Foto: Craig T. Mathew/Mathew Imaging
Ramón Jacques
A pesar de que Beethoven consideró su Missa Solemnis como su composición más
importante ya que en ella plasmó su visión de la grandeza divina, su
majestuosidad musical trasciende incluso su carácter litúrgico. Aun así, la
obra no es tan conocida como sus sinfonías y sonatas, y por su complejidad es poco
interpretada. La Los Angeles Philharmonic, que la ejecutó una vez en 1952, la programó como
homenaje por el 70 aniversario de Michael Tilson Thomas, quien además de
ser director principal de la orquesta en los años 80, es nativo de esta ciudad.
Tilson Thomas, ha dedicado parte de su carrera a Beethoven y en particular a
esta pieza, cuyo conocimiento evidenció en este concierto obteniendo un
detallado sonido de la línea instrumental, con vistosas y claras texturas, y
adecuados tiempos con los que logró conmover y emocionar. Fue determinante también la solida y exuberante
participación del extenso coro Los Angeles Master Chorale que colmó todas las butacas detrás del
escenario. Por otra parte, el propio director quiso resaltar la teatralidad casi
operística de la obra, concibiéndola como una mezcla entre ‘instalación
artística’ y obra teatral. Este enfoque
embonó dentro del proyecto “in/SIGHT” de la orquesta que busca unir la música a
medios audiovisuales. Así, la sala de conciertos se transformó en el interior
de una catedral gótica, y en una enorme pantalla suspendida de lo más alto se
transmitían imágenes litúrgicas, cruces y textos de la partitura con un
admirable y resplandeciente manejo de la iluminación de Finn Ross. Lo que no funcionó visualmente ni teatralmente fue la
idea de James Darrah, de que los
solistas se movieran con pasos lentos, cantando sus partes y con vestuarios
modernos sin sentido, al menos no palpable para el espectador, por el estrado
situado entre la orquesta y el coro. Entre ellos se puede resaltar la nitidez y
claridad en la proyección de la soprano Joélle Harvey la exuberancia
vocal de la mezzosoprano Tamara Mumford,
la robusta profundidad del tenor Brandon
Jovanovich. El desempeño del bajo-barítono Luca Pisaroni fue desigual ya que su voz palideció y se perdió por
momentos en la masa orquestal-coral. Aun así el resultado global fue
satisfactorio. Un momento que no se puede eludir fue el cautivador solo del
concertino Martin Chalifour -en el Benedictus- en un oscuro teatro, con tan solo unos
destellos de luz sobre él.
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