, trasladaron
la escena a una Sevilla solar, radiante y mediterránea, efecto bien apoyado por
la iluminación de Paul Constable y en las coreografías y bailables
flamencos de Anna Maria Bruzzese.
El elenco vocal no defraudó comenzando por la notable gitana a la que
dio vida la mezzosoprano suiza-francesa Eve-Maud Hubeaux, quien, en su
debut escénico estadounidense dotó de personalidad, carisma y elegancia, característica
poco vista en este personaje, en su manera de caracterizar su personaje. Nunca
carente de sensualidad y convicción en el escenario. Cantó con seductora y
sugerente tonalidad oscura, pero plena de matices y variadas coloraciones, y
notable dicción, que demostró en las escenas en las que se incluyeron textos
hablados. Por su parte, el tenor Jonathan Tetelman, mostró explosividad
vocal con la emisión de seguros y brillantes agudos, y cualidades que hicieron
que su voz fuera apropiada para el personaje de Don José. También debutando en
un escenario estadounidense, la soprano Louise Alder caracterizó a una
Micaela más determinada, que frágil y que gustó y convenció cantando sus
arias. Correcto estuvo el Escamillo del bajo-barítono
Christian Van Horn, algo evidente con una voz importante y extensa experiencia como la que el posee. Bien complementado estuvo el elenco conformado
por jóvenes cantantes que cumplieron con aplomo en sus intervenciones y en sus
personajes destacando a la soprano Arianna Rodríguez como Frasquita, a
la mezzosoprano Nikola Printz como Mercedes, y al tenor Christopher
Oglesby como Dancaïre. En cualquier función de este teatro, su fortaleza
siempre está en sus cuerpos estables como el coro que dirige el maestro John
Keene, que mostró fortaleza, entereza cuando tuvo que participar, así como
su orquesta que mostro intensidad, ímpetu y musicalidad para darle viveza a la
partitura, bajo la entusiasta lectura y segura conducción del joven director de
orquesta Benjamin Manis, curtido principalmente dirigiendo diversos
repertorios y producciones en la Ópera de
Houston.
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