Saturday, March 26, 2011

La Forza del Destino de Verdi en el Teatro Regio de Parma

Foto: Roberto Ricci - Teatro Regio de Parma
Renzo Bellardone

Después del poco éxito obtenido en su estreno en San Petersburgo el 10 de noviembre de 1861 con texto de Piave, y del benévolo consenso que tuvo en su estreno italiano en la Scala de Milán el 27 de febrero de 1862, con el de Ghislanzoni, La Forza del Destino ha sido repuesta por los teatros de opera mas importantes del mundo. En el Regio de Parma, con la realización del ecléctico Stefano Poda, encargado de la dirección artística, escenografias, vestuarios, coreografía y luces, creó un excelso marco que aun el riguroso publico de Parma demostró haber disfrutado al final de su primera función. Seria ardua la tarea de encontrar definiciones que se adecuen y describan de manera adherente y exhaustiva la genialidad de esta puesta en escena, mientras que es fácil hablar de visiones, sugestiones y emociones que salen de lo profundo, a la vista de la oscura escena, que fue tan sombría como el acontecimiento narrado. Las únicas interrupciones fueron los rayos de luces que cortaron la escena casi como en la cultura a la que hace referencia la leyenda, la luz divida descendió para intervenir sobre la humanidad terrestre. Las escenografias contienen símbolos de la suntuosidad y de la gestualidad de la liturgia eclesiástica en su momento de mas alta expresión y representación, que se realizó a través de una perfecta unión entre la narración y la partitura, envolviendo al espectador al punto que mientras iba aumentando el encanto sobre la escena, se convirtió en parte activa y creativa para formar parte de un todo. La obertura se inició con un escenario vacío y humo sobre la orquesta que encontró las celebérrimas notas que se convirtieron después en leitmotiv de la opera verdiana. La orquesta inició en un modo tranquilo, para después tomar el vigor dramático y recibir a Donna Leonora, que fue interpretada por Dimitra Theodossiu -quien debutaba el papel- y que bien calzada en el papel, presentó buenos dotes vocales sobretodo en el fraseo, en los largos solos, en los pianisimos y en los filados, soportados por una convincente interpretación dramática. Giuseppe Verdi, pensó que para esta opera cada personaje tuviera un rol bien definido y representativo evidenciándolo y caracterizándolo sin rechazar la envolvente espectacularidad de las obras para voces y el papel del coro que contribuyo a crear un fresco, pintado con todas las alternativas que da la vida. El primer dueto entre Leonora y Don Alvaro, ‘Dividerci il fato non potrà ’ con correcto uso del fiato, por parte de ella, y la participativa y agradable vocalidad del tenor venezolano Aquiles Machado, recibieron un buen consenso dando inicio a una representación de gran peso (en la velada en cuestión se hizo una grabación para DVD). Respecto al logró total de la realización es absolutamente necesario rescatar la genial contribución de Poda, que a excepción de la parte musical, firmó la totalidad de espectáculo. Con materiales sencillos de polietileno logró crear una reluciente y al mismo tiempo, tenebrosa ambientación de fuerte impacto visual y emocional, también utilizando solo un breve espectro de colores, que iban del gris perla al negro.

Fue eficaz la ubicación en el tiempo de la narración, valorizada por luces y sombras refinadas e incisivas que manejadas con sapiencia, se convirtieron en elementos protagonistas, asi como los vestuarios de telas quemadas y rasgadas. La Orquesta del Teatro Regio de Parma, dirigida por Gianluigi Gelmetti, que aun sin excavar constantemente en las profundidades dramáticas de la opera, dirigió en constante sintonía con los cantantes, al grado de obtener un buen resultado, participativo e integrado por todos sus elementos de la orquesta integrada por muchos jóvenes, quienes siguiendo puntualmente los gestos del director, captaron las atmósferas intimistas que la partitura impone. Ziyan Afteh quien posee el justo físico para el papel del Marques de Calatrava resulto activo al limite de la potencia de un papel breve pero determinante. Cuando Leonora arriba a la taberna vestida de hombre no se encontró a los habituales ebrios brindando, si no una representación coreográfica que con bailarines en riguroso color negro se movían en una moderna danza, y al limite del ‘mimo’ infundiendo elegancia a la escena, junto a la presencia del coro, que dirigido por Martino Faggiani, estuvo a la altura de la meditativa y evocativa situación. Las diversas intervenciones del coro prevén algunas voces solistas, las cuales fueron representadas con calidad. Los peregrinos, no tan encapuchados, estuvieron cubiertos de negro, como en las antiguas y tradicionales procesiones españolas, y se movieron lentamente portando estandartes negros, casi transparentes, movidas por un débil viento. Mariana Pentcheva como la gitana Preziosilla, supo mantener bien la escena en el ‘Rataplán” del final del III acto, que resulto ser autentico con un color apasionado y variado. Las paredes del palacio de Calatrava del primer acto, fueron colocadas a escena abierta, para construir el convento representado por una grande cruz en vertical, apuntando hacia lo alto para simbolizar que la luz ‘superior’ puede partir y alcanzar todo sin restricción alguna. Fue aquí donde Donna Leonora y el Padre Guardiano cantaron el dueto ‘Più tranquilla l’alma sento’ en el que la conmovedora Theodossiou estuvo en equilibrada sintonía con Roberto Scandiuzzi que proyectaba temor reverencial, con bello y profundo timbre de calibrada entonación. Los rayos de luces aparecieron, dejando que las sombras en la caverna de ermitaños, fuera iluminada por verdaderas antorchas que se consumían en escena.
A este momento siguieron los violines y al improviso el Padre Guardiano, que pidió a los padres hincarse y jurar no traicionar el secreto de Leonora, limitándola a la posición del más grande voto asumido para renovarlo frente a dios. A Don Carlo Vargas el papel le impuso solo el sentido del ‘no perdón’ y de venganza y el barítono búlgaro Vladimir Stoyanov fue eficaz para infundirle al personaje sus peculiaridades. La batalla se concreto a través de una coreografía. Al final de la batalla, los cuerpos amontonados simbolizaron el extremo resultado de la muerte causada por la guerra. Gracias la continuidad de la emisión y grande fuerza interpretativa Carlo Lepore fue un muy aplaudido Fra Melitone de gran interpretación, con lo que hizo agradecer que Giuseppe Verdi no cediera ante las presiones de Tito Ricordi quien le sugirió eliminar la parte. Adriana di Paola, como Curra, Alessandro Bianchini como el Alcalde y Gabriele Bolletta como el quirúrgico delinearon bien sus personajes en sus pocas intervenciones. ‘La Vergine degli Angeli’ y ‘Pace pace mio Dio’ son paginas que permiten belleza melódica y poesía intimista, aquí fueron amplificadas por una gran cruz en diagonal, caída a tierra como el sufrimiento de los personajes en la obra. La orquesta y el escenario coronaron un viaje a través de las fases de la vida, en camino hacia la luz suprema, encendida por un polvo dorado que caía con un rayo de luz central. El severo público del Regio aplaudió varias veces a escena abierta con ovaciones y peticiones de bises. Al final explotó un largo aplauso que hizo salir varias veces a los cantantes, al director del coro, al director de orquesta y al director de escena, el ’omni-realizador’ ¡La música siempre vence!

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