Friday, December 11, 2015

Alceste de Gluck en el Teatro La Fenice

Foto: Michele Crosera

Francesco Bertini

Entre las novedades de calidad en la temporada lirica del Teatro La Fenice de Venecia se encuentra Alceste de Christoph Willibald Gluck. Nunca antes representada en la ciudad lagunera, donde por el contrario se han ofrecido varias producciones de Orfeo y Euridice, la ópera es la segunda de la llamada “reforma gluckiana” que constituye  el verdadero y propio manifiesto de las intenciones del músico y libretista.  Además de las vastas dimensiones de sus composiciones, nutridas de diversas obras vocales, están las características ligadas a su misma forma de trabajo: los recitativos, y las arias ceden el paso a estructuras más amplias que motivan las características expresas de Gluck en el prefacio de la primera edición editada de la partitura. Alceste es la absoluta protagonista de la opera y en los notables dotes vocales requeridos se asoma una intensa fuerza dramática. Carmela Remigio buscó redimensionar algunos límites vocales con la habilidad escénica y la expresividad física, el volumen reducido, algunas tensiones en el agudo y un cierto aire en la emisión que comprometieron el resultado cuidadoso de la parte. De la astuta artista que es, la soprano apuntó al fraseo que busca con evidente escrupulosidad, evidenciar las tensiones psicológicas de la mujer. El rey Admeto tuvo en el tenor Martin Miller un intérprete atento a la palabra, en los límites de una dicción ocasionalmente oscura, y estuvo en serias dificultades en lo que se refiere a la entonación y a las exigencias de la escritura. Los dos confidentes, Evandro e Ismene, les fueron confiados respectivamente a Giorgio Misseri y a Zuzana Marková. El primero captó la dimensión ideal en el estilo del siglo 18, y la segunda hizo valer el timbre agradable y una extensión dúctil. Funcionales estuvieron Armando Gabba, un oráculo y un pregonero, y Vincenzo Nizzardo, Gran Sacerdote de Apolo y Apolo.  Desenvueltos estuvieron también las dos jóvenes pertenecientes a los pequeños cantores venecianos, Ludovico Furlani como Eumelo y Anita Teodoro como Aspasia en los papeles de los hijos de la pareja real.  Optimo fue el trabajo desarrollado por Guillaume Tournaire, atento concertador a los colores y la sonoridad del tipo del aspecto coral de la partitura. La orquesta de la fundación veneciana respondió óptimamente a las indicaciones del director.  A la par estuvo el coro, fundamental en la obra de Gluck, preparado con atención por Claudio Marino Moretti. La dirección, escenografía y vestuarios estuvieron a cargo completamente por Pier Luigi Pizzi que privilegió el estilo neoclásico, mientras que la iluminación fue de Vicenzo Raponi.  A las sobrias pero imponentes partes visuales de gran impacto, se contrapuso una idea de dirección débil, muy estática y alejada. El fuerte corte estético, determinado por el uso del blanco y el negro cristalizó con el transcurrir de la función en un marco arquitectónico de arcaica belleza e imponencia. El público tributo un óptimo aplauso a la producción. 

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