Fotos: INBA
El pianista
András Schiff cautivó al público del Palacio de Bellas Artes de México con
obras de Bach, Bartók, Schumann y Janáček en una noche inolvidable, dos días después
interpretó El clave bien temperado Libro I (preludios y fugas 1-24) BWV 846-869
de Bach en la misma sede Luego de casi cuatro años de ausencia de los
escenarios mexicanos, donde ejecutoo las Variaciones Goldberg de Bach, el pianista de origen húngaro András Schiff,
considerado uno de los más destacados de la actualidad en el mundo, ofreció el
primero de dos recitales en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes,
donde no solo impresionó al público, sino que además lo fascinó de principio a
fin. En su primer recital, Schiff brindó un programa variado, virtuoso y
completo, como lo había prometido, formado por obras de Johann Sebastian Bach,
Béla Bartók, Robert Schumann y Leoš Janáček, con las que demostró, una vez más,
su dominio de la técnica y una impresionante memoria, pues durante todo el
concierto, que duró más de dos horas, nunca tuvo frente a él partitura alguna. Con
paso lento llegó al centro del escenario del Palacio de Bellas Artes y de
inmediato dio rienda suelta, de manera tranquila, solo con algunos movimientos
de cabeza y gesto adusto, al arte de la música capaz de sustituir mil palabras.
En la primera parte del recital, Schiff interpretó Invenciones a tres partes
(sinfonías 1-15) BWV 787-801 de Bach, intercaladas con la Suite para piano op.
14 y Al aire libre (1-5) de Bartók.
El pianista no expresó palabra alguna
durante toda la sesión. Solo él y su piano hicieron una noche inolvidable, con
una interpretación que mantuvo al público en completo silencio. Las Invenciones
de Bach fueron escritas entre 1720 y 1723, y se caracterizan por ser piezas
cortas sin características específicas, pero que en su época demostraron alguna
novedad. Su objetivo –escribió en su momento el propio compositor– era ayudar a
los jóvenes pianistas “a lograr un estilo cantabile al tocar y a la vez
adquirir una sólida idea de la composición”. En las manos de Schiff, estas
obras de carácter didáctico fueron piezas maestras de un gran virtuosismo, al
igual que las de Bartók, compuestas en su momento con un afán de refinamiento
de la técnica pianística. Estas se convirtieron en un deleite sonoro para los
asistentes, que solo al final de la última pieza (La caza) desató ovaciones y
aplausos. Solo con su música, András Schiff despertó toda clase de
sentimientos, en especial cuando interpretó la Sonata para piano 1.X.1905,
Desde las calles, obra fúnebre que Janáček compuso en memoria de un obrero
checo asesinado en las revueltas de 1905 en su país. Luego vino la larga y
enigmática Sonata núm. 1 en fa sostenido menor op. 11 de Schumann, con la que
el pianista llevó a su punto climático el recital. Un público silencioso,
extasiado, sin duda anonadado por el alto grado de complejidad de las obras ofrecidas,
pudo demostrar su entusiasmo con un largo aplauso de más de diez minutos, que
hizo volver al pianista al escenario hasta en tres ocasiones, mismas en las que
interpretó otros fragmentos de obras de Bach, Bartók y Schumann. En su segundo
recital, Schiff interpretó El clave bien
temperado Libro I (preludios y fugas 1-24) BWV 846-869 de Bach, una segunda
oportunidad de extasiarse con la música en manos del multipremiado pianista.
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