Foto: Anne Dokter
Como ya se hizo tradición desde la temporada 2011, la
Orquesta Real del Concertgebouw de Ámsterdam (Koninklijk Concertgebouworkest) ha incorporado
anualmente la interpretación de una misa o réquiem de diversos autores. En esta
ocasión y con motivo del bicentenario del nacimiento del compositor se eligió
el Réquiem de Giuseppe Verdi. La programación de obras del repertorio italiano
ha sido escasa desde el alejamiento de Riccardo Chailly de la dirección de esta
orquesta, por lo cual dicho concierto adquirió un mayor interés. La legendaria sala de conciertos con su impecable
acústica vibró con la interpretación de una de las mejores orquestas en la
actualidad, con su sobresaliente sección de metales, como las trompetas en el Tuba mirum, así como su uniforme y
compacta sección de cuerdas bajo la conducción de su titular Mariss Jansons, quien ofreció una
lectura particularmente sensible, y cargada de emoción y humanidad. Balanceada
de inicio a fin en sus secciones más dramáticas, como el Dies Irae, la pieza se convirtió en una larga y conmovedora
plegaria de salvación. A pesar de las inesperadas cancelaciones de Anja Harteros,
Stephanie Blythe y Orlin Anastassov tan solo unos días antes del concierto; la
orquesta pudo encontrar dignos reemplazantes como la polaca Aga Mikolaj, una soprano de clara voz
lirica quien produjo una emoción intensa con su Libera me. La mezzosoprano
rusa Olesya Petrova exhibió una rica
voz en todo su rango, oscura, aterciopelada y luminosa. Memorable y encantador
fue el contraste que se creó entre su voz y la de la soprano en Recordare. La voz del tenor Dimitri Pittas careció de fuerza en
ciertos pasajes y se sintió un poco forzada, aunque su timbre y color son
gratos; y el bajo Yuri Borobiev
canto con voz profunda, oscura y potente. El Coro de la Radio Holandesa ofreció
una presentación de un nivel muy elevado. RJ
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