Tuesday, March 23, 2010

Iván Fischer dirigió a su Budapest Festival Orchestra en Turín, Italia


Foto: Iván Fischer, Budapest Festival Orchestra -Associazione Lingotto Musica, Pasquale Juzzolino

Massimo Viazzo

¡Fue enérgico, alegre y brillante el Beethoven de Iván Fischer! Quien conoce el estilo del director húngaro, quien se presentó en concierto en el Auditorio del Lingotto de Turín con su asombrosa creatura que es la Budapest Festival Orchestra fundada por el mismo hace veintiocho años, no esperaba una lectura suya tan mesurada, y mucho menos relajada. Fischer afrontó la partitura con desbordante carisma, lucidez en la visión estructural, fantasía en el fraseo, inagotable vigor rítmico, el todo sostenido por una refinada técnica directoral que le permitió evitar imperfecciones en los ataques o en los cierres, que estuvieron siempre milimétricamente precisos. Así, y al final de sus primeros movimientos de batuta en la Obertura de La Creaturas de Prometeo (única pieza que permanece en el repertorio corriente de la música compuesta para el ballet de Salvatore Viganò) nos dimos cuenta que el Beethoven de esta velada habló una lengua directa, franca, sin hipocresías o psicologías. Fue un Beethoven inmediato, abierto, de contagiosa luminosidad, nunca frenético y donde la incesante labor de las partes internas giró hasta llegar al vértigo. Así finalmente se pudo escuchar una Sinfonía n.4 en si bemol mayor, frecuentemente considerada como una “hermana” menor, plena de joie de vivre y de exuberancia. También en el Concierto en sol mayor se encontró una definición de amplio respiro sinfónico con la orquesta– una Budapest Festival Orchestra que fue muy dúctil y compacta, y que nunca se limitó al mero acompañamiento. Es difícil sentir un segundo tema de Allegro moderato inicial (cuando viene anunciado en la tonalidad del re menor de la sola orquesta) tan parlante y por un momento tan electrizante. Por el contrario, la prueba del pianista canadiense de setenta y dos años Anton Kuerti, fue apreciable por su intima búsqueda, su hermoso cantábile y su delicadeza en el tocar, pero no logró convencer a pleno en su aproximación técnica, que de un todo sumado fue demasiado “digital”

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