Gustavo Gabriel Otero
Con la presentación de I due Foscari de Verdi en el Teatro Coliseo el Teatro Colón llegó al final de lo que, en principio, sería su última temporada extramuros. A partir del 25 de mayo de 2010 estará nuevamente en actividad su histórica sala. Se contó con una monocorde, aburrida, descontextualizada y lineal puesta en escena de Louis Désiré, también a cargo del diseño escenográfico, enorme calavera plateada incluida que preside la escena en los actos I y II y se sienta a esperar ridículamente en un ángulo de escenario, en el tercero, coronada de flores rojas, y del vestuario, que entre otros hallazgos, coloca un número diez, en romanos, en las espaldas de los miembros del Consejo de los Diez o una corona de flores en la cabeza de Francesco Foscari, más acorde con una quinceañera en el día de la primavera que en la testa del Dux de Venecia. La iluminación de Rubén Conde resultó adecuada al concepto de la puesta en la cual todo se desarrolla dentro de la cárcel, aunque nunca se sabe cuales puertas son franqueables y cuales no. Carlos Vieu concertó con su habitual pericia y buen impulso verdiano, mientras que el Coro Estable preparado por Marcelo Ayub revalidó sus laureles. Luis Gaeta puso toda su experiencia y veteranía al servicio de su Francesco Foscari, aunque los requerimientos de la parte resultaron un tanto elevados para las condiciones vocales actuales del barítono. Gustavo López Manzitti fue un Jacopo Foscari que no se resigna a su destino. Siempre convincente como actor, sacó adelante con calidad las altas exigencias vocales de la parte. Amparo Navarro fue una Lucrecia Contarini con presencia desde su difícil entrada, cantó siempre con plenitud, incluso a expensas de alguna tensión en el extremo agudo. Homero Pérez Miranda tuvo el relieve necesario como Japopo Loredano quien es en esta obra el malo de turno. Fernando Chalabe, Haydée Dabusti, Duilio Smiriglia y Mario De Salvo completaron bien el elenco.
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