
Foto: Pascal Gely
Leonardo Monterverdi
Didón dos veces resucitada y Anna Bonitatibus la súper estrella
La Didone de Francesco Cavalli (1602-1676) opera en tres actos y prologo con libreto de Giovanni Francesco Busenello. Funcion del 28 de octubre del 2011 en el Grand Théâtre de la Ville de Luxembourg en Luxemburgo. Elenco: Anna Bonitatibus (Dido), Kresimir Spicer (Éneas), Claire Debono (Vénus, Iris, damisela) Demoiselle, Tehila Nini Golstein (Créuse, Junon), Katherine Watson, (Cassandre, damisela), Mariana Rewerski (Anna, la fortuna, damisela), Xavier Sabata (Iarbas), Terry Wey (Ascagne, Amor, un cazador), Valerio Contaldo (Corèbe, Éole, un cazador), Joseph Cornwell (Hécate, Pyrrhus), Maria Streijffert, Hécube), Mathias Vidal (Illion), Francisco Javier Borda (Sinon, Neptuno), Victor Torres (Anchise, un viejo). Orquesta: Les Arts Florissants Director Musical: William Christie. Puesta en escena: Clément Hervieu-Léger. Asistente de escena Valérie Nègre. Escenografias: Éric Ruf. Vestuarios: Caroline de Vivaise. Iluminacion: Bertrand Couderc
La visión pesimista y también irónica de la vida se evidencia en la opera literaria de Giovanni Francesco Busenello, más que nunca en su Didone, libreto escrito para el compositor Francesco Cavalli y que fue creada en Venecia en 1641. Pero el cinismo y la desilusión por el poder, que cambia las leyes a su gusto, el destino, la falta de escrúpulos y la crueldad con que los dioses tratan a los hombres (metáfora de los poderosos y los humildes), que se deben sin duda a la carrera jurídica del autor, tocan su ápice en L’Incoronazione di Poppea, escrita para Monteverdi dos años más tarde que Didone, y que es quizás, su libreto mas milagroso, autónomo, inoxidable y sobretodo conocido a través de los siglos. En esta Didone la trama fue extraída del Libro IV de la Eneida pero los cambios de la fuente virgiliana son muchos, incluso con un ¡Final feliz! : Didone no muere como en el mito si no se casa con Iarba, quien la salva del suicidio, olvidándose totalmente y de repente del traidor Enea, quien habiéndose sentido obligado da a partir hacia un destino cruel en las playas Itálicas para fundar la que hubiera sido Roma… la pareja africana hubiera vivido feliz y alegre, seguro con muchos hijos, y quizás con un futuro desarrollando un turismo de cinco estrellas en la costa tunecina. Esos son los detalles… De hecho, la elegancia poética y dramática de los versos de Busenello, a pesar de su imaginación compositiva, resplandece completamente en su Didone. Esa elegancia, típica del siglo XVII, con influencias de Petrarca y Tasso, desbordante de imágenes retóricas y de reflexiones filosóficas, además de lo grotesco y de lo cómico, hace esa Didone de Cavalli-Busenello un hito del melodrama. Al escuchar esta Didone está más claro como Monteverdi dibujó con las dos manos ideas, situaciones, personajes, y ahí, se nota la mano de Cavalli en unos fragmentos de Incoronazione, y el intercambio, sobre todo en aquel periodo en el que se vio el nacimiento y el desarrollo de la opera, seguro era más profundo de lo que se cree hoy. Existen algunos pasajes en la Didone, como por ejemplo las muertes de Corebo y de Creusa, en el primer acto, en el que el modelo monteverdiano de la muerte de Clorinda, en el Combattimento, muchos años atrás, parecía ser muy evidente y sin duda la escena del lamento de Iarba y el siguiente dúo entre Iarba y Didone, en el segundo acto, sirvieron de inspiración para la primera escena de Incoronazione, el lamento de Ottone, allí también para contralto masculino como Iarba, y para el dúeto Seneca-Nerone. Le Grand Théâtre de la Ville de Luxembourg, co-produciendo esa puesta en escena con el Théâtre de Caen y el Théâtre de Champs Elysées de Paris, presentó en su temporada 2011-2012 esta joya de la historia musical italiana, casi desconocida en su madre patria, de no ser por una realización bastante reciente en realizada en Venecia por Fabio Biondi y l’Europa Galante. Después de eso vino el silencio. La puesta en escena de Clément Hervieu-Léger, actor de la Comédie Française y asistente de Patrice Chéreau, quien realizó su primera dirección de opera, se ofreció en dos partes en lugar del prólogo y tres actos originales. Quizás esto fue una razón de la lentitud de todo. Si para un público italiano una trama similar, tan compleja y llena de personajes que además fueron cantados por los mismos artistas, y en un idioma que ya a los mismos italianos actuales les suena un poco raro, uno se imagina como seria para el público de un idioma distinto con dos actos tan largos y llenos de recitativos. Quizás en tres actos habría más tiempo para reflexionar, para digerir mejor toda esa información sobre un idioma, un sonido, unas acciones que merecerían más tiempo. La acción fue además ponderada por la idea un poco abusada de lanzar a todos los personajes al suelo: cuando uno no sabe que hacer que estos personajes se atormenten, sucede también en Italia, un abuso común, un aburrimiento común, la globalización del aburrimiento. Otra cosa que no fue tan clara, como solución escénica, fue a salvación de Didone por parte Iarba, que dejó al auditorio un poco suspendido y sorprendido, que pareció casi un error del guión: porque ¿Muere Didon o no? Con toda la sangre que se vio ¡que la lleven a urgencias! ¿O murió detrás de la cortina? Pero no, cantó hasta el final, pero como debilitada. Quizás más sencillez, además del disparate histórico-literario, habría sido más útil. ¿Quizás se recortó algo de la partitura que no facilitó la comprensión? La torre de andamios cubiertos, utilizada como una escalera desde la tierra hacia el Olimpo, por donde dioses y diosas subían y bajaban con acrobacias para impulsar a los humanos, pareció algo olvidado por las recientes reformas, o algo que la empresa dejó porque se acabó el dinero para las reformas… se puede decir, fue un poco burdo, además de que fue un inútil obstáculo para los artistas. El primer acto representó la última noche de Troya, las murallas estaban derruidas, había un cadáver enorme de un ciervo (que se encuentra también en el acto de Cartago…) y varios objetos en desorden donde varios personajes vagan y se esconden como fantasmas perdiendo la orientación. Esa escena es muy profunda y sugestiva, se respira la muerte y la desesperación. Enea, Creusa, Ascanio y Anchise se encuentran perdidos, y no saben si partir o quedarse, si luchar o considerar terminada la vida en Troya e intentar salvarse. La iluminación de Bertrand Couderc resultó extremadamente eficaz definiendo los espacios y los caracteres de los personajes, con hojas de luz que marcaban las siluetas de las figuras, con colores de vez en cuando fríos y cálidos, con atmósferas de Caravaggio, claroscuros muy barrocos, mientras un reparto excelente creaba los personajes.


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