Ramón Jacques
Interesante elección de obras, incluida la ejecución de la ópera-oratorio Oedipus Rex (1927) del compositor ruso Igor Stravinski (1882-1971) conformaron el penúltimo concierto de la primera temporada del director eslovaco Juraj Valčuha en su cargo de director titular de la Houston Symphony. Valčuha, que parecería no tener aún un nombre mediático, con su valiosa contribución al mundo sinfónico, habiendo dirigiendo ya importantes orquestas, y en especial en el de la ópera, donde ha sido director musical del Teatro San Carlo de Nápoles en Italia, seguramente pronto terminará por obtener el reconocimiento que se merece un director de sus cualidades. Destaca su maestría, destreza y la autoridad con la que guía a sus músicos y extrae los matices y colores más radiantes y ocultos en cada partitura que dirige. Houston parece haber hecho una buena elección al haberlo elegido para dirigir su orquesta las próximas temporadas. El concierto incluyó una sentida lectura del poema sinfónico D’un soir triste de la compositora francés Lili Boulanger (1893-1918) contrastado por la melancólica y vivaz interpretación de las Tres obras para clarinete solo de Igor Stravinski, con la presencia de Mark Nuccio, clarinete principal de la orquesta, piezas que reflejan el incansable espíritu de búsqueda y creatividad del compositor que por medio de este instrumento se aproximó a la música contemporánea. Aquí la orquesta combinó la energía y el vigor con la profundidad de cada pieza, con una lectura detallada y sutil de la mano del director, y también se escuchó Hélix para orquesta una composición orquestal en un movimiento del finlandés Esa-Pekka Salonen, pieza de apenas nueve minutos de duración, dedicada a Valery Gergiev quien la estrenó en Londres el 27 de agosto del 2005, moderna y musicalmente rica en su concepción que fue creciendo en intensidad, con el buen aporte de las secciones de aliento, metales y percusiones de la orquesta. Después, el interior de la sala de conciertos Jones Hall se transformó en una mega pantalla donde se apreciaron las intimas, extravagantes y mágicas transmisiones e instalaciones del artista visual Adam Larsen, quien ya había hecho un trabajo similar hace algunos temporadas en esta sala con El castillo de Barbazul de Bartók, creando un marco escénico virtual para la escenificación de esta obra llena de intriga, asesinato, fatalidad y un destino ineludible de la considerada madre de todas las tragedias griegas. Se contó además con la presencia del actor estadunidense Kyle MacLachlan quien narró con ímpetu lo que acontecería en escena. Una obra monumental requiere de la intensidad de un amplio coro, y eso fue lo que ofreció el coro Houston Symphony Chorus, que dirige Allen Hightower, que por momentos parecía entrar en un dialogo o una interacción con los solistas. El papel principal interpretado de manera notable por el tenor Sean Panikkar, con una voz robusta, amplia y cargada de emoción, conmoción y sentimiento de una parte que conoce bien porque la canta con regularidad. El legendario bajo-barítono David Pittsinger cantó con temple dando personalidad al papel del vidente Tiresias; y la mezzosoprano Michelle DeYoung cantó con energía y el justo dramatismo el papel de Yocasta desplegando una voz oscura, amplia y con una tonalidad sombría apropiada para la parte. Positivo y correcto fue el aporte del barítono Dashon Burton en el doble papel de Creón y del mensajero, y del tenor Matthew White como el pastor, un tenor lirico de buenas cualidades. La orquesta tuvo varias oportunidades a lo largo del concierto para mostrar el carácter y el buen funcionamiento que ha adquirido bajo la conducción de Juraj Valčuha, un maestro de los colores, los timbres, y para encontrar y resaltar hasta los detalles más sutiles, tenues casi imperceptibles de cada pieza. Dada su cercanía con la ópera y la música vocal-coral, sus elecciones para la próxima temporada incluyen: Salome de Strauss, el Réquiem Alemán de Brahms, Carmina Burana de Orff, y El Niño de John Adams, por mencionar algunas.
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