Wednesday, August 31, 2011

Cuatro operas en el Festival de Rossini (ROF) en Pesaro

Foto: Studio Amati Bacciardi

Massimo Viazzo

MOSE IN EGITTO (20 agosto 2011, Adriatic Arena, Pesaro)

El espectáculo que más ha dado que hablar de si en la edición 2011 del Rossini Opera Festival – una edición de alto nivel que ha colocado a la manifestación de Pesaro ¡y con razón! entre las metas mas deseadas del verano para los melómanos de todo el mundo- ha sido sin dudas el Mosè in Egitto firmado por Graham Vick. El director de escena ingles no solo realizó una actualización de los eventos (aquí los eventos bíblicos perdieron su colocación natural de espacio y tiempo para asumir una dimensión universal sobre un escenario dividido en diversos niveles) si no que radicalizó sus elecciones en una óptica pacifista tout court en las cuales las culpas de los integralismos religiosos por demás monoteístas, como fueran el israelí o el islámico, fueron igualmente distribuidas. Es claro que ver a Mosè (Moisés) con un Kalashnikov en mano mientras entonaba la sublime plegaria del tercer acto fue una imagen muy fuerte, pero la idea de Vick de apuntar el dedo acusatorio sin hacer distinción entre los “presuntos” buenos y malos fue llevada hasta el fondo con gran coherencia pera crear un espectáculo de rara fuerza emotiva y espesor espiritual. Me parecían verdaderamente fuera de lugar las cartas enviadas a los periódicos locales de algunos judíos presentes en el festival que se sintieron “ofendidos” por esta visión. Aquí, se trató de hacer arte, pero arte viva, apasionada y no aislada de la realidad. Bien por Graham Vick, quien eligió, quizás, la vía más incomoda entre tantos otros, sobre los escenarios italianos, frecuentemente condicionados por un público perezosamente tradicionalista, lo que hizo parecer las cosas aun mas incomodas. Esta producción entrará por derecho en la historia del ROF, y se espera que sea repuesta en los próximos años, o por lo menos que alcance a ser grabada en video. Es así, porque también la parte estrictamente musical fue de un óptimo nivel, comenzando por el granítico faraón de Alex Esposito de nítida y esculpida dicción. Menos carismático, aunque correcto estuvo el Mosè (Moisés) de Riccardo Zanellato, mientras que la Elcia de Sonia Ganassi, a pesar de mostrarse afligida y apasionada pareció tener una emisión un poco pesada. Seguro e incisivo estuvo Dmitry Korchak en el papel del príncipe Osiride, y muy preparados estuvieron también los dos tenores Enea Scala (Mambre) y Lijie Shi (Aronne). Roberto Abbado dirigió con pulso y rigor sin dejarse malear por fáciles abandonos y apuntó definitivamente hacia la continuidad dramática.

LA SCALA DI SETA (21 agosto 2011, Teatro Rossini, Pesaro)

La Scala di Seta en la producción de Damiano Michieletto era ya un espectáculo probado y puesto en escena aquí mismo en Pesaro hace dos temporadas. Solo un cantante del antiguo elenco se presentó en esta ocasión, se trataba de aquel sobre el cual Michieletto prácticamente había construido todo su espectáculo. Me refiero a Paolo Bordogna, en el papel del distraído y descuidado sirviente filipino, entorno al cual giraron las acciones. La ambientación y los vestuarios modernos le infundieron vitalidad y exuberancia a una intriga que se asimila mucho a la del Matrimonio Segreto de Domenico Cimarosa (de hecho fue por este motivo que en la premier de1812 en el Teatro San Moisè de Venecia, la farsa rossiniana no tuvo el éxito que merecía). Sobre el escenario del Teatro Rossini se montó una escena que representaba un apartamento moderno con sala, cocina y baño. El publico, y aquí es donde estuvo la vivaz ocurrencia, pudo seguir el desarrollo del acontecimiento viendo también desde la parte de arriba, ya que el fondo se colocaron paredes reflejantes. Las situaciones inventadas por el joven director Veneto eran con frecuencia muy divertidas, nunca desbocadas, ni vulgares y sobretodo siempre estuvieron a tiempo con la música de Rossini, como en su momento lo había mostrado Jean-Pierre Ponnelle. Así, todo el elenco brilló por propiedad vocal y osada recitación, comenzando por el divertidísimo Germano de Paolo Bordogna, triunfador de la velada; sin olvidar a la espiritosa Giulia de Hila Baggio, o al volcánico Blansac de Simone Alberghini, para el cual en esta producción se recuperó la difícil aria de concierto “Alle voci dell’amore”, así como al atormentado Dorvil de Juan Francisco Gatell. Brillante y burbujeante fue la dirección de José Miguel Pérez-Sierra quien estuvo acompañado por una Orchestra Sinfónica G. Rossini en muy buena forma.

