Tuesday, April 1, 2025

Concierto de Webern, Berg y Wagner en Milán


Foto: Brescia&Amisano

Massimo Viazzo 

Daniele Gatti volvió al podio de la Filarmonica della Scala con un programa de fuerte impacto expresivo que inició con una lectura del todo mahleriana del Langsamer Satz de Anton Webern (1883-1945), originalmente compuesta para cuarteto de cuerdas y que aquí fue interpretada en la transcripción para orquesta de cuerdas.  Se pudo apreciar una vivida tensión entre las líneas musicales y una constante búsqueda de timbres flexibles y suaves.  Esta es una obra juvenil, compuesta en 1905, que refleja la fase de transición estilística que llevaría al compositor alemán desde allí, a convertirse al poco tiempo en uno de los fundadores de la Segunda Escuela de Viena. Gatti dio una lectura crepuscular, sofisticada, plena de matices, pero no autorreferencial. Pretendo decir que al escucharla se percibió el nuevo espíritu que desde allí habría guiado la música hacia nuevos horizontes, como cuando salió al escenario Frank Peter Zimmermann, sosteniendo su violín como si un círculo se hubiese cerrado.  De hecho, Alban Berg (1885-1935) compuso su magnífico Concierto para violín y orquesta “A la memoria de un ángel” en 1935 como conclusión de un recorrido creativo que no solo lo había visto ser un protagonista de la Segunda Escuela de Viena, sino que además lo había llevado a reevaluar y repensar la dodecafonía y la serialidad.  El ángel a quien Berg le había dedicado su última obra fue a la hija de Alma Schindler, exmujer de Gustav Mahler, quien había muerto prematuramente. Frank Peter Zimmermann dominó la ardua partitura tocando con precisión y con un lirismo sobrio y encantado, y coadyuvado por la baqueta de Gatti, logró que fueran naturales y gratas las variadas implicaciones dodecafónicas (por demás, ya suavizadas por el compositor). La emoción fue palpable en cada nota y los dos intérpretes tendieron a crear un arco expresivo único que supo tocar en lo más profundo, entre momentos de incandescente tensión y otros más delicados e impregnados de una dulzura íntima, que, sin embargo, nunca es un fin en sí mismo. Las dos partes que constituyeron el concierto, cada una se dividió en dos partes adicionales (I.Andante-Allegretto; II.Allegro-Adagio) creando así un viaje de vida, muerte y transfiguración. Zimmermann tocó mostrando una entonación absolutamente perfecta y la integración de su violín con la Filarmonica della Scala fue total.  A las numerosas peticiones de bis, el violinista alemán, respondió con una fantasiosa ejecución del Adagio que abre la Sonata n. 3 en do mayor para violín solo de Johann Sebastián Bach.  La segunda parte del concierto comprendió Die Meistersinger, an orchestral tribute, una transcripción orquestal sobre la ópera de Richard Wagner (1813-1883) que fue elaborada por Henk de Vlieger (1953) hace una veintena de años.  Esta suite de Dei Meistersinger no solo contiene los típicos momentos sinfónicos, preludios y danzas de la obra, sino también piezas vocales (naturalmente transcritas) como por ejemplo el monologo de Sachs y el Preislied de Walther, en un compacto de la ópera wagneriana de casi una hora de duración. Quien no ama este tipo de operación (es decir la ópera de Wagner reducida a la sola elaboración sinfónica) tuvo que cambiar de opinión esta noche, porque la interpretación ofrecida por Gatti tuvo un considerable impacto. El director milanés consiguió recrear el clima expresivo de la obra por igual, incluso sin las voces.  A Daniele Gatti le gusta tanto esta ópera que ya la ha dirigido en La Scala hace algunos años y el próximo verano subirá con esta partitura al podio del Festspielhaus de Bayreuth. Su Wagner fue poco teutónico, ya que Gatti trabajó sobre el color orquestal y el fraseo, resultando hacerlo dúctil, muy suave y vaporoso. También en los momentos dinámicamente más robustos, el sonido no estuvo nunca rígido ni desbordante.  Pero fueron sobre todo esos nuances en los timbres, los matices dinámicos, y la sutileza en la ejecución de las líneas musicales lo que entusiasmó, mostrando un lado más humano del compositor alemán. Adicionalmente, una tensión narrativa muy teatral nos situó de golpe en el escenario, tanto así, que parecía que se asistía verdaderamente a una representación de Meistersinger. Al final, fue un éxito para Danielle Gatti, que cabe recordar, que dirigió el concierto de memoria mostrando un excepcional conocimiento de un repertorio del cual es hoy un punto de referencia.



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