Tuesday, August 9, 2011

En el centenario de la muerte de Mahler la Sinfónica Simón Bolívar da una lección de vida

Foto: Fesnojiv

La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela tocó en Salzburgo un milagro: el de la Resurrección, nombre con el que es conocida la Segunda Sinfonía del compositor y director Gustav Mahler. Este año, justamente cuando se conmemora el centenario de su muerte, los músicos venezolanos llevaron a la cuna de Mozart una lección de vida, de redención, de salvación. Dirigidos por Gustavo Dudamel, los venezolanos tocaron apasionadamente la crisis del hombre que pierde su fe y la recupera luego de un ardoroso conflicto consigo mismo. Violines, violonchelos, clarinetes, oboes, trombones, cornos, trompetas, la rítmica de la percusión, se batieron contra la desesperanza y se enfilaron por el sendero de una partitura que es testimonio del verbo creer. No les es difícil. Después de todo, ellos mismos, emblemas del Sistema de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles, son considerados como encarnación de esperanza y de futuro. La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela entiende de exaltación tanto como de sigilo. En cinco movimientos, los músicos venezolanos iban desde los más suaves compases a los pasajes más rudos y furiosos.
Así, de erizado a terso, era el tránsito en la piel de los espectadores que ovacionaron a la orquesta por 15 minutos de pie. Los aplausos largos tradujeron el agradecimiento por una experiencia que, aunque ya algunos la habían vivido por primera vez en 2008, cuando la orquesta debutó en este festival, sigue siendo única para ellos: ver a 170 músicos cuya media de edad apenas se acerca a los 30 años tocando música académica como los más experimentados músicos europeos, con un agregado innegable: la pasión que conquista hasta al espectador más esquivo. La Segunda Sinfonía de Mahler, con la que la sinfónica venezolana cerró su participación en el Festival de Salzburgo, tuvo también a las cantantes Anna Larsson y Miah Persson y al coro Wiener Singverein como protagonistas.







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