Tuesday, March 4, 2014

La Ópera de Bellas Artes de México: Uróboros



Por José Noé Mercado

Periódico De largo aliento Número 1, marzo de 2014
(Este articulo se publica por con la amable autorización de este nuevo periódico cultural editado en México a partir del 1 de marzo)

Se hizo mucho ruido con la entrada del tenor Ramón Vargas como el responsable de la ópera nacional, pero las cosas no han funcionado tal como lo prometían los discursos inaugurales.

Desde mayo de 2013, la Ópera de Bellas Artes (OBA) atraviesa por una nueva etapa bajo la dirección artística del tenor Ramón Vargas. La apuesta lírica de Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Conaculta, en conjunto con María Cristina García Cepeda, titular del INBA, resultó esperanzadora en un principio por el interés para hacer resurgir un arte con un pasado tricentenario en nuestro país, cuyo sistema oficial que lo ha producido en años recientes perdió vitalidad y cayó en un mecanismo de inercias institucionalizadas.

Este periodo, el más reciente de los que conforman el claroscuro histórico de la ópera en México, ha tenido como piedra angular la imagen de prestigio internacional que ostenta Ramón Vargas en sus más de 30 años de cantante profesional.

No obstante, aunque sus fans así lo crean, las cualidades del tenor no son las mismas que tiene como funcionario: sin experiencia en puestos públicos, administración artística o cultural; ni la institución a la que llegó y que antes criticaba duramente requería sólo de un retoque de imagen para recuperar vitalidad, o de un discurso etéreo que decretara con mesianismo la aparición de la “ópera de excelencia”.

La estampa internacional de Vargas y su admiración no debería omitir de ningún análisis las realidades de un cantante en activo con diversos intereses y compromisos de agenda, casi siempre en el extranjero, al frente de una institución mexicana que demanda numerosas reformas estructurales para salir de su obliterada inercia.

Las contadas ocasiones en que ha hecho acto de presencia para estar en conferencias de prensa o echar un vistazo a los ensayos de las producciones representan gastos significativos al erario (boletos de avión de entre 90 mil 988 pesos y 129 mil 340 pesos, según datos de la Unidad de Enlace de Transparencia y Acceso a la Información Pública del INBA), que se suman a los 5 mil dólares americanos que tiene como sueldo mensual (cifras en todo caso inferiores a sus honorarios como cantante en nuestro país, pues sólo en su última actuación en Bellas Artes, en la Gala Verdi del 3 de marzo de 2013, percibió 350 mil pesos). En esas condiciones, quién con la conciencia del panorama económico y social mexicano podría decir si es mejor que venga continuamente o que no lo haga.

Esa teledirección de Ramón Vargas, que por la tecnología puede mantenerse en contacto institucional y girar instrucciones a su equipo pero al mismo tiempo carece de la presencia física, la atención directa y el ejemplo del compromiso in situ necesario para construir cualquier liderazgo, el tenor ha querido justificarla al asegurar en entrevistas que la asistencia a la oficina carece de importancia si se considera que durante decenios sus antecesores “solamente calentaron el asiento”.



Esta revelación podría sonar cínica toda vez que entre quienes lo precedieron se encuentran hoy colaboradores, amigos o ex representantes, pero sobre todo porque se sumó a las no pocas aclaraciones atropelladas que el directivo ha realizado en diversos foros para justificar ideas, conceptos, decisiones y tiempo de resultados.

La intención de convertir los estados de la república en una “provincia italiana” que albergara ópera por doquier se topó con el freno de la competencia de funciones, que por más pretensión que hubiera se limitaba a la Ópera de Bellas Artes; con una extrañeza generalizada ante la falta de estimación por los esfuerzos estatales y locales para la producción operística; y con la carencia de una fórmula real de coproducción y colaboración que fuera más allá de tomar producciones ya hechas para intentar presentarlas en otras plazas del país. O, lo que es peor, ofrecer llevar montajes desde el centro, como si sólo en la capital se contara con una suerte de ISO.

Ese esquema de promover producciones itinerantes (con el barítono Jesús Suaste, uno de los coordinadores artísticos de OBA, incluido en varios de los elencos), más que la procuración del desarrollo lírico de diferentes regiones, infraestructuras y talentos nacionales, es el retroceso a la presentación de la ópera a la vieja usanza del siglo XIX.

El Estudio de la OBA, luego de retrasos en su puesta en marcha y del respectivo protocolo de selección de becarios que recibirán 25 mil pesos mensuales (más que un profesional de los grupos artísticos de OBA), comenzó operaciones en enero de 2014. Aunque García Cepeda, la titular del INBA, en su informe de actividades 2013 lo celebró como uno de los mayores logros de su gestión, lo cierto es que los resultados están por verse y, si son verdaderamente buenos, los frutos los aprovecharán otros teatros y países, que puedan ofrecer a los talentos el espacio que aquí seguirá siendo estrecho.

Puesto que continúa el mismo número de títulos anuales que en sexenios pasados (seis); con repertorio de la canasta básica y alguna rareza como este año lo serán Atzimba de Ricardo Castro, rescatada por el gobierno de Durango, o Billy Budd de Benjamin Britten; con igual promedio de funciones (debajo de 30) y elencos y creativos variopintos, que si bien incluyen alguna joven promesa como la soprano María Alejandres o el tenor Arturo Chacón, están conformados principalmente por viejos nombres que han frecuentado las temporadas en las últimas tres décadas y de cuya conformación no se han suprimido el “nepotismo y otros turbios criterios de contratación”, como lo apuntó el crítico del diario Reforma Lázaro Azar en su columna “Sotto Voce” del 10 de enero de 2014.

La nueva época de la OBA, en rigor, tiene muy poco de novedosa. Por el contrario, sigue conjugando muchos de los factores que no sólo motivaron que en los años 80 Ramón Vargas buscara mejor suerte en el extranjero para desarrollar su carrera como cantante, sino que incluso lo trajeron de vuelta como directivo para encabezar un sistema uróboros que se sigue mordiendo la cola.


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