Fotos: Teatro Colón
de Buenos Aires
Luis Baietti
Al menos en esta
oportunidad y pese a la defección de la diva internacional originalmente
escalada, no se dio algo que se ha venido dando con demasiada frecuencia en el
Colón de los tiempos que corren, de que el elenco nacional que hace las
extraordinarias supere por lejos en calidad al de las funciones de abono. Los
dos elencos fueron bastante parejos en rendimiento, con ventajas parciales para
uno o para otro. La gran figura de la noche fue Nadia Krasteva, portadora de una
arrolladora voz de mezzo con impresionantes grave de pecho y un temperamento
proporcional a ella. Habitué de Teatros como la Opera de Viena, el Met o la
Opera de San Francisco hizo acordar las añoradas épocas en que los elencos del
Colón se nutrían de grandes figuras del mundo, Es evidente que la contratación
de Krasteva respondió a la intención de suministrarle una rival electrizante a
la diva importada si hubiera venido y hubiera estado en buenas condiciones
vocales, algo de lo que muchos dudan. Nadia seguramente no sabe el peligro que
corrió teniendo a Guadalupe Barrientos en el otro elenco pisándole los talones. Virginia Tola asumió el poco deseable compromiso de
sustituir a la figura en torno de la cual se había publicitado el evento y
vendido las entradas, y hay que decir que salió con la frente bien en alto,
anotándose un claro triunfo. Sus sólidas condiciones vocales, que han crecido
en volumen y extensión hicieron de ella una Adriana impecable, a la que sólo me
hubiera gustado oírle más
pianísimos (que sí los tuvo Cirera). Parece además haber controlado bien la tendencia a la
estridencia en las notas agudas y una cierta propensión al vibrato que sólo
aparecieron en contados momentos.
Su desempeño escénico fue notable y evidenció la experiencia
y el aplomo que ha venido conquistando a través de su creciente participación
en puestas de Teatros europeos aunque por ahora no sean los de primerísimo
nivel como el Covent Garden o la Opera de Viena pero que incluyen teatros
importantes como el Teatro Real, Massimo de Palermo, Opera de Roma, Arena de
Verona. Dio muy bien el aire de gran diva que domina la escena, se la vio bellísima
además y dio buena cuenta de las escenas dramáticas aunque no haya resultado
totalmente conmovedora en la escena final. El tenor Leonardo Caimi es un valor joven
en etapa ascendente, portador de un bellísimo timbre, muy buena figura y
presencia escénica, un volumen vocal razonable y una manera un tanto peculiar
de llegar a las notas agudas que las hace sonar en algunos momentos como de
sospechosa afinación. Alessandro Corbelli es un veterano bajo buffo con una
gran carrera detrás de sí.-Tuvo un absoluto dominio de la parte, más allá de
que la voz exhibe hoy en día serias limitaciones en la zona aguda que tiende a
destimbrarse. Fernando Rado fue previsiblemente
un lujo visual y vocal y Sergio Spina reiteró su gran capacidad para las partes
de tenor característico. Todos del primero al último sufrieron en muchos momentos con
la competencia sonora de la orquesta tocando a un volumen que recuerda la
anécdota de Strauss en el ensayo general de Elektra (¿o fue de Salome?) toquen
más alto que todavía puedo oír a la soprano.
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