Foto: Ramella&Giannese - Fondazione Teatro Regio di Torino
Renzo Bellardone
La reposición de la puesta en escena del Teatro Regio, para la temporada 2010-2011, con dirección de Damiano Michieletto, hoy dirigida por Roberto Pizzuto, puso al publico de Turín en la condición de amar o de no tolerar esta lectura escénica. La definición de tragedia japonesa es estrecha en esta visión libre de condicionamientos y que tiene la intención de mostrar el horror de la explotación de Cio Cio San, de la diversidad del niño de ojos azules, y de la ambigüedad en el comportamiento de Sharpless. La imagen no es mas que la de una despiadada realidad, al punto que se sustituyó el celebre hara kiri final por un disparo de pistola que imprimió actualidad y universalidad al epilogo del sufrimiento causado por todas las traiciones del mundo. La escena casi fija, constó de un cubo trasparente al centro, un refugio y jaula de Butterfly, rodeado de carteles luminosos como en cualquier metrópoli del Oriente. La esperada nave de Pinkerton no arribó y en su lugar ingresó un moderno automóvil blanco. La orquesta del Regio fue dirigida con el elegante gesto de Daniele Rustioni quien puso atención para delinear y enfatizar la poesía, en particular en el final de la obra. El coro mudo, los leitmotivs y las arias, nos llevaron a una palpable emoción como solo lo sabe hacer la música de Puccini. Butterfly obtuvo y perdió la vida a través de la interpretación de la soprano Raffaella Angeletti, apreciada intérprete de la puesta anterior, que con un apropiado physique du role imprimió al personaje de Cio Cio San un marcado vigor emotivo, también en los momentos de la buscada sobriedad. Cristalina en los agudos y ámbar en los tonos bajos mostró seguridad y dominio de la escena. La mezzosoprano Giovanna Lanza, dibujo con apreciable timbre una Suzuki participativamente sufrida a través del uso de un instrumento de evidente y sólida técnica, unida a la emotividad con la que exaltó un rotundo y bronceado cuerpo vocal. Un Pinkerton, amable en apariencia, pero un villano listo para aprovecharse, fue interpretado por un Massimiliano Pisapia preciso en la interpretación que alcanzó las notas más tristes en el segundo acto. El barítono Domenico Balzani fue un convincente Sharpless que con voz segura y agradable, delineó y matizó su clara participación Gregory Bonfatti se transformó en una figura ambigua y deshonesta en la interpretación de Goro. El resto del elenco estuvo bien en los diversos personajes. La música vence siempre.
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