Saturday, August 25, 2018

El Castillo de Barba Azul en Montevideo, Uruguay



Fotos: Teatro Solís de Montevideo / Santiago Bouza

Luis G. Baietti 

Es la única Opera que compuso Bartok y tuvo un nacimiento bastante perturbado. Escrita en 1911 recién consiguió ser estrenada en 1918 en Budapest, luego de ser sometida a revisiones por el autor en 1912 y 1917. No obtuvo éxito. Fue otra vez reescrita y reestrenada en 1938 en el Maggio Musicale Fiorentino, esta vez sí alcanzando un gran suceso. Pese a su reducida duración (1 hora y poco) no es una ópera fácil de montar. Es muy exigente con la orquesta y con sus dos solistas y requiere una puesta en escena compleja que presente el Castillo del protagonista y el carácter fantasmal que es descrito en la partitura, con los sucesivos universos que se abren junto a cada una de sus 7 puertas. Es una favorita de muchos cantantes y ha sido grabada entre otros por Christa Ludwig, Tatiana Troyanos, Julia Varady, Elena Obraztsova, Eva Marton, Jessie Norman del lado de las mujeres y Walter Berry, Dietrich Fisher Dieskau, Samuel Ramey y Lazslo Polgar del lado de los hombres. El Teatro Solís presentó una versión fantástica en lo auditivo y pobre en lo visual. La Orquesta Filarmónica, bajo la dirección precisa e intensa de Ligia Amadio, que se ha ganado en buena ley el corazón y el respeto de los melómanos de esta ciudad, tuvo una noche excepcional dando con gran fuerza el clima enrarecido del Castillo y el crescendo dramático a medida que se van abriendo las sucesivas puertas, hasta el final. 
Hubo dos interpretaciones de lujo de Hernán Iturralde y Adriana Mastrangelo, ambos en estado de gracia vocal, favorecidos además por su ubicación en el proscenio con la Orquesta detrás de ellos ocupando lo que normalmente es el escenario, exhibiendo no sólo bellísimos timbres vocales y un volumen rotundo sino también una gran fuerza dramática que fue acompañada por un intenso desempeño actoral. Marianella Morena acertó en lleno en la conducción de los actores, de los cuales obtuvo dos magistrales creaciones plenas de intensidad y en un todo adecuado al texto que se está cantando, cada inflexión, cada sílaba. Sólo una gran directora teatral trabajando con dos grandes actores podía obtener semejante resultado. Pero fracasó en el intento de encontrar una sustitución para la escenografía inexistente en esta versión anunciada como semi montada (quizás debió optar por utilizar proyecciones, que dieran el clima) –En un escenario desnudo, con únicamente una cama y una mesita de luz no consiguió dar la imagen del Castillo y lo que es peor no consiguió crear un sustituto a las puertas que se abren y la observación de lo que hay en el interior de ellas. Esto le hizo un flaco favor a la Opera en cuanto a su divulgación, porque quien no la haya visto antes (yo recuerdo una bellísima puesta del Met con la gran Jessye Norman) simplemente se quedará sin entender de qué se trata. Para colmo hubo algunos trechos en los que los subtítulos brillaron por su ausencia.


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