IL BARBIERE DI SIVIGLIA (22 agosto 2011, Teatro Rossini, Pesaro)

Alberto Zedda, director artístico del ROF, presentó a su publico la nueva edición critica del Barbiere di Siviglia publicada por la Fondazione Rossini de Pesaro. Las diferencias con la versión actual no parecen ser significativas (solo alguna modificación textual y algún retoque musical), pero sobretodo esta la presencia de un nuevo personaje, la criada Lisa, y para llamar la atención, Lisa de hecho interviene en el Fínale I (sus notas habían sido confiadas siempre a Berta, y aquí Lisa canta en una tesitura mas grave). Para la ocasión se pensó en una ejecución en forma de concierto justo para hacer resaltar de la mayor manera posible, las cualidades de la partitura rossiniana. De cualquier manera, los cantantes efectuaron sus entradas y salidas y algunos movimientos escénicos, ofreciendo autenticidad teatral al evento. Zedda demostró gran sensibilidad para guiar a la dinámica orquesta boloñesa obteniendo fluidez ritmica y brillantez timbrica. El director milanes de ochenta y tres años supo acompañar a los cantantes en un modo estilísticamente impecable durante sus gustosísimas y acrobáticas variazioni. Marianna Pizzolato interpretó una agradable Rosina con voz de timbre comunicativo, pero con algunas indecisiones en la zona más aguda de la tesitura. Franco, arrogante, de buen volumen y sonido rotundo y con cuerpo, estuvo el Fígaro de Mario Cassi. Adecuado estuvo Juan Francisco Gatell en el papel del Conde Almaviva, que sobretodo en el centro pareció recordar el fraseo de Luigi Alva. El desbordante Bartolo de Nicola Alaimo, un barítono de voz clara y perfectamente cómodo en el canto en silabas, supo divertir al público también por la calidad de su muy personal mímica; mientras que Nicola Ulivieri acentuó los trazos de astucia de Don Bartolo con voz plena y resonante. Grandes aplausos y ovaciones se dieron también en la Piazza del Popolo, donde la opera fue transmitida en una gran pantalla.

ADELAIDE DI BORGOGNA (23 agosto 2011, Teatro Rossini, Pesaro)

Pier’ Alli el director de escena de Adelaide di Borgogna, opera de una belleza inesperada, que fue presentada por primera ocasión aquí en el ROF (y cuya música terminaría en buena parte en la futura opera Eduardo e Cristina es una demostración de lo mucho que Rossini tenia en consideración a esta partitura) pareció estar mas interesado en las proyecciones al fondo del escenario, de lagos y hierros, de militares y fuertes, de marchas y procesiones de mujeres indudablemente sugestivos y elegantes (con su ligero toque de ironía y surrealismo) y menos interesado en los movimientos escénicos de los cantantes. No fluyó un espectáculo de innegable impacto visual, pero teatralmente un poco pobre. Se pensaba en un elenco de primer orden, acompañado por la musicalidad y la fineza de Dmitri Jurowski bajo la guía del Coro y la Orchestra del Teatro Comunale de Bolonia. (agrupación que participó también en Mosè y en Barbiere), para electrizar la función. Jessica Pratt donó a Adelaide un timbre adiamantado y pastoso sobretodo en el centro, con facilidad en la coloratura, y privilegió la vena más elegiaca de la princesa prematuramente convertida en viuda. El Ottone de Daniela Barcellona se impuso por el acento heroico aunque también patético, por su osada agilidad y por la solidez de su línea. Nicola Ulivieri diseñó un Berengario de notable espesor vocal con color oscuro y esculpido y rotunda dicción. A la vez, Bogdan Mihai (Adelberto) resultó ser el elemento débil del elenco ya que a pesar de demostrar cierta seguridad en la agilidad y una indudable musicalidad, pero el timbre que no era particularmente seductor, el volumen trémulo y cierta carencia de squilo invalidaron en general su participación. Muy cómodos estuvieron el resto de los personajes y un aplauso para la preciosa y muy fantasiosa realización de los recitativos con el fortepiano, aunque casi no nos habíamos dado cuenta que se trataba, en su totalidad, “solo” de recitativi secchi.

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