Foto: Brescia&Amisano
Massimo Viazzo
Daniele
Gatti volvió al podio de la Filarmonica della Scala
con un programa de fuerte impacto expresivo que inició con una lectura del todo
mahleriana del Langsamer Satz de Anton Webern (1883-1945), originalmente
compuesta para cuarteto de cuerdas y que aquí fue interpretada en la
transcripción para orquesta de cuerdas.
Se pudo apreciar una vivida tensión entre las líneas musicales y una
constante búsqueda de timbres flexibles y suaves. Esta es una obra juvenil, compuesta en 1905,
que refleja la fase de transición estilística que llevaría al compositor alemán
desde allí, a convertirse al poco tiempo en uno de los fundadores de la Segunda
Escuela de Viena. Gatti dio una lectura crepuscular, sofisticada, plena de
matices, pero no autorreferencial. Pretendo decir que al escucharla se percibió
el nuevo espíritu que desde allí habría guiado la música hacia nuevos
horizontes, como cuando salió al escenario Frank Peter Zimmermann,
sosteniendo su violín como si un círculo se hubiese cerrado. De hecho, Alban Berg (1885-1935) compuso su magnífico
Concierto para violín y orquesta “A la memoria de un ángel” en 1935 como
conclusión de un recorrido creativo que no solo lo había visto ser un
protagonista de la Segunda Escuela de Viena, sino que además lo había llevado a
reevaluar y repensar la dodecafonía y la serialidad. El ángel a quien Berg le había dedicado su
última obra fue a la hija de Alma
Schindler, exmujer de Gustav Mahler, quien había muerto prematuramente. Frank
Peter Zimmermann dominó la ardua
partitura tocando con precisión y con un lirismo sobrio y encantado, y
coadyuvado por la baqueta de Gatti, logró que fueran naturales y gratas las
variadas implicaciones dodecafónicas (por demás, ya suavizadas por el
compositor). La emoción fue palpable en cada nota y los dos intérpretes
tendieron a crear un arco expresivo único que supo tocar en lo más profundo,
entre momentos de incandescente tensión y otros más delicados e impregnados de
una dulzura íntima, que, sin embargo, nunca es un fin en sí mismo. Las dos
partes que constituyeron el concierto, cada una se dividió en dos partes adicionales
(I.Andante-Allegretto; II.Allegro-Adagio) creando así un viaje de vida, muerte
y transfiguración. Zimmermann tocó mostrando una entonación absolutamente
perfecta y la integración de su violín con la Filarmonica della Scala fue
total. A las numerosas peticiones de bis,
el violinista alemán, respondió con una fantasiosa ejecución del Adagio que
abre la Sonata n. 3 en do mayor para violín solo de Johann Sebastián Bach. La segunda parte del concierto comprendió Die
Meistersinger, an orchestral tribute, una transcripción orquestal sobre
la ópera de Richard Wagner (1813-1883) que fue elaborada por Henk de Vlieger
(1953) hace una veintena de años. Esta
suite de Dei Meistersinger no solo contiene los típicos momentos sinfónicos,
preludios y danzas de la obra, sino también piezas vocales (naturalmente
transcritas) como por ejemplo el monologo de Sachs y el Preislied de
Walther, en un compacto de la ópera wagneriana de casi una hora de duración. Quien
no ama este tipo de operación (es decir la ópera de Wagner reducida a la sola
elaboración sinfónica) tuvo que cambiar de opinión esta noche, porque la
interpretación ofrecida por Gatti tuvo un considerable impacto. El director
milanés consiguió recrear el clima expresivo de la obra por igual, incluso sin
las voces. A Daniele Gatti le gusta
tanto esta ópera que ya la ha dirigido en La Scala hace algunos años y el
próximo verano subirá con esta partitura al podio del Festspielhaus de Bayreuth.
Su Wagner fue poco teutónico, ya que Gatti trabajó sobre el color orquestal y
el fraseo, resultando hacerlo dúctil, muy suave y vaporoso. También en los
momentos dinámicamente más robustos, el sonido no estuvo nunca rígido ni
desbordante. Pero fueron sobre todo esos
nuances en los timbres, los matices dinámicos, y la sutileza en la
ejecución de las líneas musicales lo que entusiasmó, mostrando un lado más
humano del compositor alemán. Adicionalmente, una tensión narrativa muy teatral
nos situó de golpe en el escenario, tanto así, que parecía que se asistía
verdaderamente a una representación de Meistersinger. Al final, fue un éxito
para Danielle Gatti, que cabe recordar, que dirigió el concierto de memoria
mostrando un excepcional conocimiento de un repertorio del cual es hoy un punto
de referencia.
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