Fotos: Lourdes Herrera / Pro- Ópera
Iván Martínez
- El Universal / Confabulario
Con el debut mexicano el
pasado miércoles 11 de enero de la mezzosoprano Elīna Garanča, llevado a cabo
en la Sala Nezahualcóyotl acompañada por la Orquesta Sinfónica de Minería con
el maestro Constantine Orbelian al frente, dio inicio al año musical capitalino,
así como la gira que la llevó a la ciudad de León este mismo viernes 14, con la
misma orquesta, y que culminará esta semana en Torreón el martes 17, ahí con la
Camerata de Coahuila, y en Álamos el viernes 20, ahí dentro del marco del
Festival Alfonso Ortiz Tirado. La Garanča ofreció un valioso programa clásico de hits de su
tesitura y de incisos de un repertorio que ha convertido en su firma artística.
Éste fue presentado, la mayoría de las veces, con un cobijo adecuado, incluso
por momentos superior al esperado, de Orbelain, quien comenzó el concierto con
la obertura de Ruslan y Ludmila,
de Mijail Glinka. La mezzosoprano de Letonia apareció en escena para cantar primero la “Da,
chas nastal!”, de la ópera La doncella de Orléans de
Tchaikovsky, seguida por el “Voi lo sapete” de la Cavalleria
Rusticana de Mascagni. De indiscutible
interpretación, su voz se sintió todavía fría y la respuesta del público más
natural a la presencia de la artista, quizá la mezzosoprano más relevante del
panorama operístico actual, que a una ejecución que hubiese resultado
exhaustiva o sublime. En seguida la orquesta ejecutó la “Bacanal” de la ópera Sansón
y Dalila de Saint-Saëns. Si la de Glinka había
sonado un tanto rutinaria, de poco colorido, este inciso orquestal sonó con más
matices y texturas. Más rico. En ambos sobresalió la uniformidad de la cuerda,
dejando el segundo el plato puesto para el lucimiento consecuente de la
cantante en el apartado francés de la noche. Con “Mon coeur s’ouvre à ta voix”, de la misma Sansón
y Dalila, la Garanča mostró plenitud de dotes: a los obvios que se
repiten en cada programa de mano donde se presente, “una voz oscura y sensual,
con calidez”, se suma esa capacidad artística suya de sutilezas técnicas de fiato que pueden extender sus líneas con una
energía y una emoción contenidas a un nivel, ahora sí, sublime. Con fraseo más
que con volumen. El otro inciso francés, el aria “O mon Fernand… Mon ârret”, de la ópera La
Favorita de Donizetti, le sirvió, es una obviedad,
para mostrar que también tiene la potencia y agilidad de la voz para hacer un
canto más extrovertido, concluyendo una primera parte tradicional en la que con
diversidad de estilos, hubo para todos. No es sorpresa que esta sala, y por lo que entiendo,
todas las siguientes sedes de su gira mexicana, haya estado abarrotada, con
localidades agotadas. Y tampoco, que el público fuera tan diverso.
Es una
mezzosoprano, como lo demostró en la primera selección, en el más amplio
sentido, completa. Mientras algunos prefieran otras características a su
elegancia escénica o a la sutileza artística de su musicalidad y así no para
todos sea la mejor mezzosoprano actual, lo que la hace diferente y lo que ella
ha adoptado como su firma, es el repertorio español. Hay razones técnicas
para ello. La segunda parte comenzó con la primera de las danzas españolas de La
vida breve de Manuel de Falla. Aunque hubiera
preferido un poco más de velocidad, me emocionó escuchar el estilo impregnado
en cada figura rítmica, sus articulaciones tan atinadas en ese fraseo tan
andaluz. Mismo porte con el que la mezzosoprano acudió a sus tres incisos dedicados
a la zarzuela: la “Canción de la Paloma”, de El barberillo de Lavapiés de
Barbieri, “Cuando está tan hondo”, de El barquillero de
Chapí, y “De España vengo”, de El niño judío de Luna
Carné. Puede no siempre tener la mejor dicción, pero conoce plenamente las
convenciones estilísticas del género; además del ritmo y el fraseo, es
detallista con sutilezas como la pronunciación de los trecillos; amén de la
emisión clara y elegante que posee y que es requerida para la articulación
musical de este repertorio. Otra vez, en la de Chapí, fue extrema con la extensión de su fraseo,
gracias al manejo de su fiato, pudiendo
regalar una interpretación íntima y suficientemente sentida, quizá la más del
programa; mientras la de Luna Carné puso el prietito al arroz con detalles
orquestales de precisión y ritmo. La plenitud y exuberancia vocales se escucharon en el apartado final
dedicado a la ópera Carmen de
Bizet; tras el preciso Preludio orquestal, ella ofreció su Habanera y la Chanson
bohème. Para concluir éste que, al menos para el público de la ópera y sabiendo
cómo estará el resto del año, será ya lo mejor del 2017, Elīna Garanča regaló
tres encores para asegurar el alma del público que ya
se había ganado antes: las “Carceleras” de la zarzuela Las
hijas del Zebedeo de Chapí, una delicada “Granada” de
Agustín Lara, y una emotiva “O mio babbino caro”, de la ópera Gianni
Schichi de
Puccini.
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