Thursday, October 1, 2009

Death in Venice - Opera de Bellas Artes, México

Foto: Ted Schmitz y Armando Gama Credito: Ana Lourdes Herrera
Ramón Jacques

A pesar de que la escasa escenificación de operas barrocas y contemporáneas ha sido la perenne asignatura pendiente de esta compañía, el estreno local de esta opera del ingles Britten superó todas las expectativas en cuanto aceptación y asistencia del publico se refiere. En esta ocasión se obtuvo un equitativo balance entre la parte visual-escénica y la orquestal de la obra. Lo primero se debió al sugestivo marco presentado por Jorge Ballina, que situó la acción en los años 20s del siglo pasado, con una secuencia de detallados y simétricos cuadros, de estilo cinematográfico, con el que contó la compleja historia de manera concisa y clara, y en el que la ciudad de Venecia fue protagonista esencial de la historia, incluida el agua de sus canales, sus góndolas, callejones y muros; la arena, el cielo y el horizonte de sus playas; y la amenazante presencia de la peste. Los apropiados vestuarios e iluminación realzaron una puesta, que sorprendentemente, y por su buena manufactura no se tiene previsto alquilarla o reponerla en otro teatro. El propio Ballina, realizó una discreta dirección escénica, que por momentos fue movida y afanosa y en otros rutinaria y rígida. La parte orquestal de la función fue sobresaliente gracias a Christopher Franklin, director de segura y briosa mano, quien dio relieve a las partes instrumentales solistas, y exaltó con convicción las fragmentos musicales de la orquestación, manteniendo la tensión en cada momento. El papel de Aschenbach, fue encomendado al tenor estadounidense Ted Schmitz, quien a pesar de su poca proyección pudo administrar y mantener el brillo de su grato timbre, con esplendida dicción, ante el desgaste vocal que implicó la interpretación de ese personaje. El barítono Armando Gama, cumplió adecuadamente en lo vocal y con amena actuación en sus múltiples papeles asignados, y el contratenor Santiago Cumplido, fue un moderado y estridente Apolo. Mención aparte merece el aporte del coro, que se lució bajo la mano y supervisión de Cara Trasher.

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