Monday, November 29, 2021

Concierto de inauguración de la temporada de la Orquesta Filarmónica de la Scala.

Foto: Brescia & Amisano

Massimo Viazzo

El concierto inaugural de la temporada sinfónica de la Orquesta Filarmónica del Teatro alla Scala le fue confiado a la batuta de Christian Thielemann, llamado para sustituir al indispuesto Esa Pekka-Salonen, y que volvió a dirigir a la agrupación de la Scala después de casi treinta años. Al comienzo del programa, Esa Pekka-Salonenpropuso la maravillosa Vier Lieder op. 27 de Richard Strauss (que no debe confundirse con el Vier Letzte Lieder planeado originalmente) y I Lieder op. 27 compuestos en 1894 en el momento de su compromiso con su futura esposa Pauline, y que más tarde se convirtió en un regalo de bodas, para ser más tarde orquestados por el compositor después de su borrador original para voz y piano.  Aunque algunos musicólogos los consideran un verdadero ciclo de lieder concluido como tal, a menudo se han realizado de forma aislada (basta solo pensar en el más famoso de los cuatro: ¡Morgen!) o en otras ocasiones, como en esta velada en La Scala, en un lugar diferente respecto a la edición impresa. Aquí, Camilla Nylund los interpretó con gran profesionalidad y dedicación. Con una línea de canto limpia, pero también muy esculpida, la soprano finlandesa, que entre otras cosas es una excelente conocedora del repertorio straussiano, extrajo con inmediatez y espontaneidad el significado oculto de estas piezas musicales de conmovedora belleza, canciones que gracias a la muy refinada y teatral conducción de Christian Thielemann, nos proyectaron a unas décadas más adelante, es decir a la era de las grandes páginas operísticas del músico alemán. Pero el punto fuerte de esta inauguración estuvo representado por la Cuarta Sinfonía de Johannes Brahms, una obra maestra que encaja como un guante en la poética interpretativa de Thielemann. El director berlinés ya desde las famosas líneas con las que inicia el Allegro non troppo, dejó claro que su cuarta sería una cuarta muy móvil en cuanto al fraseo y a su elección de tiempos. De hecho, nada ha sonado como descontado o anónimo, y Thielemann, le infundió alma a estas páginas inmortales, llevando a la Filarmonica della Scala, y plasmando timbre (fabuloso terciopelo de las cuerdas) y dinámica. Una interpretación siempre “adelantada” con un Thielemann muy dispuesto en todo momento a evitar la rutina, incluso a costa de inesperados y excitantes destellos agógicos. El resultado: un éxito triunfal

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